Nº 501.- Ramón Pernas dice de sí mismo que gusta «del
viaje y de las ciudades donde habita la nostalgia. Soy fiel a Italia y sufro el
síndrome de Estocolmo cuando frecuento las ciudades del norte de Europa. Amo
los buenos vinos, soy cinéfilo melancólico y creo firmemente en el poder
sanador de los libros, de todos los libros». Con motivo de la publicación de su
nueva novela, ‘El libro de Jonás’, en palabras de su autor «una narración agridulce
y sentimental», delicadamente literaria y evocadora basada en las voces de sus
protagonistas, que llegan desde su infancia en un pueblo gallego costero,
Vilaponte, hasta el comienzo de su ancianidad, momento clave para reencontrarse
con los niños que fueron y hacerse por fin los favores que se deben, Ramón
Pernas se acercó por Valencia y en el Colmado Rivera, salpicados por la potente
música ambiental y el murmullo, no menos potente, de una cafetera exprés,
pudimos conversar durante unos minutos sobre su novela.
Ramón, ¿cómo
surgió la idea para escribir ‘El libro de Jonás’?
Viajo con frecuencia a Vilaponte, allí veo la
sombra de todo lo que fuimos y recupero amigos que fueron mis compañeros de
juegos infantiles, aunque echo de menos al que soñó conjuntamente su futuro y
se escalabró, al que emigró e incluso a quien ha muerto. Así que me conjuré
conmigo mismo para devolverles parte de su memoria sentimental. Para eso me
apropié de un suceso, no sé si cierto o no, el de la varilla de un paraguas que
impactó en el ojo de Justo Pastor, que rodó por el suelo y se convirtió en un
ojo que veía más allá y fue enterrado dentro de una caja llena de orujo, sobre
la que floreció un almendro. En la novela, la visión tiene mucha importancia
porque, además de este episodio, uno de los protagonistas es un sastre ciego.
Has citado Vilaponte, ¿qué es Vilaponte?
Vilaponte es un estado de ánimo. Benet,
Faulkner o Mateo Díez tienen su región, Vilaponte es la mía y allí ubico mis
personajes y mis historias.
Al escribir sobre
estos recuerdos, ¿has tenido que establecer alguna barrera para distanciarte?
No, desde que cuento la aventura de la
varilla en el ojo, yo regreso a aquellos años y eso me dura poco. Lo demás es
literatura sobre literatura, porque no hay novela más larga de un folio. Cuando
empiezo, siempre tengo el principio y, a veces, también el final y al llegar a
la página ochenta surge un horror vacuo, porque veo que todavía quedan
doscientas páginas por escribir, las necesarias para atravesar el páramo que media
entre el principio y el final.
Pues para conocer
sólo el principio y el final, la historia de la varilla en el ojo ha dado mucho
de sí.
Claro, es que en la distancia existente entre
la cabeza de Justo Pastor y el arco del chico que lanza la flecha es grande y
cabe de todo, desde Homero hasta Vila Matas.
El realismo mágico
nació en Sudamérica, pero leyendo ‘El libro de Jonás’ podríamos pensar que
Galicia también hubiera sido una buena patria para este movimiento literario,
¿no crees?
Soy un eslabón más de la cadena que forman
Ramón María del Valle-Inclán, Álvaro Cunqueiro y Torrente Ballester. Los tres
tienen una lectura mágica de la realidad, porque no hay nada más mágico que lo
real y más real que lo mágico. Yo no he inventado nada, solo narro lo que no es
cotidiano. Supongo que en Galicia, igual que en otras partes, hay que gente que
habla con los árboles y los libros, que es lo más inmediato. Son cosas que
hacemos todas las personas bien nacidas, pero que no las contamos [Risas].
Al comienzo de la
novela incluyes una cita de García Márquez, donde afirma que la ficción la
inventó Jonás cuando, devorado por una ballena, desapareció y regresó después
de tres días para contárselo a su mujer, a la que, además, convenció de la
veracidad del suceso.
Eso lo dice Gabo, yo únicamente lo transcribo.
El texto me proporciona una pauta mental para crear una historia que tiene que
ver con eso, porque la desaparición de Justo Pastor durante muchos años y su
búsqueda permanente me daban juego. A Justo no se lo comió una ballena, sino la
mar, el esoterismo, las sociedades secretas, el ver más allá…
‘El libro de Jonás
parte con un narrador en primera persona, masculino, pero luego gira hacia otra
voz, también en primera persona, pero femenina.
En la novela he hecho un ejercicio de
perspectivismo. A mi edad, trato de dar una vuelta al tempo, al ritmo, a la
perspectiva literaria. Las voces son plurales porque el protagonista narrador
omnisciente no tiene nombre, es el otro. Aquí lo que hago es reivindicar la
otredad y hablar de ese amigo o de esa amiga que siempre tuvimos. .
¿Has salido airoso
de la experiencia de narrar dentro de la piel de una mujer?
Sí, porque mi mejor lado es el femenino.
Nunca he tenido problemas de identidad literaria, social y afectiva con las
mujeres, tanto propias como ajenas. Pertenezco a una comunidad de amigos que a
veces me dicen que pienso como una mujer.
Los nombres de los
protagonistas, Justo Pastor, Humberto Rey, Argenta, Áurea Blanca, Cobre o
Nicanor Corbelle, desempeñan un papel importante en la novela.
Me gusta jugar con eso. En novelas anteriores
he utilizado nombres especiales, simbólicos, como Vida o Muerte. Justo Pastor
Blanco es un nombre eufónico y poco común, igual que los apellidos que le he adjudicado,
que tampoco me parecen muy habituales.
La Muerte también deambula por ‘El Libro de
Jonás’.
Muchas veces, la muerte, con minúscula, es un
personaje más de mis novelas. La muerte que yo dibujo es un desastre porque no
puede leer, es ciega. En mi anterior novela perdió el olfato porque se fue a
ejecutar a una florista en París y, ante la belleza del olor de las flores,
pidió permiso para no matarla. Su superior se lo consintió, pero a cambio le
hizo perder el olfato. El mal lo representa el diablo, él es quien pervierte a
los hombres y les complica el pensamiento.
El sexo a los sesenta años es producto de un
amor mantenido desde los quince. Siempre digo que el deseo y el amor no tienen
fecha de caducidad, la tiene la piel. En esta novela hablo de una pasión
antigua, en la que la mujer es receptiva y el hombre es activo, porque no es lo
mismo penetrar que ser penetrada. En resumen, trato de cómo se puede estar con
una señora en la cama apasionadamente a los sesenta años, porque el sexo es un
órgano cerebral no genital.
Junto a José Mario
Armero, eres autor de una obra sobre el circo en España. En ‘El libro de Jonás’
aparecen los payasos de ‘Espectáculos
del Norte. Familia Rampín’, que actúan en la plaza de Vilaponte, ¿qué significa
para ti el circo?
El circo es una causa perdida y las causas
perdidas para mí son las más importantes. En un pueblo pequeño como el mío, un
día llegó un circo, pegó su cartel en un muro y me di cuenta de que la
primavera y la magia habían venido con él. Hasta entonces yo habitaba un país
de blanco y negro y el circo trajo el color a mi existencia, me aportó las
maravillas de la vida, la razón de ser de una ciudad ambulante que llevó a un
pueblo pequeño las razas, las fieras, las sorpresas, la habilidad…
En la novela se
esconde un indudable homenaje a la
literatura: una librería que se llama Nemo, una cafetería de nombre Nautilus, en
resumen, mucho amor por los libros, ¿qué significan los libros para Ramón
Pernas?
Son mi razón de vida, yo soy un hombre
encuadernado [Risas]. Vivo con, sin, sobre, tras la literatura. En la frontera
del río Grande entre México y Estados Unidos, yo construiría una muralla de
libros que la pagasen los ciudadanos del mundo para que todos los hombres sean libres
y plurales.
Desde esa posición
de hombre encuadernado, ¿tú también estableces una distinción entre escritor
literario y escritor a secas?
Intento escribir sensatamente, sujeto, verbo
y predicado, manejar más palabras de las que normalmente se utilizan y preparar
determinadas sorpresas para que el lector diga que lo que lee está bien. Malgré moi, porque sería rico, no soy
redactor de bestsellers, soy rico en palabras, en conmociones literarias, en
sensaciones dentro de esta tribu de letraheridos a la que pertenecemos muchos, aunque
sólo algunos seamos conscientes de nuestra pertenencia y militancia.
La Luna de
Vilaponte tampoco es una luna cualquiera.
La Luna es una alcahueta, la espía de todos,
la que chiva a los padres lo que hacen sus hijos. Siempre digo que la luna es
un vaso de gin tónic en una tarde de verano.
La última por hoy:
¿qué poso te ha dejado la escritura de ‘El libro de Jonás’?
Sesenta años más IVA. [Mucha risa]. Después
de pasar la vida por caminos conocidos y desconocidos, he llegado a un lugar
donde el narrador quiere ser un tipo normal, que quiere gozar de la existencia
y de su pareja todo el tiempo que le quede.
SOBRE RAMÓN PERNAS
Ramón Pernas (Viveiro, Lugo, 1952) nació en una orilla de la Mar del Norte. Periodista de oficio y vocación –Premio Puro de Cora y Julio Camba de Periodismo–, ha dirigido revistas, escrito poemas y canciones, y fue guionista de televisión. Ejerció el columnismo de opinión y la crítica literaria. Ha sido director editorial de Espasa Calpe. Con una docena de libros editados, es ya considerado un novelista de largo recorrido, galardonado con los premios Azorín, Ateneo de Sevilla, el Letras de Bretaña, el Internacional de novela Emilio Alarcos y finalista con ‘Paso a dos’ del Premio Nacional de Literatura. Dirige Ámbito Cultural de El Corte Inglés y escribe un artículo semanal en el diario La Voz de Galicia. Entre sus novelas cabe citar ‘Paso a dos’, ‘Pabellón Azul’, ‘Del viento y la memoria’, ‘En la luz inmóvil’ y ‘Hotel Paradiso’. En colaboración con José Mario Armero publicó el libro ilustrado ‘Cien años de circo en España’. Por último, en el terreno lírico es autor de la antología titulada ‘Poesía incompleta’.