La escritora catalana Care
Santos acaba de ganar el Premio Nadal con ‘Media vida’, editada por Destino, una novela en la que, a
través de las vidas de cinco amigas a lo largo de treinta años, retrata a una
generación de mujeres que tuvieron que construir sus destinos en la España de
la Dictadura y la Transición, en un momento en que la hipocresía de aquellos
que querían mantener las formas a cualquier precio se enfrentó con nuevas miradas
sobre la amistad, el amor y la libertad. ‘Media vida’ es un relato sobre el
peso de la culpa, la importancia del perdón y sobre cómo nos afecta el paso del
tiempo. ‘Media vida’ es una novela que atrapa al lector sin soltarle hasta el
punto final de la página cuatrocientos ocho, la última, obviamente.
Ante todo, Care, enhorabuena
por el Premio Nadal. Como escritora, ¿ganar el Premio Nadal, que es el más
antiguo de todo el estado español, tiene un atractivo especial que no poseen
otros concursos literarios?
Desde luego que sí. Es un premio con el que sueña todo el que se
considera escritor, aunque presentarse es un gran atrevimiento. Por eso ganarlo
reporta tanta felicidad.
Por cierto, presentaste
la novela con el seudónimo de Julia Salas, el nombre de una de las
protagonistas, ¿cómo se te ocurrió?
Me gusta utilizar nombres de mis propios personajes, como si
fueran amuletos. De algún modo, cuando termino una novela son tan queridos para
mí que utilizar sus nombres es un modo de tenerlos cerca por más tiempo.
Para ti, ¿este premio es
importante por el dinero, por el reconocimiento de los miembros del jurado o
porque todavía te hace más visible entre los lectores?
La dotación económica del Premio Nadal es insignificante en
comparación con otros premios de su categoría. No creo que nadie se presente al
Nadal por el dinero, sino por otro tipo de premio -mucho más importante-: los
lectores. Haber ganado este premio me permitirá acercarme a un grupo numeroso
de lectores que nunca antes me habían leído y que más que probablemente no lo
habrían hecho sin la garantía del premio. Ese es el auténtico galardón, para
alguien que escribe desde que tiene uso de razón.
La reunión de cinco
antiguas compañeras de colegio que planteas en ‘Media vida’, además de una
ocurrencia de la ociosa Olga, recuerda ese alto en el camino que todos hacemos
en algún momento de nuestras vidas para mirar hacia atrás y ver en qué nos
hemos convertido, ¿la nostalgia juega un papel importante en esta idea?
Todo lo contrario. Creo que ese alto en el camino es mucho más
reflexivo que nostálgico. Creo que es un acto de madurez, cuando las personas
empezamos a ser conscientes de que el pasado ha dejado lastre en nuestras alas
y debemos aligerarnos para seguir adelante. Porque aún queda mucho camino por
andar y muchas puertas por abrir. A eso se refiere, entre otras cosas, el
título.
Por lo tanto, en esta
ocasión tu abuela no ha tenido mucho que ver en la idea inicial de la novela.
Jajaja, me temo que no, aunque mi abuela siempre está cerca,
vigilante.
Las protagonistas de
‘Media vida’ son cinco mujeres, aunque también aparecen personajes masculinos,
¿significa esto que es una novela pensada especialmente para lectoras?
No, claro que no. Y esta es la típica pregunta que sólo se les
formula a mujeres. Si yo fuera un hombre y hubiera escrito una novela tipo ‘Moby
Dick’ nadie me preguntaría si es una novela sólo para hombres o sólo para
marinos. No conozco a nadie que escriba sólo para la mitad de la población.
Tú misma lo dijiste la
noche de la entrega del Premio Nadal, ‘Media vida’ es un homenaje a la
generación de nuestras madres: qué tiempos tan duros les correspondió vivir, de
qué manera tan atroz en ocasiones les zarandeó la vida, ¿no?
Es una generación, tengo la impresión, poco valorada, tal vez
porque la tenemos muy cerca, o porque la mayoría de ellas siguen vivas. A mí me
parecía necesario este homenaje a unas mujeres que se educaron bajo el
franquismo, en una sociedad patriarcal, retrógrada, católica por imposición,
machista... Y que durante la transición tuvieron que abrirse a una serie de
grandes cambios que antes hubieran encontrado imposibles o impensables. De
ducharse sin quitarse el camisón a asistir a una boda gay hay un larguísimo
trecho. Ellas han tenido que recorrerlo, en todo o en parte.
En esta ocasión,
Barcelona es el escenario elegido, pero no desempeña un papel tan importante
como en otras novelas tuyas y se comporta más bien como un paisaje un tanto
difuminado, ¿este argumento hubiera funcionado igual en cualquier otra ciudad?
Pienso que no del todo, porque hay dos escenarios de la memoria
que he querido rescatar del olvido: el Instituto Psiquiátrico de Nou Barris,
fundado por Pi i Molist, que en el siglo XIX fue paradigma de los avances en la
psiquiatría y un ejemplo para toda Europa; y la cárcel de mujeres de Les Corts
-prisión desde tiempos de la República pero que el franquismo destinó a las
presas políticas- inexplicablemente borrada de la historia de la ciudad. En eso,
esta novela se parece a las otras. Pero es cierto que aquí Barcelona pierde
protagonismo para cedérselo a las cinco protagonistas.
La primera parte
transcurre en 1950, una época difícil en la que, como leemos en la página 150,
«Lo que importaba era comer todos los días y darse un capricho de vez en
cuando», ¿un tiempo para sobrevivir a la espera de momentos mejores?
Desde luego. La posguerra fue muy dura. La gente tuvo que
apañárselas para adaptarse. En lo económico, en lo político. Hubo muchos
cambios de piel. Muchas traiciones pequeñas y grandes. La vida de puertas
adentro no fue una historia de buenos y malos. Fue pura supervivencia.
Después la acción da un
salto hasta 1981, año lleno de acontecimientos: el matrimonio de Lady Diana, la
aprobación de la ley del divorcio y también el 23-F, ¿por qué escogiste
precisamente este momento para desarrollar buena parte de la novela?
La ley del divorcio es casi un símbolo: la primera ley que de
verdad cambió las vidas de la gente. La primera apertura a una modernidad muy
necesaria en aquel país tan atrasado. Levantó mucha polvareda y un intenso
debate social. Tuvo encendidos detractores y también apasionados defensores. Me
parecía interesante trasladar ese debate a la cena que centra la acción, sobre
todo porque dos de las cinco protagonistas tienen implicaciones personales con
la ley: Julia es una de sus redactoras y a Marta acaban de proponerle el
divorcio y le parece una idea de lo más estrafalario. En cuanto a la boda de
Lady Di, es casi un lugar común. Todos recordamos aquellas escenas, de modo que
nos sirven como marco cronológico y como ambientación. Pero, al mismo tiempo,
nosotros conocemos el desenlace de la historia, a diferencia de lo que les
ocurre a los protagonistas de la novela. Eso permite un juego de ironías que da
mucho de sí.
Entre las páginas nos
cruzamos con la visita de The Beatles a España en 1965 y revelas que, «por
circunstancias administrativas», a punto estuvieron de suspenderse sus
conciertos.
Esos dos conciertos de Beatles en España, en Madrid y Barcelona,
son el mejor reflejo de qué tipo de país teníamos. Sólo hay que conocer los
detalles para hacerse cruces. Hoy resultan increíbles. Y muy tentadores para
cualquier narrador, claro.
‘Media vida’ es una
novela de personajes, coral, ¿por qué escogiste la tercera persona para contarla?
Necesitaba una voz que pudiera conocer la realidad de todos ellos,
su pasado, su futuro, sus pensamientos, sus sentimientos, sus temores. La
historia demandaba la tercera omnisciente. Hice varios ensayos antes de
decidirme y era la que mejor se ajustaba a lo que quería contar. Hay que
escoger siempre la voz que mejor sirva al propósito de la novela.
¿Te has dejado guiar por
la propia inercia de la novela o has utilizado un guión y te has ceñido a él?
Yo siempre utilizo un guión, no sé escribir de otra forma. Lo
único que ha cambiado con los años y la experiencia es el tamaño de mis
guiones: antes eran mucho más detallados, ahora han adelgazado. Pero el guión
siempre está conmigo mientras escribo. Y raramente lo traiciono.
¿Alguna de estas mujeres
se ha rebelado y te ha demandado más «cuota de pantalla» de la prevista en
principio?
Cierto es que a veces los secundarios dan sorpresas (más que los
principales, en mi caso) y se quedan por más tiempo o ganan relevancia de
improviso. No ha sido el caso. Aunque hay una secundaria que no me importaría
que se hubiera quedado más tiempo: Ramona. Adoro a Ramona y a las mujeres como
ella.
Se nota mucho tu oficio
de escritora aquí. ‘Media vida’ es una novela redonda en la que todas las
situaciones que planteas quedan resueltas, ¿tu objetivo era cerrar la novela
por completo?
El objetivo de todo novelista es contar algo sin terminar de
contarlo del todo hasta el final. Crear expectativas es más fácil que
cumplirlas, pero si no las cumples el lector puede enfadarse contigo, y con
toda la razón. El oficio sirve, entre otras cosas, para aprender a resolver las
expectativas creadas. Me alegro de que opines que lo hago, porque es como si me
dijeras que hago bien mi trabajo.
En tu anterior entrega,
‘Diamante azul’, aparecía un piano y un profesor de piano; aquí aparece otro piano
y también una profesora, ¿qué significa la música o el piano para Care Santos?
¿Tiene banda sonora esta novela?
Me has descubierto. Yo tomé lecciones de piano, de niña. Lo que no
significa que sepa tocar el piano. Es algo que espero remediar pronto. Quiero
volver a estudiar música. Mientras tanto, lleno mis novelas de pianos y
pianistas por los que siento una malsana envidia. Aunque me temo que la banda
sonora no la componen piezas clásicas de piano, sino lo que sonaba por la radio
en 1981: Paloma San Basilio, Raffaella Carrá, Pedro Marín, The Queen, Serrat...
En la página 234, nos
encontramos con la siguiente afirmación: «Sólo les interesa qué vistas y con
quién te acuestas», la frase está pronunciada en 1981 y se refiere a los
intereses de los periodistas con respecto a las mujeres, ¿casi cuarenta años
después esto ha cambiado o sigue igual?
Creo que muy poco, especialmente en mujeres de ciertas
profesiones. La clase política, por ejemplo, creo que sufre hoy día una
situación similar a la de Julia en la novela. Son duramente criticadas por su
vida personal, por su manera de vestir... Por aspectos que nada tienen que ver
con el desarrollo de su labor pública pero que están siempre en el punto de
mira.
A Julia Salas le gustan
«los lugares sin memoria», ¿para cualquier ser humano es interesante tener a
nuestra disposición uno de estos lugares como refugio permanente?
Depende de la memoria, supongo. Hay quien prefiere los lugares
donde fue feliz. Yo, por ejemplo.
La última por hoy, ¿Care
Santos tiene una estilográfica Parker y la usa para escribir?
Adoro las estilográficas y las colecciono. Tengo una estilográfica
Parker y, ¡por supuesto! la uso para escribir. Y para firmar libros. Nunca
firmo sino con estilográfica y con una tinta especial cuyo color he elegido en
exclusiva para el libro que estoy dedicando. ‘Media Vida’ lo dedico con una
tinta de color naranja, parecido al del título de la cubierta. Me gusta cuidar
estos detalles.
SOBRE CARE SANTOS
Care Santos (Mataró, 1970) es escritora y crítica literaria. Es autora de diez novelas, entre las que destacan ‘Habitaciones cerradas’ (2011) –recientemente adaptada a la televisión–, ‘El aire que respiras’ (2013), ‘Deseo de chocolate’ (2014, premio Ramon Llull) y ‘Diamante azul’ (2015). Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas, incluyendo el inglés, el alemán, el francés, el sueco, el italiano y el holandés. Es crítica literaria del suplemento El Cultural del diario El Mundo, colaboradora de varios medios de comunicación, como Mujer Hoy o El Periódico, y codirectora de la plataforma La tormenta en un vaso. En 2017 acaba de ganar el Premio Nadal por su novela ‘Media vida’.
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