Nº 518.- Pillé a Mikel Santiago
recién estrenada su digestión. Una «fideuà» no demasiado copiosa había dejado
huella en su estómago. Azotado además por un constipado irritante, comenzó
nuestra charla sobre su tercera entrega, ‘El extraño verano de Tom Harvey’, en
la que el escritor bilbaíno, bajo el esquema de una novela-problema
tradicional, trata de desentrañar la muerte de Bob Ardlan, un famosos pintor
asesinado en su mansión del Tremonte. Fideuà, alergia y novela negra, tres
elementos tan buenos como cualquier otro para charlar de literatura policial durante
un rato.
Mikel
es la primera vez que te entrevisto, así que la primera cuestión surge sola: ¿qué
significa para ti escribir?
Escribir es un acto de
libertad, es la profesión soñada y no por el hecho de escribir sino por hacer algo
creativo, autónomo, donde dejas caer tus reflexiones sobre la vida, que luego
alguien lee y disfruta.
Tú
también eres músico, o lo has sido, ¿existen muchas similitudes entre componer
una canción y escribir una novela?
Quizá la parte de la letra
de una canción sí se parezca a escribir una novela, porque las escribía ante el
ordenador con una taza de café en la mano, pero la música desde luego que no.
Para componer una melodía he de ponerme en modo rollo depresivo y tomarme unas
cuantas cervezas.
Sigamos
por la senda musical. Al igual que tú, Tom Harvey, el protagonista, es músico
de jazz, ¿qué tenéis en común?
Hay algo de eso que llamamos
un alter ego, de estar cómodo con una cierta parte de los protagonistas. Yo no
hago sagas, al menos de momento, pero sí tengo claro que al lector le gusta
reencontrarse con cosas familiares y hay aspectos de las novelas en las que me
gusta que se reconozca esa salsa especial que se crea para facilitar la
lectura.
Antes
de ‘El extraño verano de Tom Harvey’ habías escrito thrillers, ahora sin
embargo te embarcas en una novela-problema tradicional, ¿a qué se debe el
cambio?
Sin duda por razones de
higiene literaria. En mi primera novela me encontré a mí mismo; en la segunda
profundicé por la misma senda; y en esta tercera fui un poco más consciente y
me pregunté hacia dónde me dirigía. Mi intención es que la gente sepa que soy
un escritor que ambiciona jugar en un campo más amplio, lo que también supone
un reto no sólo para mí sino también para los lectores. Aspiro a que me
escuchen y lean, quiero que mi aventura literaria sea como un teatro que
selecciona la programación y a mí me encanta variar mucho. Si lo consigo o no
es algo que veremos más adelante.
Pero
la novela policiaca de corte clásico ahora no parece atravesar un buen momento.
No sabía nada de eso, me
preocupa tu pregunta [risas]
Me
refiero a que los lectores ahora no parecen interesados en saber quién mato a
quién, sino en rascar la superficie y sacar la mugre que se esconde debajo de
la superficie.
Bueno, pues, precisamente yo
lo que busco es una novela divertida, «disfrutona», lectura para el verano. Sé
que para un escritor resulta poco ortodoxo hablar así, pero es uno de mis
objetivos. A mí me va mucho más escribir sobre sentimientos y temas familiares
que hacer crítica social. Si alguna vez la hago, será de rebote, busco un
vehículo divertido. Como verás pongo las cartas boca arriba con facilidad.
El
arranque de ‘‘El extraño verano de Tom Harvey’ es potente, hay dos muertos en
las primeras páginas, ¿te interesa captar la atención del lector con rapidez?
Sí, creo que en los tiempos
que vivimos nadie puede escapar de los conceptos del marketing y en las
primeras páginas, como dice el anuncio del desodorante, es donde te la juegas.
En ese primer capítulo es donde abro incógnitas e interrogantes que resolveré
después. Hay que tener en cuenta que en la red se cuelgan los primeros
capítulos de cualquier novela y, como la gente tiene el tiempo justo para leer,
ahí es donde el escritor tiene la posibilidad de captar la atención de sus
posibles lectores.
Está
escrita en primera persona, ¿quizá esta voz narrativa sea la más complicada
desde el punto de vista del escritor de novelas–problema o no tiene nada que
ver?
En mi caso lo hago así por
necesidad. La primera persona es la que mejor me sale. Con la tercera lo he
intentado muchas veces pero no me funciona. Sin embargo, con la primera
enseguida detecto si la cosa va bien y si me gusta o no como va saliendo la
narración.
Está
claro, o lo parece, que en tu literatura lo importante es la historia, la
peripecia. De hecho la has escrito con un lenguaje muy cómodo para el lector,
¿esta novela admitiría un lenguaje barroco y florido?
Escribo intentando ser muy
fresco. Suelto las expresiones como me salen y a veces las retoco o las cambio.
En general, el ritmo general de mi novela es un pensamiento y creo que ahí
radica la clave de mi estilo. Por eso lo que escribo se digiere mejor así que a
través de unas frases muy pensadas. Alterno conscientemente la narración y el
diálogo, pero eso es una herramienta que todo el mundo usa y conoce.
Tu
narrador a veces opina e incluso pone sobrenombres o motes a ciertos
personajes.
Me parece muy interesante
filtrar un poco la realidad a través de reflexiones imperfectas. A veces, le
editorial quiere corregirme cosas, pero yo me niego y les recuerdo que una obra
tan importante como ‘El guardián entre el centeno’ está llena de
incorrecciones, porque se trata de un monólogo. Insisto, quiero que mi voz
suene fresca. Lo divertido del libro es que tú eres un voyeur que está en la
cabeza de alguien que cuenta.
Por
todo lo que explicas, me temo que tú no eres un escritor que se ciña a un guión
rígido.
Al comienzo tenía claro
quién era el asesino, ésa era la premisa inicial. Tenía todo el encaje y el
motivo del asesinato, el resto lo he ido improvisando, rebotando ideas. Hubo
personajes que empezaron siendo importantes, pero que luego quedaron aislados.
La verdad que me ha costado decidir el peso específico de cada uno de ellos. También
quería que el protagonista no fuera
policía y escogí un «jazzman» al que tuve que rebajar de nivel, porque
no podía comportarse como tal ante los sospechosos.
Para tocar las pelotas a los
de Bilbao [risas] que siempre me están pidiendo que escriba cosas de allí. Soy
fan de ‘Maldad bajo el sol’ de Agatha Christie y me gustan los paisajes
exóticos, que son los que mejor van para una novela de verano como ésta. Además,
hacerlo así me recuerda mis comienzos, cuando perseguía la estela de autores
que escribieron sobre Italia.
¿’El
extraño verano de Tom Harvey’ tiene banda sonora?
No he estado apegado al jazz
en toda mi vida, pero en mis últimos años he profundizado un poco y he caído
mucho en Coltrane, no sé por qué pero su música me mueve la cabeza y la novela
la he escrito escuchando sus temas. Y
una vez acabada, al releerla, creo que se nota que está construida como si se
tratase de un solo de jazz enloquecido.
Comenzaste
publicando relatos cortos en una web, ¿algún día publicarás algún volumen de cuentos
en formato papel?
Me encantaría hacerlo. Tengo
bastantes cuentos escritos y son de una temática muy variada: juvenil, terror,
ciencia ficción... Las editoriales escogen en función de las expectativas de
los lectores y no sé qué puede pasar. Pero es un giro que terminaré dando y un
día sacaré a la luz esos relatos que guardo en el cajón de mi mesa.
De momento, ninguno. Siempre
hay cosas moviéndose en mi cabeza, pero nada concreto. Llevo dos años muy a
tope y estoy bastante cansado. Después del verano cogeré mi cuaderno de notas y
empezaré a dar la brasa otra vez.
SOBRE MIKEL SANTIAGO
Mikel Santiago nació en un pueblo marinero de Vizcaya en 1975. El piano de su hermana, que siempre resonaba por la casa, despertó en él un apetito muy temprano por la música. De sus primeras lecturas recuerda las obras de Sherlock Holmes, Los Cinco y Edgar Alan Poe. Cuando no está entre ordenadores, se dedica a escribir y a tocar la guitarra con su banda de blues-rock. ‘La última noche en Tremore Beach’, su debut literario, se convirtió en un fenómeno antes de su publicación e hizo que se le compare con autores como Stephen King, Jöel Dicker o John Connolly.