Nº 532.- El 8 de mayo de 1955 la escritora Emily J. Parker desaparece
en Londres mientras la ciudad celebra el décimo aniversario del final de la II
Guerra Mundial. Nunca más vuelve a saberse nada de ella. Años más tarde,
Rebeca, una estudiante española de filología, decide trasladarse a la capital
británica para preparar su tesis doctoral sobre la misteriosa escritora.
Durante la investigación, la infancia y la vida familiar de Rebeca se van
trenzando con el pasado de Emily en el Londres del Blitz y de la posguerra, en
un entramado de espionaje y relaciones sentimentales que forman un extraño
puzle tan sugerente como difícil de interpretar. Con estos argumentos, Susana
Fortes acaba de publicar ‘Septiembre puede esperar’, editada por Planeta, en la
que mezcla misterio, intriga psicológica, historia, humor, amor y una pizca de
espionaje, enmarcados en el sugerente escenario de las calles londinenses,
vistas desde la perspectiva de lo que son y lo que fueron.
Susana, novela a novela
te has labrado una carrera literaria más que consistente, saludada por varios
premios de renombre, desde esta perspectiva, ¿cómo ves tu trayectoria como
escritora?
Una nunca tiene una
visión así de su trayectoria. La vivo día a día, pero es cierto que me siento
una privilegiada porque, en una época en la que no era tan difícil publicar
como ahora, empecé con el premio que me otorgaron por ‘Querido Corto Maltés’ y hoy
sigo escribiendo y publicando, algo que siempre te anima. Detecto que ha habido
una evolución en mi estilo, malo sería lo contrario. Mi tendencia a adjetivar a
tope en mis primeros libros, ha dado paso a un lenguaje que trato de dejar en
el puro hueso. Creo que hay que escribir cómodo. Al lenguaje no se le puede
poner pajarita y smoking, hay que vestirlo
igual que como se escribe, es decir, con vaqueros y zapatillas. Pienso que debo
tratar al lector de tal manera que también se sienta cómodo y por esto intento
decir más diciendo menos que antes.
Para ti, ¿escribir es
una enfermedad, un padecimiento, un trabajo o un placer?
Un placer, absolutamente. Eso de la tortura del escritor no
lo entiendo. Yo no escribiría si no me hiciera feliz, lo que no quita para que,
a veces, sea un trabajo duro al que has de dedicarle muchas horas, aislarte,
renunciar a ciertas cosas porque te encuentras muy volcada en ello. Pero estás
así porque te gusta. Es el mismo placer que siento por leer. En este sentido,
para mí ambas cosas son iguales.
Has hablado de
aislamiento y renuncia, en la novela cuentas que Virginia Woolf, como mínimo,
para escribir pedía disponer de una habitación.
Yo me conformo con menos, con cerrar la puerta. Ésa es mi
forma de decir en mi casa que no me molesten. Es importante tener un territorio
en el que tú estás a solas, un lugar placentero que te proporcione el espacio
que necesitas para desarrollar el gasto de energía que requiere la escritura.
No necesito ningún escritorio sofisticado, con un rincón confortable, una mesa,
un ordenador y algo de luz tengo suficiente.
¿De dónde surgió la
idea inicial para escribir ‘Septiembre puede esperar’?
La primera visión que tuve del personaje de Emily Jane Parker
fue la de sus zapatos de puntera abierta. Me preguntaba a quién se le habría
ocurrido semejante moda para el peor invierno de la Guerra, cuando todo estaba
nevado. Luego la vi caminando entre los escombros ocasionados por los
bombardeos alemanes. Esa primera imagen que se forma un escritor sobre un
personaje es errónea, porque él va cambiando. Al principio no las tenía todas
conmigo de que fuera trigo limpio. Mi forma de trabajar, sin plano, dejándome
guiar en buena medida por la intuición, me hace estar siempre en tensión
narrativa, en guardia, deseando descubrir cosas para contarlas y en ocasiones
me encuentro en un callejón sin salida y me pregunto cómo salgo de ahí. En esos
momentos te sientes un poco en la cuerda floja, pero das el salto, empiezas a
buscar y encuentras, siempre encuentras, aunque tires muchos folios a la
papelera.
Como escenario has
escogido Londres, ¿qué significa Londres para ti?
Londres y sus calles son un personaje de la novela. Es una de
mis ciudades favoritas para pasear. En la novela aparece en dos épocas: la de
la II Guerra Mundial, la de los momentos épicos y de gloria. Gran Bretaña era
el único país que aguantaba los ataques de los alemanes, que ya
controlaban Europa. En el libro se
incluye una fotografía del Metro de Londres, donde se ve gente que se guarece
de los ataques, vestida con gorritos de Papá Noel, con manteles extendidos y
comida celebrando la Nochebuena. Esa imagen refleja su espíritu de resistencia,
sus ganas de vivir con normalidad, de mantener los negocios abiertos, «Business
as usual», aunque con los cristales rotos a causa de los bombardeos. La otra
época de Londres que describo es la actual, la de Rebeca, la estudiante que
sigue la pista de Emily J. Parker, la de cielos grises, contaminación, calles
nevadas, niebla, el barrio de Portobello, la de su habitación alquilada en
Notting Hill…
Desde pequeña, la
protagonista, Rebeca Aldán, sabía que deseaba ser escritora, ¿a ti te sucedía
lo mismo?
La verdad es que no lo supe pronto. Yo era entonces una
lectora empedernida y en mi caso una cosa me llevó a la otra. Pero Rebeca está
haciendo una tesis, está obsesionada con Emily Jane Parker y es una treintañera
Peter Pan, una «adolestreinta», que todavía quiere aferrarse a su mundo
infantil, muy presente con sus recuerdos. De repente un enigma llama su
atención y en su intento por solucionarlo busca respuestas a sus propios
enigmas personales, lo que la lleva a viajar a Londres, una ciudad con la que
su abuelo también estuvo vinculado en un tiempo.
‘Septiembre puede
esperar’ está escrita en primera persona, una primera persona salpicada de apelaciones de la protagonista hacia Bea, su hermana.
Sin duda, la primera persona llega más al lector que la
tercera. Rebeca es la hermana pequeña y estamos ante una novela de mujeres, de
relaciones, amistades y rivalidades entre mujeres. Bea es la hermana pluscuamperfecta,
la de buenas notas, la guapa, mientras que Rebeca es un poco el patito feo, la
que siente que nunca hace lo correcto. Realmente, no tuve decidida la novela
hasta que no encontré la voz narrativa de Rebeca. Y esa voz es en primera
persona, con un tono a veces desenfadado y humorístico, a la vez que
melancólico.
Aunque has tocado otras
épocas históricas, de nuevo recurres al siglo XX, ¿por qué?
Es verdad, es el periodo histórico que más me gusta y a mis
alumnos les ocurre igual. Es la época en la que se desarrollan las guerras
mundiales, la del tiempo más actual, más cercano a nosotros. Ahí están las
claves para entender nuestro presente.
El humor también está presente
en la novela, como en la vida real.
Creo que es mi novela con más dosis de humor. Era inevitable
porque la protagonista es gallega, con un novio de Lugo, y vive en Londres
donde está presente el humor british.
Por lo tanto, se produce una mezcla que no produce carcajadas, sino medias
carcajadas.
El desenlace de la
novela sabe a Agatha Christie, ¿te interesó alguna vez la lectura de sus
novelas?
Fue un recurso de última hora. A mí me han gustado siempre
los libros de detectives y he leído las obras clásicas de Arthur Conan Doyle y
de Agatha Christie. La escritora inglesa, además, estuvo desaparecida durante
un tiempo que fue seguido con mucho interés por los periódicos de entonces. No
digo que tenga nada que ver con la desaparición de Emily Jane Parker,
simplemente señalo que a las dos les ocurrió eso de desaparecer.
En uno de sus pasajes,
la novela reflexiona sobre el pasado: «Hay gente que no tiene el menor interés
en el pasado […] Qué aburridas tienen que ser las vidas de aquellos que sólo tienen
presente».
Francamente pienso eso, sí. Soy profesora de Historia y no
sólo es el pasado histórico el que me apasiona, sino también las historias que
me contaba mi abuela o mi familia. Yo no podría vivir sin conocer esas
historias, ese pasado. Es mi alimento básico. Si no sabes de dónde vienes,
tampoco sabes a dónde vas. La Historia es una forma de transmitir conocimientos
de lo que hubo antes.
Otra reflexión gira en
torno a la profesión de espía, esas personas que se acostumbran a vivir en los
recovecos. «Quizá todo buen espía es en el fondo un espía doble. No lo sé»,
dice la página 253 de ‘Septiembre puede esperar’.
Eso es muy de John Le Carré. El espía ha de ponerse en el
lugar de otro y ha de controlar tantas variables que al final no sabe cuál es
el camino recto. En el fondo todos los espías hacen el papel de agente doble,
viven instalados en el doble juego y en la mentira. Tener coartada y mentir son
formas de sobrevivir. Y eso es un poco lo que le sucede a Emily J. Parker, que
era una adolescente cuando la reclutaron en Bletchley Park para descifrar
códigos por su habilidad con los crucigramas. Incluso su iniciación sexual
también surgió en ese ambiente a través de su marido.
Por lo que cuentas, ser
espía es una profesión muy creativa
Absolutamente. Para sobrevivir tienes que inventar. Si te
fijas, de niños todos hemos inventado historias porque todos queríamos ser espías.
¿Qué poso o qué te ha
aportado como escritora esta novela?
Ha sido una novela en la que he trabajado mucho tiempo y el
poso que me gustaría dejar es el que yo percibo cuando leo un libro: el buen
rato que pasas con su lectura y esa especie de retrogusto, de resonancia, que la
novela imprime en tu cabeza.
¿Proyectos futuros?
No, no hay ninguno. Nada de momento. Ahora tengo por delante
la promoción de esta novela
y durante la promoción no queda tiempo para nada
más.
SOBRE SUSANA FORTES
Susana Fortes, nacida en Pontevedra, es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Santiago de Compostela y en Historia de América por la Universidad de Barcelona. Recientemente ha estado en Estados Unidos compaginando la docencia de español en el Estado de Luisiana con conferencias universitarias en la Universidad Interestatal de San Francisco. En la actualidad reside en Valencia donde imparte clases en un instituto. Con su primera novela, ‘Querido Corto Maltés’, ganó en 1994 el Premio Nuevos Narradores. En 2001 fue finalista del Premio Primavera con la novela ‘Fronteras de arena’; y en 2003 lo fue del Premio Planeta con su novela ‘El amante albanés’. Otras obras suyas son ‘Las cenizas de la Bounty’; ‘Tiernos y traidores’; ‘Adiós, muñeca’ (cuaderno de cine); ‘El azar de Laura Ulloa’, Premio de la Crítica en la Comunidad Valenciana; ‘Quattrocento’; ‘Esperando a Robert Capa’, Premio Fernando Lara de novela 2009; y ‘El amor no es un verso libre’. Susana Fortes colabora habitualmente en el diario El País, así como en revistas de cine y literatura.