«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 19 de abril de 2018

Jorge Eduardo Benavides, ganador del XIX Premio de Novela Fernando Quiñones 2018: «El mundo de las editoriales, de los agentes y de la literatura en general es un ámbito muy femenino»


Foto P. Cosano. Grupo Anaya
Nº 544.- Habíamos pactado la entrevista unos días antes, recién pasada la
Semana Santa. Es primera hora de la tarde cuando tecleo su teléfono. Timbrea varias veces. No demasiadas, es cierto. «¿Qué tal? ¿Cómo le va?», responde puntual Jorge Eduardo Benavides, el escritor peruano (Arequipa, 1964) que, con su novela ‘El asesinato de Laura Olvido’, editada por Alianza Literaria, ha conquistado el Premio Fernando Quiñones 2018. Mientras concluimos los saludos, conecto la grabadora, hacemos una prueba y comenzamos la conversación.
En primer lugar, enhorabuena por el galardón.
Muchas gracias.
¿Por qué es importante para Jorge Eduardo Benavides haber ganado el Premio Fernando Quiñones 2018?
Bueno, los premios son importantes porque significan el reconocimiento a un trabajo específico, en este caso una novela. El Premio Quiñones lleva el nombre de un autor al que he leído a lo largo del tiempo y conquistarlo aporta la visibilidad que a veces se echa en falta con una publicación habitual.
¿Y qué significa para usted el hecho de escribir, la literatura en general?
Es un trabajo que a mí me gusta y al que me dedico con todo el entusiasmo del mundo. Aunque en mi caso he de compatibilizarlo con otro tipo de ocupaciones, clases, conferencias o charlas, que me permiten conseguir tiempo para escribir, no deja de ser un oficio que requiere paciencia, esfuerzo y entrega.
Su novela habla del asesinato de una agente literaria, Laura Olivo, en el Madrid de nuestros días. La principal sospechosa, Lucía Luján, ha sido detenida y permanece en prisión. Un expolicía peruano, «Colorado» Larrazábal, de origen vasco y raza negra, que ha emigrado a España y sobrevive desempeñando ocupaciones ocasionales para un compatriota suyo, el abogado Tejada, será el encargado de esclarecer este misterioso crimen.



Leemos en ‘El asesinato de Laura Olivo’ que un escritor escribe «porque necesita contar una historia», ¿qué le movió a usted a narrar esta novela?
Bueno, el personaje del «Colorado» formaba parte de un pequeño cuento que me pidieron para un periódico hace tiempo y, por tanto, ya lo tenía diseñado y trabajado. Por otro lado, siempre me había interesado conocer ese submundo de la escritura que forman los agentes, los autores y los editores, porque es algo que rara vez sale a la palestra. En este sentido, resultó propicio que Larrazabal ya existiera para contar esta historia.
Escogió la estructura de género negro para narrar su historia, ¿le interesa mucho este género?
Sí, la verdad es que la novela negra es un género muy amplio, admite muchas historias y, salvo unos pocos escritores que se dedican a ella exclusivamente, creo que casi todos los autores de alguna manera lo abordamos, porque nuestras novelas suelen tener una trama y las tramas conllevan un cierto enigma. Así que me pareció un género muy apropiado.
«Colorado» Larrazábal es de raza negra y origen vasco, además sale con una novia musulmana. A la hora de pergeñar a su protagonista, ha roto estereotipos, desde luego.
Bueno, eso es de lo más habitual en mi tierra. Perú es un país de aluvión, donde hay gentes de toda procedencia y también una población negra muy grande. En consecuencia y con mirada fría, no es un personaje tan descabellado. Lo demás simplemente es embarcarlo en una corriente migratoria como la que existe en todo el mundo, aquí en España también. Si además vive en Lavapiés, me parecía casi natural que pudiera tener contacto con una mujer de otra cultura.
Larrazabal se comporta de un modo algo atípico, es persuasivo con sus palabras y consigue la información sin recurrir a pequeños sobornos, una práctica bastante habitual entre los detectives norteamericanos.
Ésta es la primera incursión detectivesca de Larrazabal en España y se ha dedicado a un crimen rarísimo acontecido entre la clase media o media-alta. Y lo que usted señala, que es cierto, creo que se debe precisamente a que él no se mueve en el bajo mundo, sino en círculos más bien aburguesados, donde al menos en teoría no se ha producido este tipo de crímenes y nadie está dispuesto a ser sobornado para hablar.
Para relajarse o para pensar, Larrazabal escucha las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach, a las que califica de soporíferas, ¿él es consciente de que esta partitura fue compuesta para que un noble alemán combatiese su insomnio?
No, no, él lo ignora. El personaje las utiliza para eso y nada más. Lo que sí hay es un juego de fondo, que algunos lectores captarán y yo me alegraré por ello, que les incitará a saber cuál es el origen de las Variaciones, que son para dormir como usted señala.
A la hora de escribir, ha alternado la tercera persona, como voz narrativa principal, con incisos en segunda, con ello consigue una lectura más dinámica.
Es un recurso que he utilizado en otras novelas. Para mí es como un cambio de enfoque. Las novelas utilizan muchas técnicas cinematográficas, porque ambos modelos narrativos se alimentan mutuamente. Esa sucesión de planos, de un narrador a otro, que hemos visto tantas veces en el cine, aquí resultaba muy útil para darle agilidad a la historia.
Se adentra usted en el territorio de los escritores y de las agentes literarias, ¿la profesión de agente se ha convertido en una ocupación preferentemente desarrollada por mujeres?
Sinceramente no lo sé, pero es cierto que el ambiente editorial es un ámbito muy femenino. Hay bastantes editoras y las agentes superan en mucho a los agentes. No sé si eso es el resultado de un efecto llamada desde la época de Carmen Balcells, pero lo que está claro es que el mundo literario, como sabemos, ha atraído mucho más a las mujeres que a los hombres y quizá por este motivo se haya llegado a esta situación actual.
Sobre los escritores, uno de los personajes del libro afirma que son «inseguros y timoratos, al tiempo que se comportan como niñas», ¿comparte usted esta opinión o simplemente se trata de una extrapolación?
No, aquí los personajes son sólo eso, personajes, y sus opiniones son suyas, nada más. Escarbando en cualquier colectivo podemos encontrar tipologías muy definidas y el mundo literario, como cualquier otro, es muy apetecible. Lo que sí creo es que la relación que se establece entre agentes y escritores es especial, porque los agentes llevan a muchos escritores y el escritor sólo tiene un agente. Ahí se produce una asimetría, que también se da en el mundo de los artistas, de la música… Dejando a un lado aquellos autores a los que les va muy bien, en general siempre que alguien necesita a un representante se genera una situación de cierta vulnerabilidad.
(Foto P. Cosano. Grupo Anaya)
Explorando el entorno literario, la novela cuenta que algunos escritores se apropian de bienes ajenos y habla también de los negros literarios, ¿Usted trabajó alguna vez como negro?
Bueno, no son muchos los casos en el mundo literario. Quizá el más famoso fue la acusación sobre Cela por su novela ‘La Cruz de San Andrés’. El plagio es algo muy difícil de probar porque los escritores, además, rinden homenajes a otros autores. Sobre la cuestión que plantea, le diré que nunca he trabajado como negro literario, pero sí trabajo con textos ajenos corrigiéndolos y haciendo asesorías, y este es un suboficio dentro de la literatura. Cuando en Perú me preguntan si vivo de la literatura, respondo que sí, pero no de la mía [sonrisa telefónica].
Al hilo de su respuesta, usted es profesor de innumerables talleres de escritura, ¿se puede enseñar a escribir?
Sí, como le digo esto es un oficio y un oficio se puede enseñar. Es interesante dar pautas, corregir y ayudar a que una persona descubra su propia forma de escribir. Ante la santificación de la literatura que existe, me quedo perplejo, porque a nadie que estudia música o pintura se le pregunta por qué toma clases. Tomar clases no significa que se vaya a convertir en un concertista o en un gran pintor y con la literatura ocurre lo mismo. Los talleres existen en Estados Unidos desde principios del siglo XX, igual que en Hispanoamérica, aquí llegaron mucho después. Hay escritores que opinan que sólo se puede aprender escribiendo y leyendo, pero no es incompatible escribir y leer mucho con aprender ciertas cosas.
En ‘El asesinato de Laura Olivo’ ha mezclado autores inventados con otros reales como Vargas Llosa, José Donoso o Jorge Edwards, todo para arropar a un misterioso escritor llamado Marcelo Chiriboga, ¿quién fue Marcelo Chiriboga?
Marcelo fue un escritor, que existió si ampliamos el atributo de existir a lo ficticio, inventado por Carlos Fuentes y José Donoso, al que asignaron la nacionalidad de ecuatoriano, porque Ecuador no tenía ningún escritor integrante del llamado Boom de la literatura sudamericana. A mí, ese crear a Chiriboga, al que Donoso menciona en una de sus obras, me fascinaba. Igualmente, citó a su agente, Gloria Monclús, que aparece también en mi novela, aunque yo me he quedado con Clara Monclús, su hija. Lo que he hecho ha sido instalar mi narración en el mundo preexistente de Chiriboga. Por eso, si lo aceptamos como personaje real, cobra sentido que aparezca en estas páginas. Su presencia, por otro lado, me daba juego para contar aspectos del mundo del Boom y a incluir a Jorge Eduards como personaje.
Regresemos por un momento a Larrazabal: ¿hay mucho en común entre usted y él?
La verdad es que no. Larrazabal es un migrante que vino por necesidad, que abandonó su trabajo en el Perú para labrarse un mejor futuro en España. Yo lo hice por vocación, porque sentía el afán de escribir. Por otro lado, él llegó mucho después, en otra época.
¿Larrazabal tiene vocación de personaje de serie?
No soy un escritor de género, sino de de los que van buscando distintas historias, pero no lo descarto por completo. De momento, creo que va a dormir un tiempo. A lo mejor más adelante me interesa contar nuevas cosas sobre él, porque a veces resulta difícil abandonar a un personaje.
Y la última por hoy: ¿tiene ya algún nuevo proyecto literario en mente?
En octubre saldrá una novela histórica mía, muy voluminosa, sobre el Duque de Osuna, en la que he invertido mucho tiempo investigando. Tiene mucho que ver con un famoso ladrón llamado Luis Candelas. La acción transcurre en Madrid y tiene como telón de fondo la Primera Guerra Carlista.


SOBRE JORGE EDUARDO BENAVIDES


Jorge Eduardo Benavides (1964, Arequipa Perú). Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Garcilaso de la Vega, en Lima, ciudad donde trabajó dictando talleres de literatura, y posteriormente como periodista radiofónico y jefe de Redacción de los noticieros de Antena Uno Radio, en la que además llevaba un espacio cultural. Desde 1991 hasta el 2002 vivió en Tenerife, donde colaboró con el suplemento dominical de Diario de Avisos y también como jefe de redacción de Siglo XXI. Allí fundó y dirigió el taller de narrativa Entrelíneas. Ha colaborado con revistas literarias como Renacimiento, Letras Libres, Eñe y Mercurio y en los suplementos culturales Babelia y Caballo Verde.
Fue Premio Nuevo Talento FNAC en 2003 y es autor de ‘Cuentario y otros relatos’ y de las novelas ‘Los años inútiles’, ‘El año que rompí contigo’, ‘Un millón de soles’, ‘La paz de los vencidos’, ‘Un asunto sentimental’ y ‘El enigma del convento’ (Premio de Novela Torrente Ballester).