Disfruté más que un enano rojo, masón y catalanista, viendo jugar en el campo de Mestalla - antes llamado Luis Casanova y aún antes, como ahora otra vez, Mestalla - a Carlos Lobo Diarte. Tenía el Valencia entonces - hablo de finales de los años setenta del siglo pasado - un equipo de lujo, hecho a golpe de talonario, cuya delantera resultaría inolvidable: Rep, Diarte y Kempes. El Lobo metió 11 dianas en los 7 primeros partidos de liga hasta que se lesionó. Aunque luego volvió a lucir y a hacer goles, no fue nunca el depredador del área que tanta y tan merecida fama alcanzó en el Real Zaragoza. No acabó su carrera en el Valencia C.F., Salamanca y Betis fueron sus últimos destinos, pero él regresó a orillas del Mediterráneo y vive en la capital del escuálido Turia. Aunque me parece que los de Mestalla no se acuerdan mucho de Lobo Diarte. Ni de él, ni de tantos otros. No sé, tal vez me equivoco.
A veces me lo encuentro en uno de esos supermercados que todos conocemos y hablamos de fútbol, mientras mete sus compras en la antigua bolsa gratuita, la misma que ahora cobran a 2 céntimos. La crisis y la ecología seguimos pagándola los mismos. Su vida ha atravesado momentos difíciles, pero Cayetano Ros, periodista de El País, tiene buena memoria y ayer le firmó una estupenda entrevista en la que, entre otras cosas, Carlos Diarte cuenta que ahora escribe. Suerte, Lobo.
Herme Cerezo