«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

miércoles, 22 de junio de 2011

Ramón Pernas, escritor: “Yo milito en la nostalgia y la melancolía que son una forma de ver el mundo”.



Durante las vacaciones de 1967, una pareja de quinceañeros se enamora en un pueblo costero de Galicia: un amor de verano que derivará, con el paso de los años, en una pasión tan estéril como recurrente, mientras sus vidas son sacudidas por los avatares del destino y los cambios políticos – no siempre pacíficos ni incruentos – convulsionan el país. Este el argumento de ‘En la luz inmóvil’, la novela de Ramón Pernas (Viveiro, Lugo, 1952), editada por Algaida, con la que ha ganado el XI Premio Internacional ‘Emilio Alarcos Llorach’. El título del libro está extraído de unos versos del escritor italiano Cesare Pavese. Con Ramón Pernas tuve la suerte de charlar hace unos días sobre su libro, mientras en la calle un sol injusto nos hacía sudar lo que no está escrito y también lo que lo está. En plena primavera, el verano enviaba una avanzadilla, un anticipo, al Mediterráneo valenciano que en los últimos años se ha tornado especialmente cálido.

Ramón, ¿cómo te enteraste de que habías ganado el Premio?
Me llamó la presidenta del jurado para comunicarme el fallo. Cuando gano un concurso siempre digo una frase del periodista Julio Camba: “Este premio no me lo merezco, pero tampoco la diabetes y soy diabético”. Realmente, yo esperaba obtener el premio, en caso contrario no hubiera enviado la novela a concursar. Ganar un premio, además, es especialmente bueno para que el libro tenga la difusión que creo que merece.

La nostalgia no tiene buena prensa, sin embargo tú la reivindicas en la novela.
En verdad, no es que tenga buena prensa sino que está olvidada. Forma parte del pasado y no está de moda, aunque la moda no es más que una variable estadística [risas]. Un gallego como yo ha de reivindicar la nostalgia porque forma parte de mi carácter atlántico. La nostalgia, la melancolía e incluso la saudade provienen de un árbol del que yo he comido la fruta del bien y el mal. Milito en la nostalgia y la melancolía que son una forma de ver el mundo.

¿Por qué todos los amores de juventud han de ser amores perdidos?
Porque pasan rápido. Los amores están, pero los que no estamos somos nosotros porque no somos lo que parecemos. El amor verdadero trasciende a los momentos en que nace, se desarrolla y muere, lo que ocurre es que algunos quieren llevarlo hasta sus últimas consecuencias. El amor es siempre una obsesión a los quince años y a los sesenta, es mantener un compromiso adquirido a lo largo del tiempo. El mejor amor siempre es el último.

A quien lea ‘En el tiempo inmóvil’ le van a llover recuerdos del pasado.
Espero que sí, porque toda mi obra narrativa se basa en la reivindicación de la memoria. Este país es amnésico por definición, ciclotímico, dual, claramente bipolar: se acuesta un día monárquico y se levanta republicano. Y los españoles somos más bipolares aún. Etapas históricas como ésta, llenas de libertad y construcción democrática, hay que reivindicarlas porque estos últimos treinta años han sido los más importantes en nuestra historia. Los chicos que hoy se manifiestan en las ciudades españolas son nuestros hijos, los que vivieron el boom del bienestar. Soy un autor comprometido con mi ideología y con mi tiempo y lo manifiesto siempre, en mi trabajo y en mis novelas.

Podemos leer en el libro: “Escribo para exculparme de errores ajenos, para evitar el psicoanálisis, la locura y en definitiva, la muerte”, ¿la literatura es terapéutica para ti?
La literatura es terapéutica, sin duda. Yo escribo para que me quieran, para ser útil a los que me lean y para combatir la muerte. Pero la muerte entendida no como fin de vida sino como algo tan cotidiano como la intolerancia, la tiranía, la agresión, el fascismo… Tengo un pacto establecido con ella y por eso la meto siempre en mis libros. La muerte es inculta y analfabeta porque mata indiscriminadamente

Entonces, ¿es cierto eso que dicen que los escritores tienen un miedo especial a la muerte?
Al contrario, si tuviéramos miedo no hablaríamos de ella, callaríamos. Cuando escribimos nos sentimos como sus cómplices. Yo tengo miedo al dolor y a la enfermedad, pero no a la muerte.

En la novela aparece un personaje que no habla: el Mudo. ¿Su presencia es una excusa para disfrazar el monólogo interior del narrador?
Sí, sí, sin duda. El mudo es el contratipo. Imagínate una ópera en la que no puede haber sólo un tenor. También hace falta el barítono y la soprano. El Mudo es el barítono que hace contracanto al tenor o que hace otra voz distinta de la de la soprano. Es un recurso literario, un espejo en el que nos miramos todos cada mañana. El Mudo está allí, en ese espejo. Es la vida de todos los días.

El protagonista de la obra a los 15 años ya leía a Pavese
Hay gente para todo. Pavese es un autor que me interesó bastante, porque llevó una vida complicada. Fue antifascista, impotente y terminó suicidándose. Es un símbolo de la cultura contemporánea y, en una ocasión ante su tumba, me imaginé que un adolescente de 15 años estaba leyendo sus libros en un pueblo. De este modo nació la novela, cada uno de cuyos capítulos lleva el título de una obra suya, escrito además en italiano. Fue todo un ataque cultista que me dio, mientras corregía galeradas [risas].

A lo largo de ‘En la luz inmóvil’, el narrador piensa que no va a ser capaz de terminar lo que está escribiendo. En cierta manera, es como si asistiéramos al proceso de la creación de la obra.
No, igual que el Mudo, también se trata de un recurso literario. El narrador ya ha hecho alguna incursión en la literatura, pero tiene miedo escénico a escribir la novela, porque además el Mudo le dice que su escritura es barroca, antigua y que cualquier otro lo haría mejor que él. A través de este guiño cómplice dirigido al lector, consigo lo que busco que es darle a la narración un toque casi senil, de final de etapa.

Dices que la novela en un momento determinado te lleva a donde quiere, ¿eres escritor que se deja arrastrar o utilizas mapa?
Me dejo llevar, no podría ser de otro modo. Escribo a ratos perdidos, en fines de semana, viajando en un taxi. Estoy pensando permanentemente en lo que llevo entre manos. Tú mismo podrías ser el personaje de una de mis novelas.

La última. El narrador afirma que los libros son como los seres vivos: envejecen, se cansan y, en ocasiones, no gustan de ser molestados.
Es cierto. Los libros a veces sufren de fiebres y se quedan sin palabras. Hace poco cogí un ejemplar antiguo de la ‘Divina Comedia’ de Dante y vi que se habían borrado diez páginas completas. Aquel libro se había hecho mayor y había borrado las palabras porque nadie lo trataba como merecía. A veces los libros se cabrean y les molesta que los cojan, porque ya cumplieron con su cometido y fueron leídos en su momento.

Herme Cerezo