El Premio Nadal 2015, entregado
en la noche del seis de enero como cada año, ha ido a parar a manos de José C.
Vales, un zamorano nacido en el año 1965, que hasta ahora había publicado una
novela en 2013, ‘El pensionado de Neuwelke’, y había trabajado en proyectos de
traducción y edición tales como ‘Cuentos de Navidad’ de Charles Dickens,
‘Orgullo y prejuicio’ de Jane Austen y ‘Frankenstein’ de Mary Wollstonecraft y
Percy B. Shelley. La novela que ha merecido el galardón lleva por título
‘Cabaret Biarritz’. La publicación, como siempre, a cargo de Ediciones Destino.
‘Cabaret Biarritz’ es la
narración efectuada por Georges Miet de la investigación llevada a cabo por el periodista
Paul Villequeau, Vilko, el fotógrafo Marcel Galet, especializado en catálogos
pornográficos, comisionados ambos por el diario ‘La Petite Gironde’ de Burdeos,
y la extravagante y bella Beatrix Ross Buttgereit-Dientzenhofer, para
esclarecer los luctuosos sucesos acaecidos en la localidad francesa de Biarritz
en 1925. Miet es un escritor segundón, “un
muchacho artrítico, cojo y casi ciego cuyo talento apenas si había asomado en
varios relatos que obtuvieron algunos galardones menores en salones literarios
de provincias y en ciertas instituciones académicas de segundo orden”, que
es contratado por el editor Fourac para escribir una novela sobre estos
episodios. Sin embargo, este segundón de las letras, se entregará con pasión a
su cometido, cuya realización se prolongará a lo largo de varios años y quedará
recogida en media docena de libretas manuscritas, sin que el propio Miet llegue
a ver su obra publicada, cosa que sucederá en el año 2009 a cargo de la
Editorial Atlantis de Burdeos, siguiendo los criterios expuestos por la
profesora de la cátedra J.J. Rousseau de Lyon, Camille Muratier.
Aunque no es nuevo este tipo de
estructura, Miet concibe su novela bajo un formato de entrevistas realizadas a
personas que vivieron los acontecimientos de 1925. La panoplia de personajes es
muy amplia y Vales asigna a cada uno su rol y su verbo peculiar, muletillas y delirios
oratorios incluidos, una tarea nada sencilla y de la que sale con buena nota.
Cada personaje, una criada, un piloto de globos aerostáticos, un lanzados de
cuchillos, un millonario, un policía, una señora distinguida, un enterrador, un
maestro joyero o una bailarina ligera de cascos, cuenta a Georges Miet lo que
sabe o recuerda del caso, tomando como punto de partida el papel que jugó en
aquellos momentos. Algunas explicaciones son ciertas y otras inventadas, pero
todas contribuyen al buen seguimiento del hilo argumental y al desenlace del
caso, con pirueta final incluida.
Dado, además, que la novela se
presenta bajo el envoltorio de libro de historia, con abundantes aclaraciones
tanto del narrador como del editor, resulta imprescindible la lectura de las
notas a pie de página – en ocasiones son más que eso –, que en determinados
pasajes establecen una especie de diálogo entre el texto narrativo y la aclaración
respectiva. Precisamente el tono de estas notas, al igual que la introducción,
‘Génesis, olvido y resurrección de las “entrevistas de Biarritz”’, y la relación bibliográfica que lo acompaña –
falsa, por supuesto, no olvidemos que esto es una novela – por momentos, y
aunque pueda parecer una afirmación exagerada, recuerda los relatos en los que
el argentino Borges citaba obras inexistentes, magnas y enciclopédicas, a las
que atribuía argumentos y teorías indispensables para sustentar sus escritos.
Por algún lado y de alguna manera tenía que emerger el oficio de traductor de
José C. Vales. En la introducción, además, ya se da un toque de atención al
lector de lo que vendrá después que, sea lo que sea, llegará señalado por la
marca de la ironía y del fino disparate. Ningún personaje va a escaparse del
fino sentido del humor del autor, y si alguien tiene duda, que le pregunte al
secretario judicial Démosthène Urruticoetxea-Blas, el más caricaturizado de
todos los personajes, eso sí, no sin haber firmado “aquí, y
aquí”, haber rellenado el formulario o formularios correspondientes y
abonado las pólizas oportunas. “Muy bien,
gracias”.
‘Cabaret Biarritz’ es también una
postal histórica a través de la cual el escritor zamorano esboza un retrato de
la sociedad que se daba cita en la localidad francesa: duques, millonarios,
artistas de variedades, pintores, periodistas, pero también cabareteras,
tahúres y otra gente de un vivir digamos irregular. A este respecto, en uno de los últimos
capítulos, el juez Mathias Dupont sale en defensa de la turística localidad
francesa, ponderando sus virtudes y exculpándola de los hechos acaecidos en
1925. Así, en un artículo publicado en ‘La Nouvelle Gazette’, escribe que “Biarritz es compendio y epítome de la
felicidad estival, y que ni por razón o caso algunos puede darse a entender o
sugerir o insinuar que nuestra amada ciudad es escenario propicio para este
tipo de sucesos”. Diecisiete años más
tarde, y ya desde su destierro en la isla de la Réunión, el propio juez
atribuirá el descrédito de Biarritz a los periodistas, en concreto a Vilko y
Marcel Galet, que “son le peste bubónica
de nuestro mundo moderno” y “sembraron
la cizaña en Biarritz para que las murmuraciones, como pestilencias etéreas,
recorrieran las calles de la ciudad desde el faro hasta la Côte des Basques”.
Entre otras muchas cosas, ‘Cabaret
Biarritz’ deja un par de perlas en su discurso. Hay más, claro. La primera hace
referencia a los críticos literarios, de los que en la página 369 se afirma que
“son como los microbios, que siendo tan
poca cosa, tan nimios, tan diminutos y aparentemente irrelevantes, son capaces
de arruinar una vida y una carrera artística, sea buena o mala o regular, sin
que les tiemble la mano con la que emponzoñan sus cuartillas ni les importe un
bledo”. La segunda es mucho más sensorial, el espejo de un mundo sosegado y
tranquilo. En ella, la alpinista Pascaline Saint-Barhélemy, señala que “las personas que tienen el espíritu sosegado
no salen a los caminos, ni se internan en los bosques, ni suben los estrechos
senderos de los montes, ni se aventuras en las cumbres. Los hombres tranquilos
y las mujeres pacíficas se quedan en sus casas, leyendo poemas y periódicos, y
revistas para damas, y escribiendo cartas a los parientes lejanos, y bordando o
zurciendo”.
Para terminar. Dicen que en los
concursos literarios – rumores, leyendas, realidades, mitos, componendas y
falsedades aparte –, los jurados miran de reojo las propuestas innovadoras. Lo
mejor es sujeto, verbo y predicado, estructura clara y pocas licencias
literarias. ‘Cabaret Biarritz’ es justo lo contrario: una apuesta arriesgada, eso
sí, dentro de unos límites, que ha obtenido premio: el Nadal 2015. Muy justo, creo.
Herme Cerezo
‘Cabaret Biarritz’ de José C.
Vales. Ed. Destino. Barcelona, 2015. Tapa dura. 448 páginas. Precio: 20 euros.
Calificación: 3