En 1994 un renombrado artista recibe el
encargo de pintar un retrato de la familia real. El cuadro, con las figuras
abocetadas, permanece tapado durante veinte años en una sala de palacio. ¿Qué
aparecerá en él cuando finalmente se levanten las sábanas que lo cubren? Superados
los terrores del segundo milenio, el retrato de la familia real muestra cómo la
realidad ha llenado de sombras aquellos sueños que parecía que no iban a
corromperse nunca, al tiempo que pasa revista a todo lo sucedido en los últimos
veinte años. Bajo estas premisas, Manuel Vicent acaba de publicar ‘Desfile de
ciervos’, editada por Alfaguara, que a decir de los entendidos forma parte de
una trilogía junto con ‘Aguirre el magnífico’ y ‘El azar de la mujer rubia’. “La verdad es que no la concebí como una
trilogía. Si en Aguirre para describir un tiempo me apoyé en el duque de Alba,
como personaje que aglutinaba gente relevante en torno suyo, y en el siguiente
libro hablaba de Adolfo Suárez, en ‘Desfile de ciervos’ me sirvo del retrato de
la familia real para describir todo lo que está ocurriendo fuera del lienzo. El
cuadro, al final, se ha convertido en una metáfora de lo que pasa en nuestro
país”, afirma el escritor. Todo lo que sucede en la realidad constituye un material de
escritura de un tremendo valor literario. “No
creo que ningún escritor pueda imaginar nada superior a todo lo que se cuenta
cada día en el telediario. Si todo lo que has visto y vivido lo transformas en
material literario, con las palabras precisas, estás realizando la literatura
que hay que hacer hoy”. Naturalmente la gracia del escritor consiste en
trabajar ese material y convertirlo en algo posible, verosímil, creíble. “La literatura consiste en transformar la
realidad en algo verosímil. La carga literaria es mucho más profunda cuando es
más verosímil que verdadera. La verosimilitud es una figura literaria que
permite al lector tomar parte en la acción, acceder al libro y participar con
su imaginación”.
‘Desfile de ciervos’ no resulta fácil de
etiquetar, de adscribir a un género concreto, parece más bien el producto de
una hibridación.”No es una novela,
tampoco es una crónica social ni política, es lo que ahora se llama territorio
de ficción real o yo qué sé cómo. A mí eso de los géneros no me va, es cosa de
críticos, de taxidermistas, que dividen el trabajo literario en compartimentos
estancos y cuando te colocan en uno de esos huecos ya no te sacan, te quedas
ahí para siempre”. Vicent insiste en la participación del lector en la
obra. “Una pintura, un libro o una obra
musical no son nada si el espectador, el lector o el oyente no participan. La
creación siempre es cosa de dos. El que ha leído toda la historia, al final la
incorpora al cuadro y son los lectores quienes corrompen, degradan o juzgan el
trabajo realizado”.
Invertir veinte años para pintar el retrato
de la familia real plantea problemas al artista, porque ha de decidir qué realidad va a representar: la del
principio o la del final. “En el libro he
eludido el nombre del pintor para no concretar tanto la anécdota a que me
refiero, pero le conozco bien y sé la neurosis que padece a la hora de
enfrentarse a cualquier cuadro. Siempre está pendiente de que la luz sea
exactamente igual a la misma hora de cada día y eso le paraliza. En este caso
sucedió que un fotógrafo tomó unas imágenes al principio y él dejó pasar el
tiempo porque la familia real tampoco posó con demasiada asiduidad. Finalmente
utilizó esas fotos para concluir la obra”. Esta demora le provoca problemas
técnicos y morales al artista. “Hay un
momento del libro en que se produce una disquisición entre una experta de arte
y el propio pintor. En ella se habla del problema de la captación de la luz,
que no se puede concretar nunca porque la luz es un fluido. Pero, además del
problema estético, hay un problema moral por el hecho de que hayan permanecido
intactas unas figuras incorruptibles en el cuadro, mientras que toda la sociedad
ha envejecido por la erosión del tiempo, que trabaja fuera del lienzo y
convierte cada rostro en un problema.”
Este retrato de la familia real es muy
distinto a otros cuadros anteriores sobre el mismo asunto. “Hasta ahora, los pintores al retratar la monarquía
destacaban el aditamento que existía a
su alrededor: tronos, cetros, capas, armiños… y convertían al retratado en algo
casi anecdótico. Sin embargo, en este cuadro, por primera vez, los personajes
están desposeídos de cualquier elemento regio y aparecen como ciudadanos de una
clase media alta, mudados de domingo, como una familia que sale de misa o acude
a unos grandes almacenes. Entonces el problema que surge es por qué es una
familia real si son iguales que nosotros”. Señala Vicent que “el libro a quien menos condena es a Leticia,
y esto es así porque literariamente funciona como una chica moderna,
periodista, ambiciosa si se quiere, disciplinada, que participa en la vida
social y que aporta sangre nueva a los Borbones, como ya ha sucedido en otras
monarquías europeas. Hasta ahora eran hombres como Godoy o el valenciano
Puigmoltó, al que los historiadores reconocen como el padre de Alfonso XI, los
que aportaban la sangre nueva”.
El elegante estilo del escritor castellonense,
inconfundible por otro lado, constituye una nota relevante en sus obras, hasta
tal punto que alguien, admirador o envidioso, ha dicho de él que “escribe
dolorosamente bien”. “Escribo tal y como
me sale. Me imagino que el hecho de que unas palabras cabalguen sobre otras es
algo que uno lleva en su estilo, pero mi primera preocupación es que las cosas
queden claras, que el lector sufra lo menos posible para entender lo que
cuento. No participo del análisis para desmenuzar o destruir las cosas, no me divierte. Trabajo
con la imagen y la metáfora, que
significan construcción y no destrucción. Si reduces un problema a una
metáfora, es justo ahí donde el lector percibe más profundamente lo que le cuentas”.
La Transición política, a la que también hace
referencia ‘Desfile de ciervos’ permitió a los españoles
Antes de finalizar nuestra charla, Manuel Vicent
dejó claro que no tiene previsto que esta trilogía se convierta en tetralogía
con la publicación de un nuevo libro y que el título, ‘Desfile de ciervos’, “lo escogí porque me gustaba, sin que tenga
ninguna otra connotación”.
Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI
Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI
SOBRE MANUEL VICENT
Manuel Vicent (1936, Vilavella, Castellón) ha publicada novelas como ‘Tranvía a la Malvarrosa’, ‘Jardín de Villa Valeria’, ‘Contra Paraíso’, ‘Pascua y Naranjas’, ‘Son de mar’ (Premio Alfaguara 1999), ‘La novia de Matisse’, ‘Cuerpos sucesivos’, ‘Verás el cielo abierto’, ‘León de ojos verdes’, ‘Aguirre el magnífico’ y ‘El azar de la mujer rubia’, así como los libros de relatos ‘Daguerrotipos’, ‘Crónicas urbanas’ y ‘No pongas tus sucias manos sobre Mozart’. Es autor igualmente de las colecciones de artículos ‘Las horas paganas’, ‘Nadie muere la víspera’, ‘Viajes, fábulas y otras travesías’, ‘El cuerpo y las olas’, ‘Póquer de ases’ y ‘Mitologías’.
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