La reciente novela de Arturo Pérez-Reverte, ‘El problema final’, publicada por Alfaguara, significa una nueva incursión en el género policiaco por parte del escritor cartagenero. Digo nueva porque no es la primera. Ya lo hizo con anterioridad en ‘La tabla de Flandes’, ‘El asedio’, aunque con matices por el trasfondo histórico en que se enmarca, o en el mismo ‘El Club Dumas’.
Como ha comentado, e incluso puesto por escrito el propio
autor en el suplemento cultural del diario ABC, ‘El problema final’ «no
es una novela negra, dicho sea con todo el respeto para quienes las escriben,
sino una novela problema como las de antes, sólo que de ahora». Pérez-Reverte
ha intentado regresar al tiempo en que lo importante de las novelas policiacas
era no sólo descubrir al autor o autora de los crímenes, sino también averiguar
su modus operandi, utilizando el argot típico del género.
La acción de la novela ubica a nueve personas en el hotel Auslander
de la isla de Utakos, situada frente a Corfú. Incomunicadas por un infame
temporal, ninguna de ellas puede entrar o salir de la isla. Irremediablemente,
el planteamiento de la situación y el escenario remiten la imaginación del
lector a los ‘Diez negritos’ de Agatha Christie. Y este punto de partida, el
recuerdo de novelas policiacas inolvidables, será un denominador común del
texto, trufado de citas, frases y referencias de Conan Doyle, la propia
Christie, Ellery Queen o Thomas de Quincey, entre otros.
En Utakos pronto aparecerá la primera víctima, Edith Mander,
una discreta turista inglesa, lo que despertará
la inquietud de los huéspedes del Auslander. Como no podía ser de otro modo, la
policía, a causa del temporal, tampoco puede acercarse a la isla para efectuar
las averiguaciones pertinentes. Entre las personas alojadas, figura un tal Hopalong
Basil, de verdadero nombre Ormond, un remedo del actor Basil Rathbone, que, en
su tiempo, alcanzó la fama por haber protagonizado quince películas encarnando
al personaje de Sherlock Holmes. Ante la falta de recursos policiales, los
huéspedes y la propia dueña del hotel encargarán la investigación del caso a
Basil, aduciendo que de sus interpretaciones del célebre detective británico para
el cine «algo se le habrá pegado». Para rematar la similitud con Holmes, dibujada
con gesticulaciones y palabros, Basil no fuma en pipa, pero sí consume unos
puritos pequeños, que guarda en una lata, muy propia de los años sesenta en que
transcurre la historia. Este sencillo recurso, convierte el consumo de estos
puritos en un rito sagrado, irreemplazable, esperado y deseado a lo largo de la
narración.
Aunque a regañadientes, Basil inicia sus pesquisas para
identificar al criminal. En su cometido contará con la ayuda de Paco Foxá, un
escritor español de novelas policíacas de poco fuste. En los diálogos entre
ellos, y también con algunos otros personajes, las referencias a situaciones
holmesianas serán constantes. Pérez-Reverte ha volcado en estas páginas su
bagaje de lecturas y relecturas pasadas, lo que de alguna manera significa
también rendir un homenaje al género y recuperar aquel tiempo anterior en el
que, como él mismo señala en el mencionado artículo del ABC, «cada
página leída era sorpresa, emoción e intriga».
A la vez, el creador de Alatriste establece, como han hecho
siempre los grandes autores policíacos, un juego con el lector, que debe
aceptar una cierta dosis de inocencia para participar en él. El suministro de
pistas, a través de los diálogos y de los nuevos acontecimientos que se suceden,
es el vehículo del que se sirve para desarrollar su juego. Una lucha de
inteligencias entre autor y lector, una partida de ajedrez, una apuesta tácita,
la imaginación del primero contra la del segundo.
Por momentos, a causa de la abundancia de diálogos, uno
tiene la impresión de que el libro que sostiene en sus manos corresponde a una
obra de teatro. De hecho, uno de los personajes, la soprano Farjallah, no duda
en reconocerlo cuando, en una de sus conversaciones con Basil, afirma que «me
parece estar en un escenario, entre decorados en los que entran y de los que
salen personajes y situaciones». En este sentido, mi imaginación ha volado no
hacia los ‘Diez negritos’ de la Christie, sino hacia otro espacio de ficción,
el cine, representado por la película ‘Key Largo’ (‘Cayo Largo’),
dirigida por John Huston.
No quiero olvidarme de la portada del libro. Una buena
portada es el primer paso para atraer la atención del lector. La edición de ‘El
problema final’ ha sido muy cuidada y la ilustración de la cubierta, con aires
de art déco, obra de Riki Blanco, es un completo acierto. Destaca sobre
los demás libros en cualquier mesa de novedades editoriales.
Hay por último, interpelaciones al lector, referencias a la
realidad y la ficción y reflexiones acerca de la propia novela por parte de los
personajes. Introducir al escritor Foxá, como un sosias del Doctor Watson, da
pie a todo ello. A este respecto, tropezamos con muchas frases memorables en el
texto: «Un número insuficiente de crímenes defraudará a los lectores de una
historia policial...» o «Nosotros estamos en otra novela». Los personajes,
dentro de su irrealidad, viven su propia realidad. Nosotros, como lectores,
asistimos a sus tribulaciones reales e irreales y las interpretamos.
Acabo ya. En ‘El problema final’ el peso de Conan
Doyle es innegable. El mismo título es testigo de ello. Pero, en el fondo,
dejando a un lado a los protagonistas, sus obras y sus parrafadas célebres, huelo
el sello de Agatha Christie. Tal vez quede solapado porque detecto su huella en
la carpintería interior: dosificación de la información, cierta o falsa; golpes
de efecto; sospechas y posteriores descartes de los presuntos culpables; y el
espacio solitario de la isla, óptimo para desplegar las artes de un crimen
premeditado y matemático. Y, a mi juicio, lo mejor del libro es su desenlace.
Una vuelta de tuerca, doble o triple, a las típicas soluciones de las
novelas-problema, con o sin habitación cerrada. Una muestra magistral del
oficio de Pérez-Reverte como escritor. Solo por el último capítulo, el número
9, ‘Análisis post mortem’, merece la pena haber leído los ocho anteriores
para despejar la incógnita de este problema final.
Herme Cerezo. Diario SIGLO XXI/27/10/2023
‘El problema final’ de Arturo Pérez-Reverte. Ed. Alfaguara.
319 páginas. Tapa dura. Septiembre, 2023. Precio: 21,90 euros.