Camisa blanca, delgado, con las facciones muy marcadas y la barba
cerrada. Este es el retrato sucinto y apresurado de Sebastián Roa (“aragonés de
nacimiento y valenciano de adopción”, cosecha de 1968) que compagina su labor
como inspector del Cuerpo Nacional de Policía con la escritura de ficción, en
especial la novela histórica y, dentro de ella, el periodo medieval que le
atrae como una lapa y del que piensa que es muy poco conocido. Sebastián Roa
termina de publicar un grueso volumen, ‘La Loba de al-Ándalus’, editado por
Ediciones B, en el que nos habla de un personaje bastante ignorado en nuestro
país: El Rey Lobo, también llamado Lope, y cuyo nombre real fue en realidad
Muhammad Ibn Mardanis, que gobernó un pequeño reino independiente en las
cercanías del Mediterráneo entre los años 1147 y 1172.
Sebastián, tú eres abogado, inspector de
policía y ahora también escritor.
Bueno estudié Derecho pero no he llegado a ejercer la abogacía. En la
policía estoy desde los 21 años y lo de la escritura es una afición. Aunque no
tiene nada que ver, en mi trabajo me veo obligado a escribir frecuentemente.
Redacto informes, diligencias y otras muchas cosas y eso proporciona una cierta
soltura. Me gusta que mis escritos estén bien acabados.
¿Autodidacta o procedes de algún taller?
En principio soy autodidacta, pero cuando ya había publicado ‘El
caballero del alba’ acudí a un taller de novela histórica, impartido por el
escritor Santiago Posteguillo en Valencia, para mejorar mi estilo y creo que
acerté plenamente. Estoy convencido que es el dinero mejor invertido en mi
vida.
Has citado a Posteguillo que, además, ha
vertido palabras elogiosas sobre tu novela, ¿hay buen rollo entre los
escritores de género histórico?
Sí, sí que lo hay. Varios autores de novela histórica nos reunimos y organizamos
mesas redondas, coloquios y otras locuras propias de frikies de las letras.
Sobre Posteguillo sólo te puedo decir que es una persona estupenda, muy buen
tío. No me lo imagino teniendo mal rollo con nadie, ni como escritor, ni como
profesor universitario.
¿Tu dedicación al
género histórico esconde un afán divulgador?
Directamente no, porque carezco del afán de enseñar,
pero como a la hora de escribir aprendo cosas nuevas, las dejo caer por si a la
gente le apetece profundizar en su conocimiento. Creo que para enseñar la
Historia están los profesores, no los escritores.
¿Para escribir novela histórica, además de
documentarse, hay que mentir mucho?
Claro, todos los novelistas mentimos, somos
muy mentirosos. El escritor ha de rellenar aquellas lagunas históricas sobre las
que no existen noticias ni documentación, y hay que hacerlo con argumentos que
resulten plausibles para el lector.
Brevemente, ¿cuál
es el argumento de ‘La Loba de al-Ándalus’?
Es una novela desarrollada en el siglo XII, que
transcurre entre la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía y que nos habla de
un territorio que permanece olvidado, un reino musulmán aliado con algunos
reinos cristianos, que se enfrentó a la invasión almohade, un grupo musulmán que
quería recuperar al-Ándalus para su concepto radical del islamismo.
Y ¿cómo te
tropezaste con un personaje como el del Rey Lobo?
Lo encontré mientras me documentaba para
escribir ‘El caballero del alba’. El Rey Lobo saltó por sí solo y me llamó la
atención porque era un tipo desconocido, un libertino que chocaba con la
concepción tradicional que tenemos sobre los musulmanes. Cuando escribí ‘Venganza
de sangre’, que en parte transcurría en Valencia, fui a dar con el Palacio de
la Zaidía, construido por el Rey Lobo
para su hija la princesa Zaida. Al acabar estas dos novelas me fui derecho a
por él porque lo cierto es que le tenía ganas.
¿Los españoles
conocemos bien nuestro pasado, más en concreto, la Edad Media?
No, no conocemos bien nuestra Edad Media,
porque además consideramos esta etapa histórica como un solo bloque y este
enfoque no es correcto. Hay que tener presente que estamos hablando de un
periodo de mil años de duración, en el que el tiempo de los visigodos no tiene
nada que ver con la época de al-Ándalus. Hay mucho que saber y aprender,
especialmente todos los errores que se cometieron entonces para no repetirlos
ahora.
En la escuela, la
Edad Media nos la explicaron como una historia de buenos y malos, pero si
profundizamos un poco vemos que no era así, que había matices.
Cuando empecé a documentarme y a leer libros,
especialmente sobre El Cid, me enteré que tuvo enemigos cristianos y aliados
musulmanes. De este modo descubrí que no era solo una lucha de buenos contra
malos, algo que además es un relativismo moral que muchas veces nos conduce a
errores. También es verdad que cuando los nobles cristianos tenían problemas
dentro de sus propios reinos, a menudo recurrían a sus vecinos musulmanes para
solucionarlos. En la novela hablo de un reino musulmán que pidió ayuda a los cristianos
para luchar contra los integristas almohades que amenazaban su territorio.
En esto último, los
musulmanes no han cambiado mucho: de vez en cuando aparecen grupos integristas
que vuelven a la carga.
Sí, esta es una reivindicación que arranca
desde el origen del Islam. La tierra del Islam, el Dar-al-Islam, es aquel
territorio donde rige el Corán. Desde el momento que la Península Ibérica formó
parte del Dar-al-Islam, ellos creen que es para siempre. Por eso piensan que es
una tierra que han perdido y que deben recuperar. Hay musulmanes que se lo
toman más a pecho y otros que lo hacen con mayor tranquilidad. El
fundamentalismo religioso ha existido siempre.
Cuando alguien
escribe una novela de más de novecientas páginas, imagino que necesitará un
guión muy pormenorizado. A pesar de todo, ¿algún personaje o alguna situación han
tratado de romper ese esquema?
Esta es una buena pregunta. Efectivamente, me
tomo mucho tiempo para preparar el guión y lo tengo todo previsto con esquemas
y fichas, pero es verdad que en ocasiones algunos personajes se toman
libertades y que les dejo que vayan a su aire hasta un cierto punto. Hay que
ser un poco rígidos para que estas veleidades no tiren por tierra todo el
andamio que has preparado con tanto cuidado.
Hablando de
personajes hay muchos, pero tres particularmente sugerentes: la princesa Zobeyda;
Abú Amir, el preceptor de la princesa; y Álvar el Calvo, supuesto descendiente
de Álvar Fáñez, lugarteniente del Cid.
Zobeyda es una princesa especial. Aunque
desde luego no era lo habitual, llevaba una vida bastante libre. Su personaje
está inspirado en una poetisa granadina, Hafsa, que era noble y asistía a los
banquetes que organizaban los hombres. Abú Amir está basado en un ser real del
mismo nombre, al que yo he transformado porque necesitaba un personaje
simbólico habituado al bienestar y que
estuviera dispuesto a hacer lo necesario para no perderlo. Y, por último, Álvar
el Calvo, aunque hay problemas para identificarlo, tal y como señala el ‘Poema
de Almería’, es probable que fuese realmente el nieto de Álvar Fáñez. De él se
dice que era un guerrero fabuloso que irrumpía entre las filas de los
sarracenos quebrándolos con su maza.
Al leer la novela,
el lector se siente rápidamente atrapado, ¿cómo logras mantener su atención
durante tantas páginas?
Eso es gracias al trabajo previo del que te
hablaba antes. Cuando esquematizo no solo preparo lo que hacen los personajes,
sus caracteres y sus relaciones y transformaciones, también me preocupo de que
los núcleos de acción estén distribuidos equilibradamente para que el lector solo
tome entre esos núcleos un respiro mínimo, el indispensable, y no escape de la
lectura. Todo es pura planificación.
Has utilizado la
tercera persona, ¿el narrador omnisciente es la gran voz del registro histórico?
En verdad creo que es la más fácil. ‘El
caballero del alba’ lo escribí en la primera persona y tiene su parte bonita
porque empatizas más con los personajes, pero también tiene sus trabas porque
no te deja ser espectador directo. El narrador omnisciente te permite volar, te
da opción de meterte en la cabeza de los personajes y te permite mucho más
juego.
Antes has citado
que la ciudad de Valencia aparece frecuentemente en tus novelas, ¿es la capital
del Turia un buen escenario para el género histórico?
Desde que fue fundada por los romanos, por
Valencia han pasado todas las civilizaciones. Su devenir histórico contiene
momentos preciosos y ha participado activamente en la Historia de España y no
digamos en la época del esplendor de la Corona de Aragón, momento en el que alcanzó una importancia singular.
Cuando paseas por la ciudad, su historia te asalta a través de los nombres de
sus calles, de sus barrios o de los pueblos que la rodean. La verdad es que no
comprendo cómo no se ha escrito más sobre ella.
La última pregunta:
¿dónde queda Sebastián Roa en ‘La Loba de al-Ándalus?
Pienso que estoy repartido en todos los
personajes. Para construirlos he tenido que basarme en mis ideas, mis
experiencias y mi imaginación, incluso para caracterizar a los más abyectos.
SOBRE SEBASTIÁN ROA
Sebastián Roa (1968), aragonés de nacimiento y valenciano de adopción, compagina su labor en el sector público con la escritura. Alumno de Literatura Creativa de Santiago Posteguillo (2009) y miembro del grupo literario valenciano El Cuaderno Rojo, ha ejercido como jurado en varios certámenes de relato histórico (Historias de la Historia Medieval 2009 y 2010 y L’Iber 2011), y como colaborador en el taller de Novela Negra y Criminal de Luis Varela (Valencia, 2010). Asimismo ha participado como autor en las antologías de relatos Abretelibro 2008 y 2009.
Es autor de las novelas ‘Casus Belli’ (Delibrum Tremens, 2007) y ‘El caballero del alba’ (Delibrum Tremens, 2008). Su tercera obra, ‘Venganza de sangre’ (Tropo 2009, con prólogo de José Luis Corral; Ediciones B, 2012), fue la ganadora del certamen de novela histórica Comarca del Cinca Medio 2009 y en 2010 mereció el premio Hislibris al mejor autor español de novela histórica. En 2011 venció en el IX certamen nacional de relato histórico Álvaro de Luna con el relato medieval ‘Cantar de Altabella’.