Bertenev, el profesor Bertenev, viene hacia nosotros vestido de caqui, el color de los uniformes militares, el color de la guerra, y envuelto en una capa marrón. Camina, con las manos a la espalda, sobre un paisaje de abetos nevados y le acompaña un gato blancuzco, con profundos bigotes, orejas puntiagudas y collar al cuello. Ésta es, a grandes rasgos, la portada del cómic del que les hablaré hoy: ‘La guerra del profesor Bertenev’, publicado por Dolmen Editorial.
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Portada del cómic.
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Y ¿quién es Bertenev? Bertenev, el profesor Bertenev, es un soldado ruso que sirve en las filas del ejército del zar en la guerra que sostiene contra Inglaterra, la denominada Guerra de Crimea (1856). Pero Bertenev no es un soldado. Ni en cuerpo, ni en alma. Nadie más lejano a ello. El profesor, un maestro de escuela en realidad, es un ruso obligado a ir a la guerra para salvar su pellejo, ya que fue detenido en una redada desplegada por la policía zarista para desactivar una célula política a la que Bertenev pertenecía. Este grupúsculo editaba la revista ‘Moskva rêveur’, de clara tendencia subversiva para el régimen de Moscú. Gracias a la influencia de un alto dignatario, Bertenev será destinado a partir al frente para luchar contra el pérfido enemigo inglés, en lugar de ser encerrado de por vida o ejecutado como algunos de sus correligionarios de la revista.
Pero en una escaramuza, las tropas británicas destrozarán al ejército ruso formado mayoritariamente, según palabras del propio protagonista, por hombres a los que "se envía a luchar hambrientos, enfermos, sucios y sin instrucción. Y si no tienen valor para combatir, son ejecutados como traidores". Y como él no tiene ese valor, que se le supone y reclama, para cargar un cañón, calar la bayoneta o pegar tiros, en compañía de otro soldado, que morirá en la fuga, huirá a través del bosque, siendo capturado por el enemigo. Ahí, justo ahí, es cuando comienzan los buenos momentos de su vida y también los malos, ya que su antiguo superior, el capitán Golitivichef jamás olvidará su condición de desertor y tratará por todos los medios de eliminarle. Afortunadamente, la amistad del capitán inglés John Towsend abrirá para Bertenev un horizonte nuevo mientras dure la contienda e incluso después.
Alfonso Zapico, al que ya conocía de su anterior álbum ‘Café Budapest’, parece interesado en situaciones históricas concretas, momentos conflictivos que condicionan la vida de los protagonistas de sus álbumes. Si en su primer trabajo - ‘Café Budapest’, en realidad, es posterior a ‘La guerra del profesor Bertenev’, lo que ocurre es que en España se publicó antes -, el protagonista, Yechezkel Damanich, es un violinista judío que vive en Budapest antes de trasladarse a Palestina, donde se tropezará con los convulsos momento políticos que proceden a la proclamación del estado de Israel, al que sólo le preocupa su propia causa y la de los suyos, Bertenev es un tipo parecido, ya que su existencia nada tiene que ver con la guerra. Lo suyo es la enseñanza, oficio en el que se ha ganado una merecida fama, y la cultura un territorio que no admite fronteras. Yechezkel y Bertenev serán arrollados por el devenir histórico, que no conoce de particularismos personales, y de una manera u otra acabarán padeciendo sus consecuencias. Bertenev es un individuo único, con pocas cosas en común con los demás, despreciado por sus compatriotas, incomprendido por desertor, apreciado, sin embargo, por los ingleses, que se siente solo durante muchos momentos del álbum, hasta que encuentra la compañía del peculiar gato que le acompaña en la portada que describí al principio.
Desde el punto de vista estético, ‘La guerra del profesor Bertenev’ presenta un dibujo sencillo a la vez que amable, teniendo siempre presente el tema del que se trata. El protagonista, montado en sus gafas, su barba y su atuendo militar, es un tipo que pronto se granjea la amistad del lector (al igual que la de otros personajes que aparecen en la obra). Zapico es autor de guión y dibujo y, al contrario de lo que ocurría en ‘Café Budapest’, en este álbum, que conquistó el ‘Prix BD Romanesque de la Ville de Molins del año 2007’, el dibujante asturiano maneja el color. Y lo cierto es que, una vez visto el resultado final, se me antoja el complemento ideal para el relato. Sin duda, con el blanco y negro muchos matices emocionales de los rostros de los personajes, que el dibujante asturiano transmite con diversas tonalidades cromáticas, se perderían.
Como también ocurría en ‘Café Budapest’, Alfonso Zapico – su propia web, Zapiburgo, es buena prueba de ello – disfruta dibujando ciudades a vista de pájaro. Tiene buena mano para imaginar casas, almacenes, calles, iglesias, bosques y territorios aledaños. Gracias a esa habilidad ubicamos espacialmente a la perfección a los protagonistas de esta historia.
Termino con la esperanza de tener en breve un nuevo trabajo de Zapico que llevarme a los ojos. Según noticias que se leen por ahí, anda metido en algún proyecto que tendrá como protagonista a James Joyce. Que mi espera y la de los demás lectores sea lo más corta posible. Amén.
Herme Cerezo/Siglo XXI, 08/10/2010
‘La guerra del profesor Bertenev’ de Alfonso Zapico.
Dolmen Editorial, 2009
78 páginas, tapa dura, color. Precio: 19 euros.