Hay sucesos
microscópicos que, sin que nadie llegue a saberlo, pueden transformar el
universo por completo. Y hay renombrados acontecimientos históricos tan
fortuitos que habrían sido otros apenas hubiera cambiado la dirección del
viento. ‘El libro de los pequeños
milagros’ de Juan Jacinto Muñoz Rengel, editado por Páginas de Espuma,
es un muestrario de estos hechos grandiosos y minúsculos. Es un pormenorizado
catálogo de prodigios. Es un recorrido desde el fondo de nuestros cajones,
desde debajo de nuestras camas, desde el falso techo de nuestro dormitorio
hasta las galaxias más remotas. Es un bestiario, o lo que es lo mismo, un
manual de teología. O, para ser aún más exactos, un tratado de
micro-ciencia-ficción. O quizá no sea nada de esto en absoluto. Desde luego,
eso seguro, no es el libro que usted espera. Pero sí el libro con el que estaba
soñando. Con estos antecedentes, bajo estas premisas, pude conversar con Juan
Jacinto Muñoz Rengel en Valencia hace apenas un par de días, compartiendo el
café de la sobremesa. Al lado nuestro, una pareja, chico-chica, dejaba de comer,
de hablar y de mirarse, y pegaba la hebra para ver qué pequeño milagro estaban obrando
dos tipos hablando de literatura, con una grabadora en medio, sentados a la
mesa de un céntrico restaurante a primera hora de la tarde.
Juan Jacinto has pasado del cuento y la novela al microrrelato: ¿lo has
hecho por higiene literaria o para superar un reto?
Hay un poco de ambas cosas. Por
un lado, yo me siento narrador, no poeta ni columnista. Me gusta la ficción.
Dentro de ese matiz, pienso que por una cuestión de principios he de estar en
forma para trabajar en distintas distancias y resulta estimulante aceptar retos
diversos, incluso aunque luego no regreses nunca al género que has trabajado.
Creo que yo me voy a quedar con todos los géneros porque todos tienen ventajas.
Con los tres formatos, cuento, novela y microrrelato, se puede dejar una huella
en el lector, otro de mis objetivos. Por otro lado, el microrrelato se puede
escribir en cualquier parte y eso, creativamente, es muy refrescante porque te
quitas las cadenas que atenazan la imaginación. Con el microrrelato me he
soltado mucho más como escritor.
Lo primero que llama la atención de ‘El libro de los pequeños milagros’ es la edición tan cuidada.
El editor ha trabajado mucho la
edición durante el verano. Hemos escogido el color verde como tono predominante
porque es el color del monstruo, del marciano, del “perriquito” que figura en
la portada y de los títulos interiores. La portada es importante porque es
bastante fiel a lo que el lector va a encontrar en el interior del libro. Otras
portadas solo actúan como reclamo y esta también es un reclamo pero, insisto,
es un buen reflejo de lo que es el libro porque la misma imagen es un pequeño
milagro.
Has dividido ‘El libro de los pequeños milagros’ en tres partes.
Sí, lo he dividido en tres partes
porque creo que lo hacía más coherente y no quería que se escapase el
bestiario. Todo está planteado como un juego y así todo encajaba mucho mejor.
La selección ha sido muy minuciosa y hay algunos relatos que se han quedado
fuera y otros que se han incorporado al libro. Las contradicciones que existen
están trazadas conscientemente, incluso el hecho de que el título completo del
libro sea más largo que alguno de los microrrelatos que contiene. También he
buscado el contraste entre los relatos, quería que se mezclasen, que no hubiera
dos relatos juntos parecidos, para que el efecto se intensifique. Deseaba sorprender
al lector, refrescarle el paladar después de cada relato.
Hablando de los microrrelatos, ¿los concebiste desde el principio como
libro o la idea de juntarlos llegó después?
Los primeros microrrelatos fueron
un poco azarososos. Tenía muchos y un buen día vi que había material suficiente
para un libro y traté de darle una forma más estudiada. La parte alienígena estaba muy completa, luego
descubrí los relatos de las bestias y traté de ir equilibrando los contenidos.
Por último, fui llenando el vacío que pudiera existir con nuevos textos.
¿El microrrelato es como un virus que se inocula en el lector para que su
imaginación lo complete, mientras que la novela es un género que se lo da todo
mucho más mascado?
Con las novelas también hay que
intentar conmover y marcar, pero es verdad que todo está como más hecho, porque a medida que vas
leyendo aumentas la información que suministras, y su final puede ser más o
menos abierto. En un microrrelato el lector ha de continuarlo y acabarlo. El aficionado
a las novelas que se enfrenta a un libro como este, al principio puede
rechazarlo. Ha de entrar en el juego, un juego del que las contradicciones
forman parte. Lo ideal para leer este libro es hacer pausas para digerir y
sacar todo el jugo posible de cada microrrelato. Así es como la semilla del
texto florece en la cabeza del lector. Este libro ayuda a imaginar, es un
compendio de ideas, es un poco un libro-taller.
¿Existe algún paralelismo entre un microrrelato y un aforismo?
Tiene mucho en común con el
aforismo y también que con la poesía. El aforismo es un poco microrrelato. Seguro
que en un libro de microrrelatos se cuela algún aforismo y al revés. El relato
es más descriptivo porque siempre cuenta una historia aunque sea breve, mínima,
mientras que el aforismo se queda en una imagen o en un pensamiento ingenioso.
Pero insisto, en más de una ocasión se van a solapar.
En una novela suele ser más fácil localizar dónde se esconde el autor,
pero ¿dónde está Juan Jacinto Rengel en estos microrrelatos?
Creo que estoy en todos. Con
estos microrrelatos he quedado más dibujado de lo que yo quería. Entre mis dos
anteriores novelas, la gente no veía puentes que las comunicaran porque no
tenían nada que ver: una era de humor y la otra más seria, filosófica y
desasosegante. Sin embargo, ahora si sumas este libro a todo lo anterior
consigues una idea más general. Yo tengo una serie de obsesiones que se repiten
y que ahora se ven mucho más. En ‘El libro de los pequeños milagros’ he
intentado ser fiel a las cosas que me preocupan y he rellenado los huecos que
me faltaban. En un principio, uno se deja la piel en la novela pero con los
microrrelatos pueden extraerse más conclusiones. Es posible que más adelante,
estos relatos, con otros planteamientos y mayor extensión, me permitan volver a
tocar ciertos temas.
Antes de leer ‘El libro de los pequeños relatos’ uno puede, o no, creer
en Dios, ¿y después?
No es un libro muy devoto. Creo
que tiene un punto de vista bastante escéptico. Nos movemos entre alienígenas y
otras criaturas que no tienen nada que ver con Dios. Es verdad que ciertos
relatos tratan de la religión y que algunos otros hablan de un posible dios
creador como hipótesis, pero se trata más de un juego intelectual que de otra
cosa, de imaginar posibilidades pero sin creer en ninguna. En el fondo hay
reflexión sobre los teísmos, es como cuando nosotros creemos en un solo dios
pero en Semana Santa todo se llena de muchos dioses, cristos y vírgenes de
nombres muy diferentes. Los pequeños milagros del libro son otros, los que
hablan de monstruos, de cosas sobrenaturales y que a la vez son domésticos y
pequeños, los que pueden hacer que uno de nosotros pueda perder la vida en un
momento dado. Todas estas cosas están a nuestro alrededor pero no las vemos. El
libro pretende darles el protagonismo que les corresponde, porque el
microrrelato permite mirar estas cosas con lupa.
El sexo, que también aparece por el libro, ¿es el origen del universo?
Bueno si entendiéramos por sexo solo
la química, entonces sí. Pero creo que el origen del universo es otro y el sexo
es una de las variantes de cómo originar algo. En el universo todo se mueve por
contacto y reacción y el sexo solo es una forma más. Hay tantas posibilidades
que, por ejemplo, realmente podríamos concebir sin que hubiera nada más que
electricidad, con lo que el sexo sería
algo marginal. Lo que es fundamental es el contacto y la relación, el resto es
pura imaginación.
En el libro no hay animales, pero sí muchas bestias, ¿qué diferencias literarias
hay entre animales y bestias?
Bueno hay algún microrrelato de
animales como el titulado ‘Ah, las fábulas’, pero habla de animales que se
quedan un poco atrás, porque realmente el animal se ha quedado en la fábula de
Samaniego: un animal corriente que simboliza probablemente a una persona. Las
bestias que yo reúno en el libro tienen un componente más metafísico o de
ciencia-ficción. Hay unas que son más ordinarias, domésticas, que pueden
convivir con nosotros, pensadas al estilo de Perucho o de Cortázar, que eran
capaces de sacar monstruos de la nada, de nuestro entorno más íntimo. Y hay
otros que tienen un contenido más metafísico, que entroncarían más con el Borges
del ‘Libro de los seres imaginarios’. Borges trataba con todo tipo de
monstruos, les añadía su pátina y los volvía filosóficos. Precisamente ese
contenido es lo que creo que hace que, al final, le rebote el texto al lector.
Para terminar: ¿cómo te gustaría que se considerara tu libro: como de
cabecera o de usar y tirar?
A cualquier escritor le gusta que
se queden con su libro más tiempo. Quisiera creer que hay microrrelatos en el
libro que se tienen que releer. Hay relatos más ligeros y de sonrisa fácil,
pero hay otros cuya relectura te permite descubrir claves nuevas. Un
microrrelato es un texto muy concentrado, que contiene mucha información en un
espacio mínimo y cuando el lector lo diluye consigue deglutirlo y comprenderlo
mejor.
SOBRE JUAN JACINTO MUÑOZ RENGEL
Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974) es autor de las novelas ‘El sueño del otro’ (2013) y ‘El asesino hipocondríaco’ (2012), del relato largo ‘PINK (2012)’ y de los libros de cuentos ‘De mecánica y alquimia‘ (2009), Premio Ignotus al mejor libro de relatos del año, y ‘88 Mill Lane’ (2006). Además, ha coordinado y prologado las antologías de narrativa breve ‘La realidad quebradiza’ (Páginas de Espuma, 2012), ‘Perturbaciones’ (2009) y ‘Ficción Sur’ (2008). Como autor de relato ha recibido más de cincuenta premios nacionales e internacionales y ha sido incluido en las dos antologías de referencia de su generación: ‘Pequeñas Resistencias. Antología del nuevo cuento español’ (Páginas de Espuma, 2010) y ‘Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español’ (2010).