Edmundo Díaz Conde ha
conquistado el Premio de Novela Ateneo de Sevilla 2015 con su obra ‘El hombre
que amó a Eve Paradise’, un relato de besos y tiros en el Chicago de la Ley Seca.
Se trata de una novela negra que, sin embargo, revela aspectos inéditos sobre John
Frank Hickey, primer asesino en serie conocido, anterior a Jack el Destripador,
y la casi desconocida emigración española a Estados Unidos a comienzos del
siglo XX. Su protagonista, Eve Paradise, es una diva del cine mudo que crea
escuela. Rubia, atractiva, carismática y con un encanto inexplicable, es una
mujer valiente, pero sensible, que se ve afectada por los crímenes de sus
amantes y la investigación que se lleva a cabo para esclarecerlos.
Entrevistar a Edmundo Díaz
Conde significa invertir unos minutos en buena compañía y mejor conversación. Y
eso ocurrió en el Hotel Vinci Lys de Valencia hace unos días. Para el escritor
orensano alcanzar el Premio Ateneo de Sevilla ha supuesto aprobar una
asignatura pendiente, ya que «fui finalista en el año 2001 y ganarlo ahora,
tantos años después, representa un orgullo. No solo me siento agradecido al
jurado, sino también a la ciudad de Sevilla, que me ha tratado muy bien desde
que me trasladé a vivir allí en el año 1997».
El origen de la historia que
motiva la escritura de ‘El hombre que amó a Eve Paradise’ es bastante curioso.
«Una señora, que se llamaba Esperanza, mujer de gran corazón, antes de morirse me
contó la historia de su abuelo, quien en 1911 hizo una travesía hasta Hawái
formando parte de un grupo de emigrantes españoles. Me entregó un pasquín de
aquella época en el que se pedía trabajadores para la recolección de caña de
azúcar en Hawái. Buscaban mano de obra barata, pero la querían europea, porque
consideraban que los europeos estaban acostumbrados a unas condiciones
climatológicas parecidas a las norteamericanas». Esta emigración, como tantas
otras cosas, es un episodio poco divulgado de la Historia de España. «Es muy
desconocida, tanto que la llamaron la emigración invisible. En total se embarcaron
ocho mil ochocientas personas. Hawái no solo era su puerto de destino, sino
también un puente para pasar al continente americano. Cuando los emigrantes
comprobaron que las condiciones de vida no eran tan buenas como las prometidas,
algunos regresaron y otros dieron el salto a los Estados Unidos».
El título, ‘El hombre que
amó a Eve Paradise’ suena muy cinematográfico y remite, sin duda, a un clásico
de la filmografía norteamericana: ‘El hombre que mató a Liberty Valance’. «Esa
es una de mis películas favoritas y me ha servido de inspiración. Me parecía
muy adecuado porque Eve Paradise, la protagonista, ya cobraba toda su
importancia desde el principio, desde la cubierta misma. Por otro lado, el
título refleja que se trata de una historia de crimen y besos, como es la
novela. El amor y la violencia sobrevuelan toda la historia, especialmente en
lo referido a la atmósfera de Chicago en la época de las prohibiciones, los
gángsters y la Ley Seca». Cada capítulo, además, está subtitulado, lo que
supone un esfuerzo considerable para cualquier autor. «Me he planteado la
novela como una sucesión de pequeños desafíos y siempre me gustó poner títulos
para cada capítulo y pensarlos detenidamente. He pretendido que el temperamento
meridional español se conjugase con la forma de ser estadounidense, tan
laboriosa y puritana». Para Edmundo Díaz Conde la novela se adscribe al género
negro, pero con matices. «Es una novela de género negro, porque el cauce
principal por donde discurre la intriga es una sucesión de crímenes. A partir
de ahí surgen otros temas colaterales como la hipnosis, el amor y el sexo, porque
a Eve, la protagonista, le gusta acostarse con hombres jóvenes. En este
sentido, la novela contraviene una de las limitaciones del género negro como es
el machismo, porque aquí la protagonista es quien ejerce de hombre».
‘El hombre que amó a Eve
Paradise’ está narrada en tercera persona. «Al principio tuve algunas dudas,
pero no demasiadas. Se trataba de una historia de estructura dificultosa y
complicada, donde había que contar muchas cosas. Y yo pretendía que al lector
le resultase de lectura ágil y rápida, que no descubriese todo el trabajo que se
esconde debajo del texto. Para conseguirlo necesitaba dotarme de una buena
capacidad de maniobra y de los mayores recursos literarios posibles. Sin duda,
la tercera persona me ofrecía la amplitud de miras que precisaba para lograrlo».
El Chicago del primer tercio
del siglo XX es un lugar especial, con un ambiente muy concreto, archiconocido.
«Son años muy particulares para esta ciudad norteamericana. En contra de lo que
se pueda pensar, el cine como industria nació en Chicago, no en Hollywood. Ese
era otro de los motivos que me movía a ubicar allí la novela, porque me
permitía narrar las pasiones candentes que viven los personajes. Y no podemos
olvidar el mundo del hampa, porque Al Capone dominaba sus calles. En
definitiva, se trata de una ciudad que se erige también como protagonista en la
novela y yo, como español, quería enfocarlo a mi manera, ofrecer una imagen muy
distinta del Chicago que vemos en las películas estadounidenses». Como suele
ocurrir en este tipo de novelas fronterizas entre el registro negro y el
histórico, localizar la documentación adecuada resulta laborioso. «El proceso
de documentación previo ha sido importante y
escalonado. Los temas que aborda el libro, la emigración española, la hipnosis
y los gángsters exigen conciliar lo real con lo novelesco para introducir una
peripecia dentro de un marco histórico real. Pero todo está rigurosamente
documentado, hasta los detalles más pequeños». En ocasiones, el trabajo
investigador obtiene su recompensa, como le ha sucedido a Díaz Conde. «Aunque
es siempre cuestión de suerte, al documentarse uno encuentra perlas en su
camino y una de ellas fue tropezar con John Frank Hickey, “El Asesino de la
Tarjeta Postal”, el primer asesino en serie conocido, anterior a Jack The
Ripper. Asesinos de este tipo ha habido siempre, pero antes se les llamaba
depredadores o simplemente criminales. El término de asesino en serie es más
moderno, procede de los años setenta y fue acuñado por el FBI. Hickey fue un
tipo especialmente cruel, que asesinaba niños y después enviaba a sus padres
una postal explicando por qué los había matado y donde se encontraba el
cadáver».
Al
autor galleo parece que le fascina la gente de mal vivir. En su anterior novela,
‘El príncipe de los piratas’, trataba de corsarios y filibusteros y en esta de
gángsters. «Creo que a la gente, en general, le resulta más sugestivo ese tipo
de personajes que arrastra pasiones oscuras, que el que no las tiene. Decía
André Gide que con buenos sentimientos no se escriben buenas novelas y por eso
me atraen también estos tipos, sin olvidar que todos ellos tienen, por
supuesto, una cara be, donde dan rienda suelta a sus sentimientos».
Cerramos la entrevista regresando a dos aspectos de los que ya hemos
hablado a lo largo de la conversación. Por un lado, la hipnosis. «La hipnosis
me daba mucho juego para la novela, siempre subordinada como herramienta a la
investigación de los crímenes. Me enteré de que en el año 1894 George du Maurier
escribió una novela titulada ‘Trilby’, que fue un auténtico bestseller, sobre
una cantante que actuaba hipnotizada. La idea me venía perfecta y pensé que
debía aprovecharla». Y por otro, el amor erótico. «Eve Paradise tiene treinta y
tantos años, es una estrella rutilante y ejercerá la prerrogativas que su
puesto social le permiten. A través de sus relaciones, he querido hablar del
erotismo y el sexo, que ocupan un lugar destacado en la trama, haciéndolo con
delicadeza pero sin rubor».
SOBRE EDMUNDO DÍAZ CONDE
Edmundo Díaz Conde nació en Orense en 1966. Se licenció en Derecho, carrera que, por convicción, no ha llegado a ejercer jamás. Ha trabajado como asesor editorial y colaborado, entre otras publicaciones, con ‘El Correo de Andalucía’ y la revista cultural ‘Mercurio’. Residió en Orense, Santiago de Compostela, Madrid y, actualmente, en Sevilla. Su primera novela, ‘Jonás el estilita’ mereció el III Premio Ciudad de Badajoz. Su siguiente obra, ‘La ciudad invisible’, fue finalista del Premio Ateneo de Sevilla en el año 2001. A estos títulos le siguieron ‘El club de los amantes’, ‘El veneno de Napoleón’ (finalista del Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio 2008) y ‘El príncipe de los piratas’, publicada en 2013.
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