El miércoles 8 de marzo, Ricardo Menéndez
Salmón pasó por Valencia para presentar su nueva novela, ‘El Sistema’, editada
por Seix Barral, con la que se ha alzado con el Premio Biblioteca Breve 2016. Escrita
en Alemania, donde gracias a una beca ha permanecido escribiendo durante un
año, ‘El Sistema’ destila una sensación de opresión y vacío, quizá atribuible a
esta ausencia de su tierra asturiana. El argumento nos habla de que, en una
época futura, nuestro planeta se ha convertido en un archipiélago en el
que conviven dos fuerzas: los Propios, súbditos de las islas, y los Ajenos,
desterrados tras disputas ideológicas y económicas. Dentro del Sistema existe
una isla llamada Realidad, donde el Narrador vigila la probable aparición de
los enemigos del orden. Pero a medida que éste se agrieta y el centinela pierde
sus certezas, el Narrador se convierte en un hombre peligroso, en un pensador
incómodo. La novela, que algunos califican de distopía, combina lo íntimo con
lo político, la alegoría con la investigación metafísica, en la búsqueda de un
relato que permita interpretar la complejidad del mundo e incluso la
exploración de un futuro posthumano.
Ricardo, en primer lugar, enhorabuena por el
premio.
Gracias.
¿Qué significa
para ti ganar un Premio como el Biblioteca Breve: mayor visibilidad, comprar
tiempo para escribir…?
Creo que ambas cosas, decir lo contrario
sería mentir. La parte económica compra tiempo, como dices, y el hecho de que
el Biblioteca Breve sea un premio vinculado a mi editorial abre la posibilidad
de que otras personas se interesen por mi obra. Este premio, en su primera
etapa dorada, está lleno de autores que fueron decisivos en la literatura
hispana. Esperemos que los que en esta segunda época lo ganemos, lleguemos a
ser tan importantes como Caballero Bonald, Marsé o Juan Benet entre otros. Lo
cierto es que tenía que presentar al concurso una novela de la que pudiera
sentirme realmente satisfecho a nivel de escritura, sin ninguna sombra, y ‘El
Sistema’ lo es.
Es la primera vez que visitas Valencia para
promocionar una novela, así que esta pregunta es obligada: ¿qué significa para
ti escribir?
A esta cuestión siempre respondo con unas
palabras de Rilke, extraídas de su libro ‘Cartas a un joven poeta’: «Escribir
para mí es una necesidad, es el modo de expresión para dar fe de lo que soy y
del mundo que me ha tocado vivir». Soy una persona que, si algún día ve que la
literatura se ha convertido en un oficio y que ya no siente la necesidad de
escribir, contempla la idea de dejarlo. Creo que es mejor callarse que seguir escribiendo.
Vivimos un mundo editorial en el que muchos escriben no porque lo necesitan,
sino por razones mucho más perversas y en este sentido hacen un flaco favor a
lo que ha significado su propia obra.
¿Cuál es la imagen
o el momento en que ‘El Sistema’ comienza a bullir en tu mente?
Funciono como deben funcionar los poetas: el
primer impulso es una imagen, que se me impone en mi cabeza, que no termina de
abandonarme y me hace sentir la necesidad de ponerla negro sobre blanco. En
este caso, lo primero que surgió fue la visión de un hombre que espera ante un
horizonte, que es el mar. El mar se anuncia como frontera, como paisaje y ese
hombre está mirando porque sabe que hay algo que va a llegar. Yo vivo en Gijón
y supongo que mi horizonte cotidiano tiene bastante que ver con esto.
El Narrador, con
mayúscula, es un tipo que vive y desarrolla su trabajo solo. La soledad juega
un papel muy importante en la novela.
En la obra pesa mucho esta idea de inminencia.
Desde el principio tuve claro que ‘El Sistema’ era una novela de pocos
personajes, colocados en situaciones límite. Incluso podría ocurrir que no sucediera
nada, que eso también es un límite. Creo que hay muchas razones por las que la
soledad pesa mucho en la historia y se debe a que la voz narrativa está muy
singularizada. Nos fiamos de esa voz y ella nos acompañará hasta el desenlace
final.
‘El Sistema’ tiene
un innegable tono de parábola, ¿por qué?
Creo que la novela está muy ligada al aquí y
al ahora y quería establecer una cierta distancia, ya que vivimos una realidad
muy veloz, urgente y mutante. Deseaba adelantarme un poco al calendario y
mostrar cosas que ya están sucediendo en la actualidad a través del filtro de
la parábola, de la fábula, de la alegoría…Y pretendía que no fuera de un modo completamente
explícito, sino que admitiera claves interpretativas de otro orden.
En un pasaje de la
novela se dice que la literatura simplemente «se tolera», ¿pero El Sistema no
puede evitar que el Narrador reflexione a través de su escritura?
Para mí es una posición de principio. Yo
estoy comprometido con un tipo de literatura que hace de la reflexión su
sustrato, su convicción más íntima. Sé que desde que la Literatura forma parte
de un entramado industrial, el mercado editorial, una inmensa parte de lo que
se escribe en mi ánimo no merece ese nombre, porque es una banalidad, una
intrascendencia. Pero sigo creyendo que existe ese refugio donde hay un puñado
de escritores comprometidos que piensan en una literatura que se convierte en
un enorme mecanismo de inquisición. En su libro ‘Verano’, Coetzee decía que el
escritor es un tipo que redacta expedientes acerca de la naturaleza humana. Es
una acepción que me gusta mucho.
Aunque ‘El
Sistema’ es novela de política-ficción, sin embargo, hay indicios que parecen
indicar que el país anónimo donde se desarrolla la acción es España.
Sí, obviamente, aunque la novela puede leerse
en clave distópica o ucrónica, el punto de partida del que se nutre es el aquí
y ahora. Desde luego ‘Realidad’, la isla madre desde la que arranca el libro,
es España y a poco que uno conozca Asturias sabrá que Sustancia 16 es mi
región.
El Narrador
reproduce partidas de ajedrez, no tiene rival con quien enfrentarse y tampoco
lo busca, y además es filatélico. Un juego de estrategia y una afición que
representa el testimonio de un mundo pasado, ¿por qué has escogido precisamente
estos dos entretenimientos?
Son dos pasiones mías. Por un lado está la
idea del ajedrez como juego de juegos, que ha mantenido su rigor a lo largo del
tiempo, que aún hoy se sigue practicando, a pesar de que compite con juegos de índole
muy diferente, que ha afectado a todas las culturas y que conlleva una metáfora
de la propia vida. Y por otro lado, el tema de la filatelia me fascina, porque
leyendo los sellos uno puede reconstruir la historia en buena medida y me atrae
la idea de que un objeto tan frágil, tan fácil de destruir, haya demostrado ser
tan poderoso y sobrevivido a cambios muy profundos.
‘El Sistema’ no es
novela de improvisaciones, sería difícil construir un texto como este sin un
guión previo, bien meditado, ¿Ricardo Menéndez Salmón es el mismo ahora que
cuando comenzó a escribirla?
No sé si al acabar la escritura sale otro
Ricardo Menéndez Salmón o no, pero desde luego sale otra novela. En el proceso
de escritura siempre se pierden cosas, porque las novelas son siempre más
perfectas en la cabeza del escritor que cuando pasan por sus manos. El belga Maurice
Maetelinck decía que el escritor es como un buzo que se lanza al mar porque sabe
que hay un tesoro en el fondo y que, cuando consigue sacarlo a la superficie,
observa que es un pálido reflejo de lo que él pretendía que emergiera. Yo
aspiro a que en ese tránsito se pierda lo menos posible y a que el resultado
final se aproxime mucho a la idea inicial. En este sentido, con ‘El Sistema’ me
encuentro bastante satisfecho, porque creo que se parece bastante a lo que
imaginé en su momento. Volviendo al principio de tu pregunta, siempre hay un
proceso de aprendizaje en la escritura, que tiene mucho que ver con su propio
oficio y con las experiencias. Uno sale cambiado de alguna manera de los libros
que ha escrito, porque en el camino ha descubierto cosas nuevas.
Deduzco de tus
palabras que hay un cierto riesgo de decepción al acabar una novela.
Sí, yo siempre lo he percibido, de hecho me
cuesta mucho releer mis libros porque me siento un poco decepcionado, ya que
como te decía antes uno no logra trasladar al papel toda la intensidad de la
historia que guardaba en su cabeza. Pero creo que ese es el peaje que hay que
pagar como escritor y hay que aceptarlo como una parte de la creación literaria.
’El Sistema’, que
está dividido en tres partes, varía de voz narradora: hay un narrador en
tercera persona, otro en primera, un tercero en segunda y, por último, un
narrador omnisciente, ¿a qué se deben esos cambios?
En la novela, si te das cuenta, la escritura
es el lugar de toma de conciencia. A través de ella el Narrador descubre que
las cosas no son como se las habían contado. Por tanto, la escritura es el
lugar de dilucidación, de aclaración, de desvelamiento, de quitar los velos y
mostrar la realidad. Aparecen las tres personas del singular, yo, tú y él,
porque narran las cosas de modos distintos. La tercera persona es más forense,
notarial; la primera aporta un modo subjetivo; y la segunda tiene algo de
apelación a alguien que se encuentra fuera del texto. El narrador omnisciente
cierra la obra, porque me servía para que ese yo, esa voz individual del comienzo,
se convirtiese en un personaje colectivo.
La novela también
toca el tema del miedo y habla de las máscaras, de las que afirma que infunden
más temor que el propio miedo.
Pienso que esta es una evidencia que todos
hemos tenido. En muchos casos, las máscaras o los filtros están concebidos precisamente
para aterrar, conmover, perturbar… Cuando vemos el rostro real de las cosas,
tras caer la máscara, podemos sentir más o menos miedo, pero la máscara es
siempre una mediación para mostrar la realidad tal y como no es. El miedo
infantil, por ejemplo, siempre es un miedo enmascarado, porque el miedo
necesita encarnarse en figuras. Sinceramente creo que, desde el cambio de
milenio, vivimos como una especie de ideología del miedo y de la sospecha. Los
miedos han cambiado de rostro: la gripe aviar, las vacas locas, el terrorismo, y
existe como una especie de mutación de la máscara que nos aterra, porque al
final no podemos olvidar que el miedo es uno de los grandes medios de control y
necesita adoptar máscaras diferentes en cada momento.
Terminamos por
hoy. Aunque algunos críticos opinan que en ‘El Sistema’, Kafka o Borges están
muy presentes, detecto también otras voces en sus páginas, como las de Anthony
Burgess, Ray Bradbury y Philip K.Dick, ¿son figuraciones mías o están presentes?
Por supuesto que están y también podemos
añadir los hombres de Ballard y de Stanislav Lem. Creo que siempre ha habido un
descrédito hacia los escritores que escriben ciencia-ficción o novelas de
anticipación, es como si pertenecieran a una segunda categoría. Sin embargo,
los autores que mencionas son tipos que supieron leer con enorme lucidez las
claves del mundo que les correspondió vivir y en muchos de ellos se encuentran
las claves interpretativas de su tiempo. Dick y Ballard son autores muy
importantes en el siglo XX, porque se asomaron a temas centrales de su época
como el culto a la muerte tecnológica y el impacto de la publicidad y de la
tecnología en la vida cotidiana. Para mí son escritores fundamentales, pero
arrastran ese sambenito al que aludía antes.
SOBRE RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN
Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) es licenciado en Filosofía por la Universidad de Oviedo. Escribe en los diarios ABC y La Nueva España, y en las revistas El Mercurio y Tiempo. Autor de un singular libro de viajes, ’Asturias para Vera’ (2010), ha publicado los libros de relatos ‘Los caballos azules’ (2005) y ‘Gritar’ (2007 y 2012), y las novelas ‘La filosofía en invierno’ (1999 y 2007), ‘Panóptico’ (2001), ‘Los arrebatados’ (2003), ‘La noche feroz’ (2006), la denominada ‘Trilogía del mal’ —que incluye ‘La ofensa’ (2007), ‘Derrumbe’ (2008) y ‘El corrector’ (2009)—, ‘La luz es más antigua que el amor’ (2010), ‘Medusa‘ (2012) y ‘Niños en el tiempo ‘(2014). Su obra ha sido traducida al alemán, al catalán, al francés, al holandés, al italiano, al portugués y al turco. Writer in residence en la Bogliasco Foundation, ha merecido el Premio a la Excelencia Artística del Gobierno de Baviera en la Internationales Künstlerhaus Villa Concordia de Bamberg. Menéndez Salmón ha visto reconocida su escritura con numerosos premios. Son estos: Premio de la Crítica de Asturias (2003) y Premio Juan Rulfo de Relato por ‘Los caballos azules’; Premio Internacional de Relatos Cortos «José Nogales» (2005) por ‘Gritar’; Premio Casino de Mieres de Novela (2006) por ‘La noche feroz’; Premio Librería Sintagma XXI (2007) y Premio Qwerty de Barcelona Televisión por ‘La ofensa’; Premio de la Crítica de Asturias (2008) por ‘Derrumbe’; Premio de la Crítica de la Feria del Libro de Bilbao (2009) por ‘El corrector’; Premio Cálamo «Otra mirada» (2010) por ‘La luz es más antigua que el amor’; Premio Llanes de Viajes por Asturias (2010) para ‘Vera’; Premio a la Excelencia Artística del Gobierno de Baviera (2014); Premio Las Américas (2015) por ‘Niños en el tiempo’; y Premio Biblioteca Breve (2016) por ‘El Sistema’, su última novela.
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