Reyes Calderón acudió a Valencia
para participar en el evento policíaco Valencia Negra. Poco antes de su intervención en el mismo, pudo dedicar unos minutos a conversar sobre su última novela, ‘Dispara a la luna’, una nueva entrega protagonizada por la juez Lola MacHor, que ha permitido a la escritora vallisoletana alzarse con el Premio Azorín 2016. En esta ocasión, MacHor recibe un esemese de Juan Iturri, inspector de la Interpol de Lyon. Son sólo
dos referencias enigmáticas, pero su instinto le asegura que Iturri se
encuentra en peligro. Al mismo tiempo, en la Presidencia del Gobierno se recibe
una carta, con el sello de la Organización, en la que se reivindica el
secuestro del inspector. Junto a sus exigencias, la banda anuncia su muerte en
una semana si no se cumplen sus demandas. A partir de ahí, la juez se implicará
en el caso y participará en la búsqueda del secuestrado.
Reyes, en primer
lugar enhorabuena por el Premio Azorín, ¿qué significa para ti haber conseguido
este galardón?
Este premio es
especial entre otras cosas porque lleva el nombre de un gran escritor, Azorín,
cosa que no ocurre con otros concursos. Ganarlo es como seguir una tradición
literaria, algo muy bonito. Para mí, además, significa el reconocimiento de que
yo iba en serio cuando empecé a escribir. Nadie creía en mí como escritora, me
rechazaban los manuscritos que enviaba a las editoriales y ahora ya veo el pico
del monte hacia el que camino con mis novelas.
¿Al Azorín te presentan o te presentas?
No, no, te
presentas tú. Yo envié la novela con un seudónimo equivocado, Fernando Lasalle,
ya que desconocía que en la Comunidad Valenciana había un político vinculado a
cultura, cuyo apellido coincidía con mi seudónimo y podía producir
malentendidos. Después, para disfrazar la novela, cambié el nombre de los
protagonistas, que solo se restituyó en el momento en que se hizo oficial el
fallo del jurado.
Jorge Zepeda ganó el Planeta, Víctor del
Árbol el Nadal y tú, ahora, has sido premiada con el Azorín, ¿significa eso que
el género negro empieza a tenerse en consideración en nuestro país?
Nunca he
entendido por qué se considera un género. En Estados Unidos sí que lo es,
porque allí importa mucho el volumen de sangre y la forma en que se ha cometido
el crimen. Agatha Christie tramaba muy bien sus novelas y perfilaba
perfectamente sus personajes y todo eso es narrativa pura. Creo que en España
se va teniendo en cuenta que matar no es suficiente y que dentro de esta
condición humana también se puede escribir buena literatura. El día que estas
novelas dejen de considerarse como un género se solucionará todo. Mientras
tanto, este premio contribuye a ello.
‘Dispara a la luna’ comienza con Lola
MacHor esposada, una escena, cuanto menos curiosa, la de una juez con las
manillas puestas, buen gancho para atraer la atención del lector, sin duda.
Es cierto [ríe
Reyes Calderón]. La verdad es que dudé bastante, porque hasta la página
cincuenta el lector no sabe nada de lo que ocurre, solo recibe información y
datos cuya procedencia desconoce. Me divertía mucho atrapar al lector sin
contarle nada, porque nadie tiene por qué conocer a Lola MacHor, pero al mismo
tiempo constituía un riesgo, porque si no le enganchas antes de las treinta
primeras páginas se te ha ido para siempre. Sin embargo, creo que al final,
después de muchas versiones de este comienzo, cargado de sentido del humor, he
conseguido captar su atención.
¿En un caso sobre terrorismo, que les puede
afectar muy directamente, los jueces, policías y guardias civiles son capaces
de comportarse con la suficiente frialdad y método para llevar la investigación
adelante, como si se tratarse de un asesinato cualquiera?
Es algo muy
curioso y que me llamó mucho la atención, porque los dos agentes, que me
atendieron mientras me documentaba, habían contribuido a esclarecer el secuestro de Ortega Lara y todo
el tiempo les vi con una serenidad tremenda. Sabiendo lo que tenían entre manos,
yo les preguntaba cómo eran capaces de llevar una vida normal con su familia y
amigos durante la investigación. La respuesta fue muy clara: o se comportaban
normalmente fuera de su trabajo o no podían pensar en los pormenores del caso.
Desarrollaban el procedimiento previsto para estas situaciones, sin el cual la
probabilidad de éxito, según me dijeron, es muy baja.
¿A la hora de escribir qué te interesa más:
el proceso de investigación y creación que conlleva o la escritura por sí
misma?
Mi abuelo
modelaba caras en arcilla y, cuando todavía no había nada, se le veía un rostro
distinto al del momento en que lo perfilaba. Él iba sacando de dentro a fuera
lo que tenía y yo hago al revés, voy de fuera hacia dentro y, al final,
perfilo. En verdad, me llena todo el proceso, el conjunto, son dos caras, dos
fases muy distintas de la misma moneda. Esto es como asistir a un concierto
donde no solo disfrutas con el final, sino especialmente durante la
interpretación de la obra.
Explica un poco más tu proceso creativo.
A ver, no
extraigo la historia del bloque de arcilla, por así decirlo. Yo quiero hablar
de algo que está dentro y no lo abordo directamente, voy circunvalando el
meollo. No me interesa tanto la historia en sí misma como el tema del que
trato, y en este caso era difícil, porque en España tenemos muchas víctimas y
además hay muchas caras del terrorismo que, los que no son de esa zona, conocen
menos. Hay terroristas convencidos y otros no tanto, y yo no quería herir a
nadie. Y creo que es una de las virtudes de la novela: trato el tema, pero no
hiero a nadie. No he frivolizado en absoluto, ni tampoco he hecho un juicio
sumarísimo de alguien, porque no me corresponde hacerlo, pero sí del hecho. Yo
tenía la idea, pero no la historia, y construirla me ha costado mucho esfuerzo
hasta que maduró del todo.
Por lo que has contado, la documentación
para escribir esta novela ha sido fundamental.
Sí, el proceso
de documentación ha sido exhaustivo. Yo no podía comenzar sin tener datos. La
primera duda surgió a propósito del secuestro. Necesitaba ver el lugar, porque la
escena de un secuestro no se parece en nada a la de un crimen. En la primera no
queda ni rastro, mientras que la segunda está llena de pistas. La siguiente pregunta
fue averiguar cómo actúa la policía en estos casos, saber por dónde comienza a
investigar. Y la tercera y última cuestión era que me interesaba ubicar la
acción fuera del País Vasco. Para informarme de todo ello, contacté con los
servicios españoles y franceses y logré encontrar un lugar que me pareció bueno
para mi propósito. El escenario que he utilizado es real, allí se produjo un
secuestro, y he visitado las tiendas y los supermercados que conformaban el
paisaje. Luego me ocupé de localizar el altillo donde lo escondieron. Lo visité,
palpé la angustia que el secuestrado debió sufrir y observé las rayas de la
pared con las que contaba los días que estuvo encerrado allí, porque no era
capaz de imaginarme aquella situación por mí misma.
La novela la has escrito en primera persona,
¿la primera persona es la voz narrativa que más conecta con el lector?
Lo cierto es
que he llegado a pensar que tengo muchos yos dentro de mí, algo que durante un
tiempo no me atrevía a decir, y algunos de ellos me sorprenden terriblemente.
Escribí ‘El último asesinato del doctor Wilson’ en primera persona y se trataba
de un asesino en serie. Narrar en primera hace que el lector se introduzca más
en la historia, te posibilita mostrar la faceta objetiva y la subjetiva y
añadir matices psicológicos que no te permite la tercera. En el caso de Lola
MacHor, te entrega la humanidad de la juez junto a su profesión. Son muchas las
ventajas que te ofrece, pero tienes que meterte a fondo en un papel para luego
salirte del todo antes de entrar en otros, algo que a mí me deja agotada.
No te lo he preguntado aún: ¿cómo surgió el
título de ‘Dispara a la luna’?
Durante un
semestre estuve trabajando con el MI6 inglés, que no me hicieron mucho caso,
todo hay que decirlo, y con los nuestros en Inglaterra. «Dispara a la luna» era
una expresión que ellos utilizaban con frecuencia y que equivale a mirar
cincuenta años para atrás. Cuando hablaban de terrorismo, decían que no había
que mirar hacia atrás, o sea, disparar a la luna. El título es un homenaje para
que llegue un tiempo en el que el terrorismo solo aparezca en los libros de
texto.
Terminamos por hoy. Después de esta
entrevista vas a participar en uno de los actos de Valencia Negra, ¿qué opinión
te merecen este tipo de acontecimientos?
Para empezar,
estos eventos conectan a la literatura con un público muy diverso. La gente que
no lee y quiere empezar a hacerlo entra en este tipo de novelas mucho antes que
en cualquier otra. Es lo mismo que los niños que se inician con Harry Potter y
luego continúan con otras lecturas. Son una ventana a la literatura en la que
un lector no se siente extraño, porque parece que nos pilla de cerca. Todos escondemos
un investigador en nuestro interior, tenemos la curiosidad a flor de piel y la
curiosidad es el principio del arte.
Tras las
fotografías y mientras Reyes Calderón se despedía camino de la Sala Russafa, durante
unos instantes paseé la mirada sobre el escenario de la entrevista, la cafetería
de un céntrico hotel de la capital del Turia, inexplicablemente vacía a las
seis de la tarde, desierta, gris y casi brumosa a pesar del sol reinante. Un
lugar, cuanto menos, sugerente.
SOBRE REYES CALDERÓN
Reyes Calderón (Valladolid, 1961) compagina escritura y docencia. Doctora en Economía y Filosofía, es profesora en la Universidad de Navarra, de cuya facultad de Economía es decana desde 2008. Visitante en las universidades de Berkeley y La Sorbona, su firma es asidua en artículos y conferencias. Entre sus obras de ficción hay que citar la serie protagonizada por la juez Lola MacHor, compuesta por las novelas ‘El jurado número diez’, ‘Los crímenes del número primo’, ‘El expediente Canaima’, ‘El último paciente del doctor Wilson’, ‘La venganza del asesino par’ y ‘Dispara a la luna’ (Premio Azorín 2016), así como ‘La puerta del cielo’, esta última no protagonizada por MacHor.
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