Me cité con Ernesto Mallo un
sábado por la mañana para conversar sobre su última novela, ‘La conspiración de
los mediocres’, editada por Siruela. Venía el escritor argentino a Valencia
para participar en el último fin de semana de Valencia Negra 2016. Fue una cita
a ciegas, aunque internet ahora ha relativizado ese término, telefónica,
concertada cuarenta y ocho horas antes. Mallo aporta al género negro un
personaje interesante, y peculiar, el inspector Lascano, el Perro Lascano, un
policía íntegro que trabaja en la corrupta policía argentina de los años
previos al golpe militar de Videla. En esta obra, la cuarta ya de la serie, nos
encontramos a un Lascano joven, aunque ya investigador de fuste. Sus mandos, para
apartarle de pesquisas más sesudas con el trasfondo de la organización Triple A
(Alianza Anticomunista Argentina), manejada por el ministro José López Rega, «el
Brujo», le encargan aclarar el suicidio de un anciano alemán. Esa misión lo
llevará directamente a tropezar con los sicarios del crimen, en un territorio
en el que no puede contar ni confiar con nadie. En el transcurso de la
investigación, Lascano conocerá a Marisa, con quien vivirá una épica historia
de amor.
Ernesto,
leo en tu biografía que atravesaste una mala situación y que, en lugar de
suicidarte, optaste por comenzar a escribir, ¿básicamente la literatura es para
ti algo balsámico, terapéutico…?
Lo primero que dices es
cierto y lo segundo creo que también lo es en cualquier caso. Toda aproximación
al arte, a aquello que permite expresar a una persona sus angustias y sus
emociones, es terapéutica, porque el arte es lo más terapéutico que existe.
¿Por
qué has escogido precisamente el género negro para narrar?
Bueno, siempre digo que lo
mío no son las novelas negras porque yo escribo sobre la locura. La locura es
mi tema, lo que ocurre es que, como introduzco muertos, policías e
investigación, cae justo dentro del asunto.
Venancio
Ismael Lascano, el «Perro Lascano», es el protagonista de tus novelas, ¿cómo
surge la figura de este policía?
Dentro de la literatura
policiaca, en Argentina el detective privado no existe y lo mismo ocurre acá en España. Son tipos que
no tienen nada mejor que hacer y se dedican a vigilar maridos cornudos y otras
cosas por el estilo. Se recurre mucho a periodistas y escritores como
protagonistas, personajes que yo no me creo, que me suenan a falso, porque esa
gente salvo excepciones no está cerca del mundo del crimen. En Estados Unidos
es diferente, porque allí se da esa privatización en la represión del crimen.
Fue por eso que me pareció oportuno introducir a Lascano, un tipo honesto, en
una policía corrupta como la argentina en aquellos tiempos. En mi país esta
novela se tituló ‘Una aguja en un pajar’, porque trataba de alguien que,
trabajando entre los suyos, en su entorno, sin embargo, era diferente, trigo
limpio.
Al
ubicar a Lascano en los años inmediatamente anteriores a la dictadura de
Videla, ¿podemos suponer que tus novelas contienen algo de registro histórico
también?
Sí, todas mis novelas lo son
y se refieren a un marco histórico concreto. Los personajes secundarios, esos
que yo llamo de paisaje, que aparecen en el libro con nombres y apellidos, son
reales.
El
primer capítulo de ‘La conspiración de los mediocres’ resulta intenso, con
sorpresa incluida, capaz de captar al lector más retraído. El resto de la
novela prosigue esa línea, ¿cómo se mantiene esa tensión todo el tiempo?
A menudo los lectores me
dicen que la novela se lee muy rápido, pero que es muy corta. La intensidad de
la acción la mantengo suprimiendo cosas, siendo lo más sintético posible. ‘La
conspiración de los mediocres’ tenía ciento cincuenta páginas más, que he
eliminado para dejar lo esencial, el puro hueso. Entiendo que precisamente el
problema de la literatura actual es que está llena de ladrillos de más de
quinientas páginas.
Supongo
que el hecho de que en los diálogos hayas suprimido los guiones también obedece
a ese propósito.
Exacto, busco lo mismo,
incluso mis tres novelas anteriores presentan los diálogos en el mismo bloque,
sin acotaciones y sin guiones. Detesto las acotaciones al diálogo porque me
suenan falsas, superfluas. Considero que son debilidades de los autores.
En
una novela negra, los diálogos parecen un combate de boxeo entre los
personajes, ¿a la hora de escribirlos tu oficio como dramaturgo te ha resultado
útil?
Por supuesto, la dramaturgia es una escuela por la que deberían pasar
los escritores noveles. Precisamente, los diálogos son la parte más floja de
las novelas que leo últimamente. A la hora de escribir, en el teatro solo
dispones de dos elementos, la acción y el diálogo y eso te obliga a que el
diálogo forme parte de la acción y no de la información. Suministrar
información al lector a través del diálogo es un error.
«Yo
escribo la biografía de cada personaje. Si en mi novela aparece un hombre con
40 años, me invento su historia hasta los 40 años». Esta frase tuya demuestra
tu interés por los personajes, ¿no?
Sí, es mía, me interesan
muchísimo los personajes. En general son como mosaicos. Tomo cosas distintas de
varias personas que conozco, las mezclo y así surge el tipo. Y cuando hablan
entre ellos, introduzco líneas enteras de diálogo extraídas directamente del
día a día, de la vida real.
La
dictadura de Videla ha sido novelada de modo frecuente, mientras que el periodo
inmediatamente anterior, no. ¿Se debe eso a que la Triple A todavía mueve
tentáculos poderosos en nuestros días?
No, no, la Triple A quedó
totalmente desarticulada y si queda alguno ya es muy viejo y no sirve para nada
de eso. La Triple A mató a tres mil personas y el terrorismo de estado de
Videla a treinta mil, es decir, un terrorismo tapó al otro. El terrorismo militar
fue terrible, monstruoso, pero la Triple A tiene la importancia de que
constituyó el antecedente directo de lo que luego sería el terrorismo de estado,
porque su metodología operativa era idéntica. De hecho, cuando los militares
arrojaron del poder a José López Rega, la moneda de intercambio fue entregarles
la inteligencia, ya que ellos poseían los datos de los izquierdistas que tenían
controlados. Fue así como los militares persiguieron al peronismo de izquierda,
aunque de este último concepto habría mucho que hablar.
En
‘La conspiración de los mediocres, a Lascano le asignan el caso del asesinato
de un viejo alemán para apartarle de la investigación de unos cuantos crímenes
represivos.
Ellos sabían que se trataba
de un policía profesional. En esta novela, Lascano todavía no es comisario,
cosa que sí que ocurre en las anteriores, donde ya se muestra como un
investigador hecho y derecho. Aquí él es tan solo un oficial que investiga. En
la biografía de Lascano está escrita la muerte de sus padres, ambos asesinados,
y esa circunstancia la da sustento a su vocación de personaje. Realmente, a él
lo que le interesa averiguar es quién fue el asesino de sus padres.
Además de una novela
policial, ‘La conspiración de los mediocres’ es también una historia de amor.
Sí, en todas mis novelas hay
siempre una historia de amor. A los puristas del género no les gusta y me
critican, pero estas historias siempre se sustentan en algo. Tengo una visión
muy pesimista de la humanidad, pero para subsistir pienso que soy un pesimista
por convicción y un optimista por conveniencia. El pesimista tiene razón, pero
el optimista vive mejor. Y yo apuesto por el amor, que es la única posibilidad
de que algo te salga bien en la vida. Es indispensable tener un amor, alguien
que limite nuestro narcisismo y nuestra vanidad, una persona a la que cuidar,
que sea tan importante como uno mismo.
Desde
hace un tiempo vives en Barcelona, ¿desde la distancia se escribe mejor la
historia reciente, y la no tan reciente, de tu país?
‘La conspiración de los
mediocres’ está escrita al noventa por ciento en Argentina y el diez por ciento
restante, que es el más importante, acá [risas]. Verdaderamente, es un tema
interesante, porque hay que tomar cierta distancia profiláctica con relación a
lo que se escribe. Si estás demasiado próximo, lo escrito se llena de tendenciosidad.
Has
venido para participar en Valencia Negra, ¿qué significan para ti estos eventos
que tanto proliferan en los últimos tiempos? ¿Quizá la posibilidad de
intercambiar opiniones con otros autores?
En general no hablo de
literatura con colegas, a veces con alguien en concreto para tratar temas muy
puntuales. Sin embargo, sí me interesa mucho el contacto con los lectores, cosa
que acontecimientos como Valencia Negra posibilitan en un grado alto, porque
uno de los problemas que les veo a algunos autores es que escriben para otros
escritores y a mí no me interesan los escritores como lectores. Me sirve mucho
más el lector salvaje y a ése es a quien yo me dirijo. Siempre son los lectores
quienes me aportan ideas para mejorar mi escritura.
Dentro
de unos minutos, vas a conferenciar sobre Borges, ¿qué supuso para tu carrera literaria Jorge
Luis Borges?
Cuando todo el mundo opinaba
que era un género menor, Borges le dio patente de literatura seria a la novela policiaca
argentina. Además escribió un magnífico libro de cuentos policiales, ‘La
historia universal de la infamia’, donde trató todos los aspectos del género.
Tanto es así, que de uno de ellos, ‘El proveedor de iniquidades Monk Eastman’, el
director Martín Scorsese extrajo el argumento para una de sus películas.
¿Por
dónde queda tu próximo proyecto literario? ¿Lascano tiene la puerta abierta
para continuar con sus investigaciones?
Sí, ya comencé la escritura
de la siguiente novela, que sucede la mitad en Argentina y la otra mitad en
Barcelona, y Lascano es el protagonista.
Herme Cerezo
SOBRE ERNESTO MALLO
Ernesto Mallo (La Plata, Argentina, 1948), guionista, dramaturgo y periodista independiente argentino. Ganó entre otros, el Premio Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón (2007). En el terreno de la ficción ha publicado ‘Crimen en el Barrio del Once’, ‘Los hombres te han hecho mal’ y ‘El policía descalzo de la Plaza de San Martín’, recopiladas en el volumen titulado ‘El comisario Lascano’. Además es autor de más de diez obras de teatro. Sus novelas han sido traducidas a doce idiomas.
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