Pedro Ugarte pasó por Valencia para presentar
su nuevo libro, ‘El país del dinero’, editado por Algaida, con el que ha
conseguido el V Premio Logroño de Novela, una alegoría del boom inmobiliario,
que ha desembocado en la crisis económica actual, contada a través de una
historia simbólica y cimentada en el triángulo amoroso que representan Sharon,
Jorge y Simón, tres personajes de muy distinta extracción y situación social.
Pedro Ugarte no para de darle a la tecla y, actualmente, prepara al unísono una
nueva novela y otro libro de cuentos. Con él tuve la oportunidad de charlar en
la cafetería del Ayre Hotel Astoria Palace de Valencia, que ahora ha trocado su
nombre por el de Lounge Bar.
Pedro, ¿qué se agradece más al ganar un premio: el dinero, el reconocimiento, la difusión…?
Buena pregunta. El reconocimiento está muy
bien, pero sería un hipócrita si dijera que el dinero no es importante porque
lo es. De todos modos, si a un escritor lo que más le interesa es el dinero, es
mejor que no escriba novelas.
Escribes cuentos,
¿son como un remanso de tranquilidad entre novela y novela?
No, no, qué va, el cuento a mí me tira mucho.
A una pregunta muy parecida, Ignacio Aldecoa respondió una vez que la novela y
el cuento eran los dos raíles por los que discurría un mismo tren que era el
suyo. Me siendo muy identificado con esa respuesta.
Y también tienes
una vertiente periodística que desarrollas a través de tus artículos.
En este caso tiene importancia la parte
alimenticia, pero también los escribo con la intención de hacer literatura con
ellos, de encontrar su veta literaria, que me interesa mucho más que emitir un
juicio político sobre la realidad o sobre cualquier otro tema. Algunos
artículos son pura literatura, aunque tengan una vida muchísimo más efímera que
cualquier libro. Me gusta ver las cosas con una lente que deforme lo que ya
está deformado.
¿Un tema tan
aparentemente poco literario como el dinero da para una novela?
¡Jo, ya lo creo! Sí, sí, da para mucho. El
dinero ha sido una excusa argumental para la novela negra y para la social,
aunque quizá para la literatura, como reflexión sobre la naturaleza humana, no
tanto. Y no es un descubrimiento de ahora, porque ya se ha escrito sobre todo,
pero seguro que no ha sido un tema tan tocado. El amor, la vida, el poder y la
muerte han sido más narrados que el dinero. Siempre me ha parecido así y
durante los últimos años mucho más.
¿Se puede acercar
alguien a ‘El país del dinero’ buscando encontrar una explicación a la crisis
actual?
Sí, claro, aunque la idea para la novela la
tuve antes de la crisis, lo que ocurre es que, por circunstancias personales,
me ha ocupado más tiempo escribirla. Indudablemente, el estallido de la burbuja
y el hecho de que la economía nos interese ahora mucho más a todos potencian la
trama de la novela. Pero, sinceramente, el libro no creo que explique la
naturaleza de la crisis, pero sí que explora ciertos mecanismos del alma humana
que han funcionado siempre de igual manera. Vivimos en un ascensor social cada
vez más vertiginoso y nuestra mentalidad no está adaptada a eso. Dicen que en
América sí que están acostumbrados a esos cambios, pero aquí no.
Quizá en América la
sociedad esté más extrapolada ¿no?
Sí, es posible, pero nosotros estamos
entrando en esa vorágine y no estamos
preparados para ello. Allí un millonario puede acabar vendiendo hamburguesas y
viceversa.
¿Entonces estamos
ante un libro oportuno u oportunista?
Creo que es un libro oportuno y si alguien
considera que es oportunista está en su derecho. No tengo ningún problema al respecto.
El tiempo y el
espacio de la novela no existen. Como escritor, ¿qué ventajas te aporta esta
circunstancia?
Suscribo la teoría literaria que dice que no
hay que huir de los espacios concretos, porque las grandes tramas pueden
ocurrir en tu ciudad, en tu pueblo, en tu aldea y no hay por qué rechazarla. El
mundo está ahí. Las relaciones de poder de la Casa Blanca, por ejemplo, pueden
encontrarse en un convento de seis monjas. En mi caso no hay identificación de
la ciudad y, si la hay, lo es en sus aspectos externos. El centro urbano es
innominado. Reconozco que se ha transformado en una fórmula de estilo.
Pero si leemos con
un poco de atención, la imagen de Bilbao nos viene a la mente.
Sí, en todas las ciudades hay barrios y
calles, lo que ocurre es que en el caso de Bilbao el escenario es muy teatral:
la margen derecha es la adinerada y la margen izquierda pertenece a la gente
trabajadora. Y ambas márgenes convergen en un centro más metropolitano que es
la ciudad, lugar donde todo el mundo va y viene. En sí mismo, como digo, todo es
muy teatral porque además hay algunos puentes y unos botes que pasan de lado a
lado… Sí, tiene su cosa, es un ámbito curioso y novelísticamente muy sugerente.
En la novela
abundan los adjetivos, que no son fáciles de manejar. Sin embargo, has
conseguido que cada página suene bien, que no chirríe.
Esto me suena halagador. Mira, hay mucho
trabajo de corrección y no sé hasta qué punto se nota eso. Me preocupa enormemente
la carpintería de la novela. La metáfora del libro sería la construcción de un
edificio en el que lo importante es que los cimientos estén bien puestos,
aunque lo bonito después es la decoración. Y ese trabajo, el de la decoración,
a mí me gusta mucho. Para mí lo más placentero es trabajar con las palabras.
¿Has utilizado
muchos aspectos de la realidad a la hora de escribir?
He pasado por experiencias bastante patéticas
que no están descritas en la novela. Pero sí que he tomado de la realidad
detalles como la decadencia de una casa antigua o de algunas personas mayores
que han vivido muy desconectadas de la realidad y cuya situación he
experimentado muy de cerca.
‘El País del
dinero’ habla de un triángulo amoroso: Simón, un pijo con ínfulas; Jorge, un
tipo venido a menos; y Sharon, mujer de extracción humilde, toda una metáfora
de la ciudad que habían los tres.
Sí, el triángulo quiere ser la tesis general
de la novela. El dinero influye o confunde y pervierte las relaciones
personales. Lo cinematográfico, lo literario es que el amor siempre supera las
dificultades, pero aquí se dice que las dificultades son muy duras para el
amor. Y que todo eso en realidad no importa es verdad hasta un cierto punto. No
todo es tan fácil como sugieren las entrevistas que se hacen a los famosos en
la televisión.
Sharon quizá es la
piedra angular de la novela.
Sí, de algún modo es el elemento que
desencadena algunas cosas. En la realidad hay elementos que la distorsionan
cuando se ponen donde no caben. Y ella no encaja en su situación. Sharon es de
extracción humilde y, por circunstancias no del todo aclaradas, acaba en la
cúpula social de la ciudad. Y como toda mujer atractiva no hay hombre que no
tenga eso en cuenta, lo que conlleva también una cierta crueldad hacia su
persona, que le obliga a desenvolverse con comportamientos defensivos.
Acabamos con una
frase extraída de la página 71 de la novela: “El dinero siente antipatía hacia los pobres”.
Sin duda, claro, es la situación inversa a
esa otra frase que dice “Dinero llama a dinero”. Es muy curioso que la sociedad
está estructurada de modo que cuanto más dinero tienes menos lo necesitas.
Quien trabaja en una multinacional a lo largo de la semana no utiliza su propio
dinero. Con los políticos ocurre lo mismo. Sin embargo, cuanto más pobre seas,
todo pasa por tu bolsillo, cualquier movimiento en la vida corre por tu cuenta.
Es paradójico, pero es así.
Sobre PEDRO UGARTE
Pedro Ugarte (Bilbao, 1963) es autor de una amplia obra narrativa, con libros como ‘Los traficantes de palabras’, ‘Manual para extranjeros’, ‘La isla de Komodo’, ‘Los cuerpos de las nadadoras’(Finalista del Premio Herralde, Premio Euskadi de Literatura y Premio Papeles de Zalabanda), ‘Una ciudad del norte’, ‘Pactos secretos’, ‘Guerras privadas’(Premio NH), ‘Casi inocentes’ (Premio Lengua de Trapo), ‘Mañana será otro día’y ‘El mundo de los Cabezas Vacías’. Sus microrrelatos están reunidos en un solo volumen, ‘La expedición’, que crece en distintas entregas. Ha reeditado parte de sus artículos de prensa en ‘El espía invitado’ y en 2009 recibió el Premio Julio Camba de periodismo.