Un soleado viernes de mayo en Valencia (en
realidad, aquí desde el mes de febrero el invierno sólo es un recuerdo),
restaurante Blue Canalla Bar, bastante concurrido. Dieciséis horas. Ruido de
platos, de voces, de cubiertos… Frente a mí Raquel Martos, periodista y
guionista del programa de televisión ‘El Hormiguero’, que acaba de publicar su
ópera prima en el mundo de la novela: ‘Los besos no se gastan’, editada por
Espasa, una historia protagonizada por dos viejas amigas, Lucía y Eva, que
después de mucho tiempo de separación vuelven a encontrarse, reanudan su
amistad y reviven tiempos pasados.
Raquel, de ‘El
Hormiguero’ a la literatura, ¿por qué ese salto?
Pues porque era un sueño que tenía desde hace
muchos años y me dieron una oportunidad en una editorial buenísima como es Espasa.
Y, a pesar de que disponía de poco tiempo, era el momento adecuado.
¿‘El Hormiguero’ te deja mucho tiempo libre para escribir?
No, no mucho. Me deja las vacaciones, los fines
de semana, las noches y poco más.
Por cierto, ¿qué
opina Pablo Motos de tu novela?
Creo que no la ha leído todavía. Sé que le encantó
el título porque él es muy amante de los títulos que encierran mensaje y este, en
su opinión, lo encerraba. Estuvo en la presentación y me apoyó mucho, pero
ahora lo cierto es que anda muy liado y no tiene tiempo para nada. Creo que
después del verano tendré su veredicto.
Estructuras ‘Los
besos no se gastan’ con dos protagonistas, Lucía y Eva, ambas narran su
historia en primera persona, ¿por qué?
Porque la novela no tiene un solo
protagonista, sino dos. Cada una cuenta la historia desde su punto de vista,
sin emitir juicio sobre la otra. Es una misma historia contada por ellas dos.
Cambiar de
personaje narrador tan continuamente, ¿no induce a confusión?
Mientras la escribía yo tenía ese miedo que
tú dices. Sin embargo, los lectores me comentan que no, que es muy fácil de
seguir, incluso contando con ese salto temporal que se produce en la narración.
¿El hecho de que
seas guionista te ha ayudado a la hora de escribir la novela?
Seguro que sí. Tengo un oficio diario que
creo que me ayuda a dejar solo lo
importante, a podar, a tener un sentido del ritmo en lo que escribo. Te puedo
asegurar que no me la he planteado como un guión y, sin embargo, me dicen que
la novela tiene una estructura muy cinematográfica. Probablemente es algo que
tengo aprendido por inmersión y que brota sin darme cuenta de ello.
¿‘Los besos no se
gastan’ es una novela dirigida mayoritariamente a público femenino?
Es lógico que se piense eso porque termino de
escribir un libro sobre la guerra de sexos y porque las protagonistas son dos mujeres.
Es cierto que es un universo femenino, pero Lorca también ha escrito sobre
universos femeninos y ha llegado a hombres y mujeres por igual – no me estoy
comparando con Lorca, ni mucho menos –. Creo que es una novela para lectores
que disfrutan con historias humanas y de emociones.
¿Tú crees? Yo pienso que no. Aparecen muchos
tipos diferentes de hombres, alguno un poco despreciable, que de esos también
hay en la vida, pero la mayoría de ellos se redime. Salen personajes masculinos
muy generosos, que justifican muchas de las cosas que hacen por las circunstancias que les rodean, pero
ellas dos también actúan de algún modo determinado por las mismas causas.
Lucía y Eva
regresan a la infancia, a sus recuerdos, ¿la infancia es un refugio seguro?
Para el que ha tenido una infancia
razonablemente feliz, sí; para el que no la ha tenido, no. Cuando no
fastidiamos la infancia de los niños, creo que entonces se trata de un
territorio amable al que recurrimos porque allí todo lo que soñábamos podía convertirse
en realidad, era un tiempo mágico que recordamos con cierta nostalgia.
La novela vierte reflexiones
interesantes como esa que dice que la gente de los aeropuertos es mejor que la
que camina por la calle o la que vieja en tren.
A lo mejor es una cosa de niña setentera,
pero antes no viajaba todo el mundo. Ahora el low cost y el cambio de vida ha
hecho que cualquier persona pueda hacerlo. Antes la gente que se podía permitir
viajar en avión era especial. El aeropuerto era como una frontera, una aduana
entre tu ciudad y el sitio al que ibas, que te resultaba completamente desconocido.
Otra reflexión: ¿todos
tenemos un número que nos sigue por todas partes?
Bueno, yo tengo el 13, que me encanta y me da
muy buena suerte.
Otra reflexión
más: “En la empresa, el individuo no es
nada en sí mismo, es un bien más, como la fotocopiadora o la máquina de café,
un objeto que se cambia de sitio o se retira cuando no hace falta”,
¿triste, no?
Muy triste y muy presente en los tiempos que
vivimos hoy, porque lamentablemente la situación es la que es, pero las
empresas también aprovechan la coyuntura para quitarse a la gente de en medio.
En un ERE no eres más que un número, te toca porque te toca, no porque seas un
mal profesional, no tiene nada que ver. Esta circunstancia se nota
especialmente en las empresas grandes. Es una sensación que tenemos todos.
¿La novela es una
historia triste con fragmentos alegres o al revés?
Es una historia vitalista con algunos momentos
de tristeza. La vida está llena de alegría y de momentos tristes. Puedes quedarte
con lo triste o con todo lo maravilloso que te brinda. Esta novela es un canto
a la vida, porque aunque algunos dicen que es una mierda, es maravillosa. Y el
mensaje final es que hay que vivirla.
Y la última:
¿dónde está Raquel Martos en ‘Los besos no se gastan’?
Estoy diluida y un poco presente también en
las dos protagonistas. En la parte actual tengo más cosas de Lucía, y en la
parte de la infancia más de Eva.
Herme Cerezo/SIGLO XXI, 31/0/2012
Sobre Raquel Martos
Raquel Martos es periodista, guionista creativa y escritora. Ha desarrollado su carrera profesional fundamentalmente en la radio y desde hace unos años es una de las principales colaboradoras de ‘El Hormiguero’, programa dirigido por Pablo Motos en Antena 3. Ha participado en los libros ‘No somos nadie’ y ‘No somos nadie 2’, y junto con Laura Llopis escribió ‘La chica que se quería quemar a lo bonzo’.