Carlos del Amor se ha especializado en contar las
noticias sobre el mundo de la cultura en los telediarios de Televisión Española
de modo diferente, un modo que mezcla lo literario y lo sensorial, la información
y el ritmo, con el fin de despertar no solo la curiosidad sino también las
emociones en quien le escucha. Con motivo de la promoción en Valencia de su
primer libro de relatos, ‘La vida a veces’, editada por Espasa, un puñado de
veinticinco imágenes, de veinticinco impulsos, de veinticinco momentos de la
vida divididos en cinco apartados (Espacios, Oficios, Accidentes, Coincidencias
e Interacciones), pude entrevistarle en el corner
del Lounge Bar del Hotel Astoria de
la capital del Turia, escenario acostumbrado para mis conversaciones.
Carlos, te has
especializado en contar noticias culturales en Televisión Española a través de
textos muy breves. ¿Para escribir como tú lo haces es preciso trabajar en una
empresa pública? ¿Podrías hacerlo en una televisión privada?
Creo que se puede escribir de cualquier
manera y en cualquier sitio. Otra cosa es que te admitan los temas. Mis
contenidos tienen mucho sentido en una televisión pública, porque si no los
emite ella ¿quién lo va a hacer? Dispongo de dos minutos para hablar, por
ejemplo, de una exposición sobre el joven Van Dick en el Museo del Prado y ese
tiempo no existe en otros informativos. Es la ventaja de nuestros telediarios
que llegan a sitios donde los demás medios no acuden. Nosotros buscamos
informativos con rigor, alejados de lo comercial.
¿Se puede escribir
bien una mala historia y viceversa?
Seguro que sí. Trato siempre de que el
intermediario, en este caso yo, cuente una historia pequeña de una manera no
trivial, de forma que se convierta en una aventura. Es una obligación que me he
impuesto. Si hablo de un tema es porque me parece apasionante e intento
transmitir al telespectador la emoción que provoca en mí. Un mal reportaje
arruina un buen tema y un buen reportaje relanza un mal tema.
Has debutado en la
literatura en el género corto: veinticinco cuentos, veinticinco historias
distintas, veinticinco inicios para captar la atención del lector, ¿empresa complicada,
no?
Como bien dices es complicado, pero también
me parecía complicado escribir cualquier cosa que al final se convierte en
libro. Me siento cómodo en las distancias cortas, en el minuto y veinte
segundos de cada telediario, que es sinónimo de un cuento en literatura, como
un tuit sería el sinónimo de un microrrelato. El género del relato es lo más
parecido a lo que yo trabajo en los informativos, es muy similar y trato de que
cada pieza tenga su principio y su final, que esté cerrada, que deje un sabor
de boca diferente en el lector, que le haga reflexionar sobre lo que ha leído y
que termine emocionándole.
¿Escribes así por convicción o para aprender con
vistas a futuras aventuras literarias?
No sé si sería capaz de escribir una novela
ahora mismo, ni si dispongo de tiempo suficiente para bucear en una novela.
Cuando escribo un relato veo el final y puedo cumplir el plazo que me marco y
no sé si mi ritmo actual de vida me permitiría ver el final de una novela tan
lejos, a trescientas páginas vista, manteniendo la cabeza suficientemente
ordenada como para que la vida de los personajes adquiera suficiente sentido
literario. Mientras escribía vi que algunos personajes podrían alcanzar un
mayor desarrollo y que incluso algún cuento podría convertirse en novela, pero
nada más.
¿Se han quedado cuentos en el camino, fuera
del libro?
Más
que relatos, en el camino se han quedado historias que no he sabido convertir
en relato porque no me han salido. En total han sido publicados veinticinco
cuentos pero podían haber sido más porque no había tope establecido.
¿Los relatos que
integran ‘La vida a veces’ nacieron ya con vocación de libro?
Nacieron con vocación de libro desde el
principio, aunque la estructura vino después. Dividir los relatos en cinco
bloques surgió en colaboración con mis editoras y con el propósito de que el
lector pueda tomar aire antes de seguir leyendo. Su origen es un mail y una
llamada telefónica de la Editorial España en la que me proponían trasladar mi
lenguaje televisivo al lenguaje literario de un libro. Acepté encantado porque
hay que lanzarse a los retos y a las aventuras.
En el primer
relato, ‘Sin ideas’, un escritor anda a la búsqueda de temas sobre los que
escribir, ¿los temas te han cazado a ti o los has cazado tú a ellos?
Hay relatos de ambas procedencias. Una vez
que sabes que vas a escribir un libro, tus sentidos se abren, se ponen alerta
en plan cazador y prestas atención a la
televisión y a la prensa de otra manera. Como necesitas materia prima escuchas
también a la gente de otro modo y vas tomando notas. Llevo mi móvil lleno de
anotaciones con situaciones que he ido viendo o escuchando o que se me han
cruzado en lugares diferentes. Esta acumulación hace que el cazador comience a
sentirse cazado.
Algunos de estos
relatos arrancan de una fotografía, ¿podríamos definir los cuentos como
fotografías de la realidad?
Sí, totalmente. Yo he llegado a conclusión de
que son veinticinco fotografías, veinticinco instantáneas que se han convertido
en momentos de veinticinco vidas: la de un fotógrafo, la de un hombre muy
enamorado de su pareja, la del nacimiento de una hija… He intentado que se
visualicen esos instantes, después le he dado al play y he construido el relato.
¿’La vida a veces’
es muy autobiográfica?
Hay mucho de mí en varios cuentos. Sin ir más
lejos, la habitación del trastero que aparece en uno de ellos es la mía. Al
final uno tira de lo que conoce y ninguna habitación está más presente en la
memoria que la propia. El pensamiento de saber qué ocurre cuando no estamos en
un lugar también puebla frecuentemente mi cabeza, al igual que el miedo a que
no funcione una cámara fotográfica en el momento preciso es mi miedo a fallar
cuando hago una entrevista. Poco a poco la manera de ser y el pensamiento de
uno mismo va calando en los relatos.
Últimamente
algunos periodistas han publicado novelas sobre temas cotidianos, sobre gente
corriente, ¿a qué crees que se debe esta coincidencia?
El periodista por algo lo es y tiene un radar
que le hace fijarse más en todo y por eso absorbe la realidad con los sentidos más
abiertos que los de los demás. Por otro lado, a la gente también le gusta saber
qué ocurre en la calle o en la casa del vecino del quinto o en la vida de
Obama. Creo que hay que empezar a reivindicar lo pequeño y, tal vez, cambiar la
Historia con mayúscula por la historia con minúscula, por nuestra propia
historia.
Cuando tuve el
libro en mis manos y leí el título, me vino a la mente la canción de Serrat que
dice “De vez en cuando la vida…”, ¿procede de ahí?
No, pero va con el libro. El título me lo
inspiró el poema de Gil de Biedma que aparece al comienzo del volumen. ‘La vida
a veces’ es como un título incompleto que la gente puede rellenar a su gusto
porque la vida a veces es aburrida, melancólica, divertida, gozosa… Hay
canciones de Serrat o de Sabina que hablan de la cotidianeidad, de las pequeñas
cosas y que tienen que ver con este libro, claro.
En general, el
tono de los relatos es optimista, ¿no?
Creo que el tono en general es melancólico
optimista. Hay una melancolía que parece triste, pero la melancolía no tiene
por qué serlo. Por ejemplo, en el cuento del hombre que quiere ser enterrado
mirando a su esposa, ese hecho, que lo ha puesto en práctica cada día de su
vida, es algo bonito. Lo que sucede es que a lo mejor la mayor aventura es ver
una película tumbados en nuestro sofá. No nos damos cuenta de que lo más
cercano y cotidiano es lo más valioso. Pensamos que la aventura es viajar en
globo cuando todo puede ser mucho más sencillo.
¿La cultura
audiovisual en la que te mueves te ha condicionado a la hora de escribir los
relatos?
Si soy culto, que no lo soy, lo soy
audiovisualmente por los diez años que llevo conviviendo con las imágenes y
sabiendo que en mi profesión primero está la imagen y luego yo. Al escribir
descubres que en el papel no hay imagen y has de echarle imaginación. Para ello
cerré los ojos y me monté mi propio monitor en la cabeza, así me resultaba más
fácil trabajar. Durante la escritura he buscado que ese monitor se encienda
también en la mente del lector.
La última: dicen
que los libros los acaban los lectores, ¿por eso has incluido en ‘La vida a
veces’ un relato en blanco para que cada uno pueda escribir su cuento?
Efectivamente, esas páginas en blanco son
para que el libro sea de Carlos del Amor y de cada lector o de cada lectora.
Todos tenemos una historia que no es trascendente, pero que nos apetece contar
y aquí podemos hacerlo. De este modo, al colocar el libro en el estante será
mío y también suyo porque habrán participado en su creación.
SOBRE CARLOS DEL AMOR
Carlos del Amor (Murcia, 1974) es
periodista y su carrera profesional está vinculada al área de Cultura de los
Servicios Informativos de RTVE. Su particular manera de enfocar la información
en el Telediario le ha convertido en una de las voces más personales,
reconocibles y seguidas del panorama periodístico. Colaborador en el programa
‘No es un día cualquiera’, de RNE, donde aporta esa mirada diferente sobre la
actualidad, ha cubierto los principales festivales de cine del mundo y
entrevistado a numerosas personalidades de la cultura.
Asimismo, ha publicado artículos en diferentes revistas, e imparte clases y charlas en numerosas universidades.
Asimismo, ha publicado artículos en diferentes revistas, e imparte clases y charlas en numerosas universidades.