Ayer ocurrió algo con el suplemento cultural del periódico barcelonés La Vanguardia. Ocurrió algo en Valencia, claro. Recorrí como una docena de kioscos, desde el centro hasta la periferia, buscando el dichoso ejemplar de cada miércoles. Y ayer o se había agotado o, en la mayoría de los establecimientos que visité, solo les quedaba el periódico sin el suplemento. Algún kiosquero burlón me comentó "no sé qué os pasa a todos hoy con la dichosa Vanguardia". Claro que peor me fue en el último kiosco donde pregunté si lo tenían, porque me contestaron con un "No" tan seco que a estas horas aún no he podido averiguar si se trataba de una respuesta o de un mordisco. De hecho, esta mañana todavía me dolía la o. Y encima, sin el suplemento.