Agustina Guerrero ha
canalizado sus inquietudes artísticas a través del mundo del cómic. Es
argentina con antecedentes hispanos y su estilo comparte rasgos comunes con
Quino y Maitena. Su ‘Diario de una volátil’, su ópera prima editada por Lumen,
es un “salpicón de historietas” que recogen momentos del día a día de La
Volátil, su alter ego. Reflexión,
humor y una cierta resignación al estilo de “no queda otra” llenan las páginas
de este diario ilustrado.
Agustina,
¿de dónde arranca tu pasión por el dibujo?
¿Cómo surge? Bueno, yo
empecé estudiando Diseño Gráfico porque dibujar lo hice desde siempre, desde
pequeña, como podías hacerlo tú o cualquiera. Recuerdo que había una asignatura
que era dibujo artístico, en la que el profesor nos ponía botellas y frutas
para hacer bodegones que a mí me aburrían muchísimo y se me daban fatal. Al
acabar la carrera, admiraba a la gente que con un lápiz y cuatro rayas dibujaba
algo rápido y pensé que yo también podía hacerlo, porque sentía la necesidad de
expresar ideas que llevaba dentro. Antes de lanzarme me entretuve durante seis
o siete meses en recopilar información e investigar ilustradores para ver qué
estilo se me acomodaba más. Un día hice un garabato de una mujer, me gustó,
empecé a ablandar la mano y salieron los primeros dibujos. De esto han pasado
ya siete años.
No es mi caso, ojalá lo
fuera. No, no me considero una dibujante atómica, pero, mira, ¡tengo un libro
hecho con mi propio estilo! [Risas] Y ahora me resulta mucho más fácil dibujar.
Soy dibujante por cabezona.
¿Y
cómo diste a conocer a La Volátil?
Colgué las viñetas directamente
en Facebook, que ha sido mi salvación laboral. La gente empezó a compartirlas y
la difusión creció muy deprisa, alcanzando casi los cuatrocientos mil
seguidores. La editorial se fijó en ellas y me llamó. A las editoriales, la Red
les viene muy bien porque trabajan más
sobre seguro y saben qué ilustradores tienen tirón y un público seguidor. Yo
había presentado mis dibujos en empresas más pequeñas, pero jamás pude pensar
que publicaría en un sitio como Lumen.
Últimamente
proliferan los cómics en los que el propio autor es el protagonista de la
historieta, ¿estamos ante una nueva moda?
Sí, es cierto. La verdad es
que este cómic autobiográfico mío arrancó como un diario íntimo que no tenía
necesidad de mostrar a nadie. En lugar de escribir, dibujaba porque se me daba
mejor. Yo tenía mi estudio en mi casa y un día al regresar descubrí que me lo
habían robado todo: el ordenador con el material que guardaba dentro, incluido
un cuento terminado, y varios discos duros externos. Sólo me quedó un ordenador
muy viejo, que desdeñaron los ladrones, y una carpeta azul con mis viñetas. Así
que como no tenía otra cosa que hacer, las colgué a ver qué pasaba. A mí me
funcionó porque la gente tuvo empatía y se sintió identificada con el personaje
enseguida. Tal vez les ocurrió algo parecido a lo que me sucede a mí cuando leo
un libro en primera persona, que me llega mucho más que cuando está escrito en
tercera.
De
momento trabajas viñetas sueltas o historietas de un par de páginas, ¿te has
planteado dibujar en distancias más largas?
Sí, ojalá que sea el segundo libro que publique.
Te pillé.
[Risas] Sí, tengo muchas
ganas de hacerlo. Cuando me preguntan esto siempre me imagino a La Volátil en
una historieta larga sobre sus vacaciones o algo así. Para mí sería un reto,
porque me gustaría dibujar una novela gráfica más que un salpicón de viñetas
como hasta ahora.
¿Lo
de volátil viene de alguien que se mueve mucho o porque la protagonista está
“volada”?
De volada, de tener los pies
en el aire. Salió en mi diario íntimo porque la Volátil era mi alter ego y cuando lo puse no pensé más.
Es una característica mía y funcionó. Hoy no sé si le pondría ese nombre pero
así se quedó.
¿Qué
porcentaje de ficción y realidad hay en el ‘Diario de la volátil’?
Si hablamos en términos de porcentaje
yo día que estamos al cien por cien. Todas las viñetas que publico tienen
relación con cosas que me han ocurrido. He de vivir las situaciones para
dibujarlas después, modificándolas y exagerándolas.
Maitena
y Quino no están demasiado lejos de tu trabajo, ¿no?.
En la comparación, Quino me
queda grande.
Sin
embargo, tu dibujo tiene rasgos que lo recuerdan. A Quino, digo.
Bueno, yo mamé Quino desde
pequeña. Cuando era chica iba a casa de mi tía que tenía toda la colección de sus
libritos en la entrada. Los miraba una y otra vez. Muchas cosas no las entendía,
pero las leía igual. En el aspecto gráfico, la forma en que dibujo los
edificios del fondo, incompletos, es suya, se la tomé prestada.
Cuando
te planteas la viñeta, ¿qué valoras más: el texto o el dibujo?
Creo que está bastante
equilibrado, pero trato de prestarle mayor atención a la idea. Busco que lo que
cuento sea potente. En ‘El Diario de una Volátil’ hay viñetas cotidianas y
otras con una lectura más profunda, que son las que a mí me interesan y me
gustan más. Sí, si tengo que elegir, me inclino más por la idea.
El
Diario está dividido en tres partes: Yo, Él y Ellos. ¿Cómo distribuiste el
material de cada una de ellas?
¡Buff! Yo tenía el libro
terminado y pensamos que había que organizarlo todo para que al lector le
resultase más fácil la lectura. A mí me hubiera sido bastante difícil
dividirlo, así que se encargó de ello mi editora y creo que ha quedado muy
bonito y coherente. Yo dibujé las portadas de cada apartado, cuidando de que guardaran
relación con la carátula del libro.
En
muchas páginas del libro la sonrisa está presente, ¿qué significa el humor para
ti?
El humor es la mejor
medicina, es la que lo cura todo. Si estoy de buen humor, paso un día
estupendo. Cuando yo veía ilustradores que me hacían reír con sus dibujos,
pensaba que lo que ellos hacían era un trabajo muy difícil. ¡Y precisamente
ahora yo me dedico a eso! Una sonrisa o una carcajada son la mayor recompensa
que puedo recibir por mi trabajo.
Dentro
de esta línea humorística, hay dos viñetas muy ocurrentes de las que deducimos
dos cosas: que los hombres no sabemos comprar compresas y que los calcetines
siempre están desparejados, todo un misterio.
[Risas] Todavía guardo las
compresas que mi pareja me compró aquel día. Pero esa confusión a mí también me
ocurre y cuando voy a la góndola para comprarlas también me lío. Vosotros no
tenéis por qué saber de compresas ya que no tenéis la regla. Y sobre los
calcetines, la verdad es que aparecen y desaparecen sin motivo aparente. Tengo
unos aparejados y otros que están solos y siempre pienso que ya se encontrarán.
Unas veces ocurre y otras no, Como tú decías, un misterio.
La
última por hoy: aunque ya has avanzado algo, ¿trabajas en algún nuevo proyecto?
Tengo dos grandes retos en
la cabeza. Uno es reescribir el cuento
que me robaron, dirigido al público infantil que es muy exigente. Y el
otro, es el que te decía antes: dibujar a La Volátil desde otra estructura, una
historieta lineal con comienzo, nudo y final. Creo que seré capaz de hacerlo y,
además, como no quiero que se me agote el personaje, pretendo abordarla de este
otro modo.
SOBRE
AGUSTINA GUERRERO
Agustina Guerrero (1982, Chacabuco, Argentina). Dibujante y diseñadora
gráfica. Vive en una ciudad española y trabaja para que personas de cualquier
parte del mundo conozcan su arte. Si le preguntan de qué subsiste, responde, a
veces, con un dibujo. Más de cuatrocientas mil personas siguen su blog AGUSTINAGUERRERO.