A
Chufo Llorens le cambió la vida su esposa Cristina, cuando sin aviso previo decidió
presentar una de sus novelas al Premio Planeta en 1986. No obtuvo el galardón,
pero sí se proclamó finalista. A partir de ese momento la escritura, una
actividad que había desarrollado casi a escondidas a lo largo de su vida, pasó
a ocupar la mayor parte del tiempo de su reciente jubilación. Desde entonces han
transcurrido casi treinta años y los éxitos le acompañan en cada nuevo título
que publica. Ahora presenta ‘La ley de los justos’, editada por Grijalbo, un volumen
de grueso calibre, supera con creces las mil páginas, que le asocia a la
categoría de los grandes bestsellers,
tanto es así que alguien le ha bautizado como el Ken Follett español, algo que
Llorens no acepta. “Cuando me dicen estas
cosas me quedo parado, no hay que
pasarse. Hace unos días, en una edición polaca de mi novela ‘Te daré la
tierra’, me comparaban con Margareth
Mitchell y con Alejandro Dumas y eso me sonroja. Esos escritores son ídolos
para mí y entre ellos y yo media un abismo”. Diga lo que diga Chufo, en
menos de dos semanas la editorial ha puesto ya a la venta la segunda edición.
La respuesta de los lectores, por lo tanto, es buena. “Cuando me dijeron que iban a sacar una segunda edición me alegré
mucho, por supuesto. ‘La ley de los justos’ es sin duda mi novela más ambiciosa, pero la verdad es que no me
esperaba una respuesta tan buena”. Lo que sí parece claro, según afirma el
propio escritor, es que el éxito obtenido hasta ahora no le afecta a la hora de
sentarse a escribir de nuevo “porque
cuando encuentro un tema que me atrae, en seguida pienso en esa nueva historia
y me introduzco en ella sin acordarme de nada de lo que he escrito antes”.
LA ESCRITURA
Durante
su vida laboral, Chufo Llorens, entre otros negocios regentaba la discoteca que
llevaba su mismo nombre, ‘Don Chufo’, por la que desfilaron los barceloneses de
varias generaciones, al tiempo que aprovechaba los ratos libres para escribir.
“Siempre fui de letras, escribía guiones
de humor y cuando me jubilé, igual que hay quien se dedica a jugar al bridge o
a la caza, me puse a escribir en serio sobre temas que me interesaban. Pero
hasta que no pasé a formar parte de una editorial tan potente como Grijalbo,
que me brindó todo su apoyo, no recibí el impulso suficiente para alcanzar la difusión
que tienen mis novelas hoy”. Independientemente de este éxito, Chufo
Llorens tiene claro que la escritura es una actividad muy recomendable para vivir
el tiempo de la jubilación. “La escritura
es una agilidad del cerebro y escribir novelas históricas potencia la memoria y
la flexibilidad mental, te hace pensar en cómo solucionar los problemas que
surgen durante el proceso creativo”. Y también sabe que ejercer de literato
es un reto exigente. “Para escribir hay
que tener tenacidad, memoria y disciplina, sin olvidar nunca que no tienes jefe
y que tú mismo has de imponerte la tarea de cada día”.
NOVELA HISTÓRICA
Para
escribir ‘La ley de los justos’ Chufo Llorens ha escogido el siglo XIX
barcelonés, una época atractiva y llena de acontecimientos. Fue entonces cuando
la ciudad condal experimentó una serie de cambios importantes en su fisonomía, provocados
por el Modernismo o la Exposición Universal, que llevaron aparejadas
transformaciones sociales de gran relieve. “En
Barcelona hubo un derribo masivo de casas, que creó un ambiente especulativo y
de abusos por parte de los burgueses. Si a eso le añadimos que cada nuevo telar
de la industria textil dejaba en la calle a tres trabajadores, que las jornadas
laborales eran de dieciséis horas y que en los patronos se despertó un afán
desmedido por ganar más dinero cada vez, parece lógico pensar que todo eso
incitaba a la gente a ponerse en pie de guerra”. La respuesta social fue
violenta. Llegó el momento de las bombas, de las revueltas y algaradas. “Se habla mucho de los atentados del Liceo,
de la Casa Batlló y del que sufrió el capitán general De la Mercé, pero nos
olvidamos de la gran cantidad de bombas que explotaron en muchas fábricas”.
Estos atentados fueron protagonizados principalmente por anarquistas. “En Barcelona estuvo Errico Malatesta, que
era uno de sus líderes. Si el ideario anarquista triunfó, fue porque no
aceptaba la pirámide de poder como los otros grupos sindicales. El anarquismo
pregonaba la ausencia de líderes, lo que provocaba que cada grupo actuase de
modo independiente en busca de un objetivo común: cargarse a la burguesía. Hubo
una frase que alcanzó una enorme difusión en aquel tiempo: ‘si no conseguimos
que al salir de casa un burgués mire hacia atrás, hemos fracasado’”.
Lógicamente las fuerzas de orden público no se mantuvieron de brazos cruzados y
aplicaron medidas contundentes para remediar la situación. “La represión oficial fue tremenda y se
promulgaron leyes severísimas. Hubo muchos ejecutados en el garrote vil,
incluso se cuenta que un verdugo pidió autorización para dar conferencias sobre
las últimas palabras de los condenados, palabras que naturalmente solo conocía
él. El permiso, por supuesto, le fue denegado”.
‘La
ley de los justos’ tiene 1120 páginas, divididas en 180 capítulos relativamente
cortos. Esta disposición agiliza la lectura. “La estructura de capítulos cortos está hecha a conciencia. Como lector
me molesta mucho irme a dormir dejándome un capítulo a medias y esta es una
buena forma de solucionar el problema”. Sin embargo, en principio, la
novela todavía tenía una extensión mayor. “En
el proceso de edición se han perdido trescientas cincuenta páginas, pero mi
editora me convenció para acortar el texto y le hice caso. Creo que tenía razón. Sin embargo, como escritor me da
mucha pena haber perdido ese material”. Con el libro se entrega una ficha
con el Dramatis personae, porque son
muchos los personajes que intervienen y la idea de que el lector disponga de
una guía de referencia parece buena. “En
la ficha del Dramatis solo constan
los personajes principales, faltan los secundarios porque no cabían todos. Yo
también me preparo fichas para aclararme, pero son menos de las que la gente
pueda pensar. Para trabajar utilizo el truco de asociar físicamente a los
protagonistas con personas reales que conozco, así puedo identificarlos con
mayor facilidad. Después, mientras escribo, la novela me lleva de uno a otro
por sí misma”. En este tipo de obras, siempre hay personajes buenos y
malos, son necesarios para el desarrollo de la trama. “En la novela hay un malo oficial, pero también hay personajes neutros
que son malos no por pura maldad sino por su afán de medrar. En ocasiones, las
distintas condiciones sociales obligan al autor a cometer injusticias con
algunos de ellos”. Igualmente, Chufo Llorens, de vez en cuando, se toma
ciertas licencias en beneficio de la narración. “He cambiado algunas cosas de ubicación temporal porque me interesaba.
Ahora bien, cuando pasa esto, advierto al lector de que he cometido una
ucronía. Hay que tener claro que yo no escribo biografías, sino novelas”. A
decir de los lectores, el desenlace de los libros del escritor barcelonés son
muy característicos y sorprendentes. En ‘La ley de los justos’ también sucede
igual. “A mí me interesa mucho que los
finales de mis novelas sean sorpresivos, pero coherentes. Quiero que el lector
se quede a gusto cuando lea la última página, que sienta lo mismo que con una
novela de Agatha Christie cuyos finales son siempre inesperados”.
EL FUTURO
Chufo
Llorens todavía se encuentra en plena promoción de ‘La ley de los justos’, pero
es probable que en su cerebro ya bulla el germen de algún proyecto literario nuevo. "Si escribo otra novela seguramente no será histórica como esta, porque escribirla me ha llevado cuatro años y a mi edad yo no sé cómo tendré la cabeza dentro de tanto tiempo. Para escribir he de encontrar una historia de la que me enamore y me estimule. Si me gusta el tema, escribo, si no me gusta, no".
SOBRE CHUFO LLORENS
Chufo
Llorens (Barcelona, 1931) estudió Derecho, aunque desarrolló su actividad profesional
como empresario en el mundo del espectáculo. Apasionado por la Historia, no
inició su carrera literaria hasta el momento de la jubilación. Entre sus obras publicadas
destacan ‘Catalina, la fugitiva de San Benito’, ‘La otra lepra’, ‘La saga de
los malditos’, ‘Te daré la tierra’ y ‘Mar de fuego’. Los derechos de traducción
de sus novelas han sido adquiridos ya por doce países, sumando más de un millón
de ejemplares vendidos.
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