marzo. No sé si seré capaz poner punto final a esto que empiezo a teclear y que pretende ser reseña, crítica y entrevista a la vez. Quizá mi intento no sobrepase la etiqueta de experimento. Ja veurem. Lo cierto es que ha pasado por mis manos el mejor volumen de ficción de los que llevo leídos a lo largo de 2015. Su título: ‘La muerte juega a los dados’. Su autora: Clara Obligado.
Por su textura, lo que han manejado mis manos durante los últimos tres o cuatro días es un libro. Tiene letras, páginas, cubiertas, un título y una editorial que lo respalda, Páginas de Espuma. Pero quizá mejor sería denominarlo de otro modo. En mi mente baila la palabra artefacto, pero tras consultar el DRAE, que lo define como “Obra mecánica hecha según arte”, compruebo que no cuadra del todo, aunque sea por poco. Pero como me suena bien la palabra prefiero quedarme con ella y asociarla a este libro de cuentos. ¿De cuentos? No está tan claro. Entonces, ¿qué? ¿Novela? Pues sí y no. O sea, que mejor artefacto.
El artefacto ha sido bautizado de modo brillante como ‘La muerte juega a los dados”. El título surge, al parecer, de una frase de Albert Einstein que figura al comienzo del volumen. Sin embargo, en la página ciento veinticinco nos la tropezamos, íntegra, emergiendo de la boca de Amalia, la esposa del detective O’Brien, encargado de dar solución al asesinato o suicidio, muerte al fin, de Héctor Lejárrega, que se narra en el primer cuento del libro, ‘Un cadáver en la biblioteca’, titulado así en homenaje a la escritora británica Agatha Christie, novela protagonizada, creo recordar, por Miss Marple. Semejante nombre, el de la muerte y los datos, no podía defraudar como tampoco defrauda el cuento citado, porque Miss Marple era la abuela metomentodo encargada de encajar en un puzle inverosímil las pistas que ella o la policía iban encontrando en el devenir de sus pesquisas, hasta resolver el enigma criminal en cuestión. Y algo parecido ocurre en el libro de Clara Obligado. La escritora argentina suministra pistas al lector a través del resto de relatos hasta comprometerle a participar en la construcción del libro.
Para introducirse en los textos, Obligado propone dos alternativas: una lectura lineal de los cuentos o una lectura efectuada a discreción por parte del lector. En ambas posibilidades, y según me explicó la propia autora cuando la entrevisté hace unas fechas, el resultado siempre será el mismo, porque los relatos presentan puntos en común que son los que proporcionan la posibilidad de construir la historia en su totalidad.
El meollo de la cuestión radica en dinamizar el caletre, cuestionándose si lo que estamos leyendo, como decía antes, es un libro de cuentos o una novela. Libro de cuentos es, porque cada relato, aunque alguno como ‘Interferencias’ tiene a mi juicio clara vocación de capítulo de novela, funciona de modo autónomo, es decir, posee su propio sentido y conclusión. Pero al mismo tiempo observa también una cierta dependencia de los demás. Una novela podría serlo, porque los cuentos giran en torno a una narración policiaca y una saga familiar que se extiende a lo largo de tres generaciones y porque el primer cuento destapa la caja de los truenos, mientras que el último, ‘Verano’, la cierra. Por lo tanto, ‘La muerte juega a los dados’ se mueve en un territorio difuso, fronterizo, que nos lleva a plantearnos si las diferencias entre el género del cuento y el de la novela, son tantas y tan profundas como parecen ser a priori. Si a esto le añadimos la utilización de un lenguaje mestizo con vocablos mexicanos, argentinos y del castellano peninsular, completamos un panorama al menos singular, sin olvidar en ningún momento que los cuentos, argumentalmente, transitan por el género romántico, por el criminal, por el relato de época y por el surrealista, y que también rezuman un innegable toque de autoficción, dosificado a lo largo de la obra. Con todo esto, que es mucho, sólo echo a faltar un “dramatis personae” para completar este complejo cuadro.
¿Comprenden ahora lo de artefacto del principio?
¿Por qué escribe Clara Obligado y por qué cuentos preferentemente?
Bueno, eso son dos preguntas, ¿no?
Ajá.
Probablemente escribo porque no hago otras cosas con mucha gracia y me parece una forma de entender el mundo. El cuento lo trabajo porque me resulta muy interesante, con una superficie mucho más experimental que la novela, aunque no tengo nada en contra de este último género.
David Roas comentaba el otro día que él pensaba siempre sus historias en “modo cuento”, ¿te ocurre a ti lo mismo?
No, no, soy una lectora más tradicional. Este libro es un homenaje a ‘Lo que el viento se llevó’, porque yo tengo una especie de tradición de culebrón, de serie. Cada idea me parece que viene ya con su envase. La estructura que he utilizado me permite narrar con poco espacio una historia larguísima, que ocuparía muchas más páginas escrita de otro modo.
Te exiliaste en España desde 1976, ¿la escritura te ha ayudado a llevar mejor esta situación?
Yo quería ser profesora y crítica. Estudié con Borges y si no me hubiera marchado no habría sido escritora. En mi familia había escritores y poetas y al partir creo que necesité recuperar a través del lenguaje lo que había perdido. Cada vez que escribo un libro digo que no voy a escribir otro porque me resulta muy cansado, pero vuelvo a hacerlo porque también me divierte.
Has citado a Borges y no me resisto a preguntarte ¿cómo era Borges en clase como profesor?
Sus clases eran muy silenciosas. Me dio Literatura Inglesa y coincidió, creo recordar, con la época en la que estaba escribiendo ‘El Aleph’. Era una mezcla del Borges genial con un tipo pesadísimo en ocasiones. Para empezar era casi ciego total y una persona así resulta complicada para la docencia, porque no puedes interrumpirle. Fue un tiempo en el que nosotros queríamos romper el mundo y él no, pero yo le respeté muchísimo. Era un tipo de una amabilidad pasmosa y, si le explicabas lo que estabas haciendo, te prestaba mucha atención, tanta como si fueras Einstein, y te hacía sentir muy importante. Era un caballero inglés, socarrón, cínico…
¿‘La muerte juega a los dados’ es una prueba de que la frontera entre géneros literarios es muy difusa?
Las fronteras son muy difusas en general. Yo creo que trato de expresar con mi escritura mi modo de ver el mundo, un mundo sin fronteras, no nacionalista, en el que las vallas son una crueldad que únicamente atraviesa el capital de un lado a otro. Yo buscaba un tipo de escritura como esta, que resulta muy compleja, pero en la que yo me siento cómoda.
También es un libro experimental.
Si, es el tercer volumen de cuentos que escribo buscando esta forma en la que todos los relatos enganchan entre sí. Mi anterior libro tenía una estructura logarítmica con los cuentos conectados en espiral. No hay género narrativo más tenso que el policiaco, donde hay que llegar de un punto a otro para resolver un enigma. Y mis cuentos son así, un puzle que el lector va reconstruyendo a partir de un montón de relatos escritos en un desorden absoluto, a partir del cual fui armando el libro.
Has alternado relatos breves con otros más largos, ¿nacieron así o lo hiciste a propósito?
Completamente adrede. Pienso mucho [risas]. En cuanto a estructuras carezco de inspiración, soy poco imaginativa: sé lo que quiero y lo busco. Los argumentos para rellenar los huecos estructurales sí que son imaginados.
‘Un cadáver en la biblioteca’, el primer cuento, condiciona el resto, ¿no?
Claro, era mi idea que esto fuese así. En ese cuento hay una copa que pasa de un relato a otro y esa es la estructura del libro, algo que salta de un punto a otro.
El título se corresponde al de una novela de Agatha Christie, ¿te interesa la escritora inglesa’
Sí, me encanta Agatha Christie. Hacia la mitad del libro hay otro cuento, ‘El efecto colifor’, donde aparece el detective O’Brien, que también escribe literatura policiaca pero surrealista. Son como dos géneros retorcidos: empiezo clásico y acabo surrealista.
¿Hay mucho de autobiográfico en ‘La muerte juega a los dados’?
Muchísimo, es casi autoficción. Menos el muerto, que no lo tengo entre mis antepasados, se trata de la historia de una familia argentina muy parecida a la mía. Si me conocieras, sabrías en seguida quién es quién.
Al comienzo del libro ofreces al lector un doble camino: lectura lineal o arbitraria. ¿El resultado final es el mismo, escojas una forma u otra?
El lector llegaría a la misma conclusión tanto si lee los cuentos correlativamente como si no, porque el tipo de información y el orden en que la recibe condicionan la lectura. Sería como leer una novela pero de otra manera. No he dejado aristas, ni cabos sueltos.
Con este ofrecimiento, ¿el lector se convierte en el último escritor del libro?
Claro, en eso soy cortazariana y creo mucho en el lector cómplice. Yo escribí los cuentos, pero él construye una novela con las pistas que le voy proporcionando. Es una suma, un batido de géneros.
Hablemos un poco del lenguaje. Has utilizado un castellano estándar con toques de palabras mexicanas y argentinas, ¿se perdió tu castellano-argentino?
No es un castellano estándar. Normalmente no puedo escribir en argentino y por eso decidí usar ese castellano mezclado, que habla mucha gente que viene de Sudamérica a vivir en España. Mi interés era darle un estatuto literario a ese lenguaje. Es la primera vez que lo hago, es una nueva forma de contar, panhispánica.
Como narradora, ¿qué te interesa más: el fondo o la forma?
Me interesa básicamente la forma. El fondo me viene solo. No tengo problema en pensar historias, al final me doy cuenta de que estoy hablando y trato de conducir lo que estoy diciendo.
Entresaco un par de frases del libro que me han llamado la atención (hay muchas más). La primera: “Las cosas bellas nunca sirven para nada”.
Esa es una de las bases del libro que trata de la belleza en nuestro mundo. En uno de los cuentos hablo también de lo útil y de lo bello. Trabajo mucho con jóvenes y a los jóvenes se les enseña a hacer cosas útiles… Útiles para el sistema, claro. A ellos los van a esclavizar y yo defiendo que lo que hay que hacer es lo que uno quiere, lo que sea bello aunque sea inútil.
Y la segunda: “Europa es un sueño que solo existe en la mente de los latinoamericanos y abarca Francia, España, Italia…”
Europa no existe. Europa es un continente que se llevó todas las patadas a lo largo de su existencia, pero en Argentina, cuando le preguntas a alguien a dónde va de viaje, te responde que a Europa. Pero allá Europa no son todos los países, sino solo unos pocos. Es el sueño argentino porque Argentina es un país hecho con emigrantes franceses, italianos, españoles… Ellos buscan el mito de la vieja Europa, la que dictaba las normas y la belleza, la de los años veinte.
La panoplia de personajes es variada, entre ellos destaca Mme. Tanis, una mujer que es algo más que una asistenta y ama de llaves.
Mme. Tanis existe. Fue una mujer contratada por mi abuelo. No tenía exactamente ese pasado que describo, pero algo turbio había en él, probablemente relacionado con alguna historia de prostitución. También fue la niñera de los hijos de Porfirio Díaz. Era muy santurrona y, como este libro es un poco cubista, puedes ver a Mme. Tanis de joven o de vieja.
La última por hoy: ¿en qué nuevo proyecto literario se va a embarcar Clara Obligado?
No regresaré a la novela, porque tiene un problema muy grave que son las editoriales. No se puede experimentar con la novela y que el editor, además, lo entienda y ya no tengo edad para andarme con tonterías. Mientras me divierta, quiero seguir por el mismo camino, porque me he adueñado de una forma que me sirve y que me costó muchísimo trabajo conseguir. Creo que mi próximo trabajo será un libro de humor.
SOBRE CLARA OBLIGADO
Clara Obligado nació en Buenos Aires. Exiliada política de la dictadura militar, desde 1976 vive en España. Es Licenciada en Literatura y ha dirigido los primeros talleres de Escritura Creativa que se organizaron en este país, actividad que ha llevado a cabo para numerosas universidades e instituciones y que realiza de forma independiente. En 1996 recibió el premio femenino Lumen por su novela ‘La hija de Marx’. Ha publicado con Páginas de Espuma las antologías ‘Por favor, sea breve 1 y 2’ y los volúmenes de cuentos ‘Las otras vidas’ y ‘El libro de los viajes equivocados’, que obtuvo el Premio Setenil al mejor libro de cuentos de 2012. Ha escrito numerosos libros de ensayo y colabora en varios medos periodísticos. Su obra ha sido traducida a diversos idiomas.
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