Tomar un café con Alicia Giménez Bartlett es toda una suerte, un privilegio del que pude disfrutar hace unos pocos días, con motivo de la visita que la escritora albaceteña, afincada en Barcelona, realizó a Valencia para promocionar ‘El silencio de los claustros’, la última entrega, por ahora, de la serie de novelas protagonizadas por la ya célebre inspectora Petra Delicado. Antes de dar comienzo a la entrevista, hablamos de varias cosas entre ellas del mundo del Cómic, concretamente del dibujante Enki Bilal, al que conoció recientemente en la embajada francesa, uno de cuyos dibujos le inspiró un relato corto. Giménez Bartlett, escritora diurna, que se ambienta con música de jazz mientras teclea en el ordenador la primera versión de sus obras, respondió con calma y el mismo verbo, engrasado y sin aristas, con el que escribe, las cuestiones que le fui proponiendo.
Alicia, tú viviste en Valencia durante unos años, ¿qué recuerdos te trae esta ciudad?
¡Ostras!, pues si, yo estudié en la Universidad de Valencia. El primer año todavía en la antigua sede de la calle de La Nave y los restantes ya en las nuevas facultades de la avenida de Blasco Ibáñez, cuando todavía los obreros picaban las paredes. Fue una época felicísima, la de los primeros amigos, la de los placeres: mi juventud. Por eso, cada vez que vuelvo aquí, como dicen los catalanes, me “revifo”. Siempre pensé que estas sensaciones mías hacia Valencia eran algo personal, casual, pero un día, en las memorias de Ramón y Cajal, médico serio y emblemático, leí lo siguiente: “toda mi vida ha sido trabajo. Tuve que huir de mi cátedra de Valencia porque mis amigos, los placeres y las cenas eran tan grandes que no podía trabajar”. Frecuentemente voy a Vinaroz y allí emplean una frase que es “bé i avant”. Cada vez que la escucho me reciclo, llevo siempre ese sentimiento conmigo. Ese “bueno, no te preocupes que ya lo solucionaremos, tira, tira”, que parece sencillo, encierra una filosofía mucho más profunda de lo que a simple vista parece.
¿Qué término prefieres, novela negra o policial?
Novela policial sería más exacto. Negra es lo que dice todo el mundo, pero teniendo un personaje central que es policía parece obvio.
En la novela policial hay protagonistas femeninos, pero mayoritariamente predominan los masculinos, ¿qué le aporta Petra Delicado a este género?
No lo sé. Supongo que la tenacidad, la humildad de fijarse en todos los detalles. Los propios policías, los de verdad, te cuentan que muchas veces recurren a sus compañeras, suministrándoles cuatro detalles concretos para que ellas les den el marchamo psicológico de la gente.
¿La famosa intuición femenina?
Será eso. Tal vez, nosotras tenemos una inteligencia superior – risas -. Habrá que buscar zonas intermedias de encuentro.
Comenzaste a publicar con otro registro, ¿por qué diste el salto al género policial?
Y aún sigo publicando cosas que no son policiales. Había escrito un libro sobre la cocinera de Virginia Woolf que me ocupó dos años. Estuve seis meses consultando unos diarios originales en los Estados Unidos y acabé harta de aquello. Me parecía que el género más vivo, el que permitía más licencias y en el que te podías expresar mejor era el policial. Probé con una novela a tientas, sin saber cómo se hacía. Y funcionó. A partir de ese momento me lo tomé más en serio.
¿Cómo recibieron tus colegas masculinos el hecho de que una mujer escribiera novelas policiales en España?
Al principio con cachondeo. Juan Madrid y toda la panda cuando nos encontrábamos en los congresos europeos – entonces éramos pocos los escritores de este género, no como ahora que hay una corriente policiaca brutal –, me decían: “menos mal que estás tú, porque a nosotros nos llaman machistas”. Lo cierto es que hay un espíritu de colaboración muy grande entre todos los autores, muy natural. Yo creo que el género negro es a la Literatura lo que el jazz a la música clásica. El jazz es música de gran calidad, pero al que no se le pone toda la parafernalia que lleva la clásica. Y eso me gusta porque, repito, tiene gran calidad.
Tu protagonista tiene nombre duro, Petra, y apellido tierno, Delicado, ¿cómo se te ocurrió el personaje?
Petra es una mujer con muchas contradicciones y una personalidad fuerte, muy de mi generación, la del tránsito, donde las mujeres empezamos nuestra pelea, No es una mujer progre, ella se plantea todo lo que hace. Yo quería que, ante todo, fuera testigo de una época, aunque luego se ha ido “aggiornando”.
Petra esconde un puntito de amargura o de desconfianza e incluso de crueldad, ¿no?
Sí, de desconfianza total y también es cruel porque en el fondo no se puede ser buena siempre y con todo el mundo. La gente así carece de personalidad y termina aburriendo.
Toda la serie de Petra Delicado está centrada en Barcelona. Entre tus novelas, las de Vázquez Montalbán, Andreu Martín o González Ledesma vais a hacer de la ciudad condal, la capital española del crimen.
Siempre se ha dicho que Barcelona, junto con Madrid, como grandes núcleos urbanos, han sido el nido del género policiado – sorbo de café –. En mis periplos eso me ayuda bastante. Pero he de decir que, últimamente, me hablan mucho de Valencia. En Alemania me han preguntado cómo es y si se parece a Barcelona. Empieza a existir curiosidad por Valencia, pero no sé la causa. Tal vez se ha producido una apertura de esta ciudad hacia el exterior, pero lo cierto es que el interés existe ya.
¿’El silencio de los claustros’ está basado en un hecho real?
No. Nadie se carga a un monje porque le montarían un pollo tremendo. Es una novela que propone un juego y que se aleja de la historia de Petra Delicado en búsqueda de elementos intelectuales y humorísticos, casi paródicos.
A todas mis novelas les falta eso. Tal vez sea porque la protagonista sea una mujer o porque la policía me ha explicado que no hay tanta acción en la vida real. Si le preguntas a un agente cuántas veces ha usado su pistola, la respuesta suele ser jamás. Tampoco tocan a nadie, porque se les cae el pelo. Yo me baso mucho en lo que me cuentan.
A medida que el lector se adentra en ‘El silencio de los claustros’, tiene la sensación de que el caso no se va a solucionar aunque esté convencido de lo contrario, ¿cómo se consigue este efecto?
Pues no sabiendo cómo se va a resolver – otro sorbo de café –, esto funciona así. Mientras escribes te metes en un lío del que, finalmente, logras escapar, porque siempre hay una salida. En esta novela me lo puse difícil con el robo de un cuerpo medieval, porque ya me dirás para qué quiere nadie eso: ¿para ponerlo en el salón de su casa? – más risas –. Pues como que no. Fui cambiando de culpable a medida que avanzaba en la escritura hasta que di con el que tocaba.
La novela también refleja la lucha entre la vida conventual y la exterior. Guillermina, la madre superiora, trata por todos los medios de que el convento se rija por normas distintas a las de la calle. En 2009, ¿esto todavía es así?
Yo creo que sí. La Iglesia es una institución muy jerárquica y cualquier convento se rige por esa jerarquía. Los conventos no son nada democráticos, por definición, y entonces choca mucho que las leyes del país intenten penetrar en un ámbito tocado por el “ala divina”. Es un territorio difícil en el que se lucha por ver ¿quién puede a quién? Por eso pensé en una madre superiora con una personalidad muy fuerte para enfrentarse a Petra Delicado.
El hermano Magí y la monja, Domitila, ambos investigadores históricos, también tienen sus más y sus menos, no se dejan pisar su propio territorio: “vanitas vanitatum omnia vanitas...”
Es la pugna típica de intelectuales, nadie me lo había dicho aún, pero es una crítica a que el intelectual, sea eclesiástico o seglar, antepone su prestigio y su teoría a la del otro. Tú dices esto, pero yo sé más. Ahí se establece un juego muy interesante.
El género policial nórdico está de moda, ¿qué diferencias ves entre sus novelas y las nuestras?
Veo más similitudes que diferencias, especialmente si la contraponemos a la estadounidense. Por un lado, hay protagonistas con personalidad, una trama actual, excepto Fred Vargas que se va por las ramas históricas, y un análisis sociológico del país. Las diferencias son las propias de cada lugar. Si lees a Camilleri, ves Sicilia con sus colores, sus comidas, sus olores ... Los nórdicos toman café por un tubo, tienen más reglamentado que nosotros todo lo social, sus leyes son muy rígidas. El Mediterráneo es más sensual. Creo que el éxito de que los escritores policiales tengan más éxito fuera de su país que dentro, radica en la curiosidad de los lectores de otras latitudes. Cuando leemos a Mankell queremos saber cómo viven los malditos suecos. Es un factor sociológico. Creo que a mis lectores franceses o alemanes les interesa cómo es la España actual y eso puedo explicarlo gracias a este género.
Terminamos, Alicia, ¿guardas todavía muchos casos de Petra Delicado en el cajón de la mesa de tu despacho?
Tengo una novela más en mente y después, sinceramente, no sé que ocurrirá. En cuando me dé cuenta de que lo que escribo o lo que digo ya lo he dicho o lo he escrito, la retiraré de la circulación, porque me ha dado tantas satisfacciones que no quiero que venga nadie a decirme “oye tú, corta el rollo, que se ha acabado”. Creo que tendré la inteligencia suficiente para anticiparme. Y si Petra ha de morir, morirá.
Último sorbo de café. Hasta la próxima, Alicia. Punto final.