Mariano Sánchez Soler: ‘Nuestra propia sangre’. Ed.Rey Lear, octubre 2009. 164 págs., 14,95 €
‘Nuestra propia sangre’ de Mariano Sánchez Soler, una estructura inteligente y adecuada Mariano Sánchez Soler, infatigable maestro de talleres literarios, agitador cultural de la ciudad de Alicante, periodista y escritor, acaba de ganar la XII edición del Premio Francisco García Pavón de Narrativa con su novela ‘Nuestra propia sangre’, recientemente editada por Rey Lear. Conociendo al escritor alicantino o, simplemente, leyendo el nombre del Premio concedido, que evoca al entrañable jefe de la policia municipal de Tomelloso llamado Plinio, alias Manuel González, ya podemos entrever de qué va a ir la cosa, o sea, de género negro. Y bien negro, a fe mía, aunque con muchos matices.
La verdad es que no conozco toda la narrativa de Sánchez Soler. Solamente he leído un par de novelas suyas y un espléndido artículo sobre el también escritor policial Andreu Martín, pero lo que entreveo tras la lectura de ‘Nuestra propia sangre’ — una lectura relámpago por cierto, ya que el libro reclama la presencia del lector un minuto tras otro hasta agotar sus 164 páginas —, es que se trata de una obra muy consistente y trabajada en estructura y texto. Como el propio escritor señala al comienzo, "los nombres y personajes de esta novela son reales, aunque se deben a la imaginación del autor", es decir, de entrada Mariano Sánchez Soler ya introduce la duda en el lector: el libro que tengo en mis manos ¿es una historia real o ficticia? O ¿qué es realidad y qué es ficción? O, lo que es peor aún, ¿están mezclados ambos territorios? Este primer indicio, ya nos aproxima a lo que vamos a encontrar en el interior de la novela.
‘Nuestra propia sangre’ narra los luctuosos sucesos acaecidos en el llamado "Mas dels Espills", ¿se llamará así o no se llamará así, ¿existirá o no existirá este escenario?, donde se produjo un crimen. El muerto nada menos que fue el cabeza de familia. Todo lo contrario a lo que suele suceder últimamente en la vida diaria. No les voy a revelar el nombre del asesino. Lo dejo a su ansiosa, y espero que insaciable, curiosidad de lectores policiales. Como en toda novela negra, sin embargo, y Mariano Sánchez Soler escribe novelas negras o policiales o criminales o como prefieran bautizarlas, es importante conocer al asesino, pero no es lo básico. Esta obra, por ejemplo, no tiene nada que ver con Agatha Christie, aunque debo confesar que, sin ninguna causa razonablemente aparente, en algunos momentos de lectura me vino a la cabeza la obra de la escritora británica ‘Asesinato en el Orient Express’. Su objetivo es otro: explicarnos aspectos y matices diferentes. Por ejemplo: las causas del crimen, el porqué, vaya, el cómo y, sobre todo, proporcionarnos un acercamiento al entorno en el que vivió el finado, así como un análisis detallado de la psicología de los implicados.
Para ello Sánchez Soler ha orquestado una estructura más que interesante, una estructura inteligente y adecuada. En primer lugar, cada capítulo, hay muchos y breves, comienza con un fragmento de la autopsia del cadáver. Su contenido, plagado de términos propios de la jerga de los forenses, es fácilmente comprensible y, en algunos casos, ilustrativo de lo que nos vamos a encontrar en el capítulo en cuestión. En segundo lugar, que es lo que le otorga verdadero valor a la obra, el escritor alicantino se introduce en la cabeza de cada uno de los personajes, siempre en primera persona, para ofrecernos, paso a paso, el desarrollo de la cadena de acontecimientos desde su propio punto de vista. Gracias a este planteamiento, podremos conocer la estrategia seguida para cometer el asesinato y, sobre todo, para conocer el carácter del finado que, se nos presenta, no precisamente como un tipo afable, sino todo lo contrario: duro, violento, habitualmente agresivo y, si me apuran, torturador de mentes y de algún cuerpo. Ramón Sendra, desde luego, no era ningún ser caritativo, ni mucho menos. Sin embargo, gracias a esa estructura orquestada por Mariano Sánchez Soler a la que aludía antes, descubriremos cómo el resto de personas que le rodeaban y sufrían diariamente, su mujer, Soledad Campos, y sus cinco hijos, Teresa, Jordi, Nuria, Paula y Roser, se las ingeniaron para sobrevivir y, llegado el caso, para defenderse, desmintiendo incluso, sus propias declaraciones previas ante el juez. En tercer lugar, también conoceremos cómo funciona el aparato judicial en el momento de redactar una sentencia, un prodigio de imaginación, ¿o debo decir realidad?, del escritor alicantino. En cuarto y último lugar, ‘Nuestra propia sangre’ encierra también una interesante reflexión sobre la capacidad o incapacidad moral de los mecanismos judiciales para ejercer su cometido, es decir, impartir justicia, lo que nos puede llevar a preguntarnos qué es justo y qué no lo es. Y créanme: la cosa no está tan clara como parece a simple vista.
Todo lo dicho sobre la novela quedaría huérfano si no les hablase también del estilo con que está escrita. Mariano Sánchez hace gala de una prosa justa, escogida a conciencia y bien cuidada. No es lenguaje periodístico, es lenguaje literario desarrollado con una gran limpieza, bien engranado, que permite que el lector se deslice por las páginas del libro como si descendiese por un tobogán. Leí la obra en menos de un día (descuenten, mis improbables lectores, los tiempos de trabajo, sueño, desayuno, etcétera, para conocer exactamente las horas invertidas en ello), clara prueba de lo apetecible que resulta su lectura gracias al interés que el asunto despierta en nosotros.
Y nada más. Ahora sólo falta que contrasten esta reseña con su propia experiencia de lectores aficionados a la novela, policial o no, y construyan su opinión a través de la lectura de ‘Nuestra propia sangre’.
Herme Cerezo